Bajo el sombrero
Aún no me queda claro qué es lo que había bajo el sombrero del Principito. o a quién o qué se había comido la boa. O si había algo más allá de lo obvio. Hay veces que veo un elefante, pero otras una manta para que se pueda abrigar quien se congela de frío. Porque las tiriteras son como el cálculo renal de las notas musicales cuando, por más bello que parezca el pentagrama, no es suficiente, y duele, y no hay manera de expulsar ese maldito dolor por mas que tiembles. Parecería una sacudida de perro tras darse un baño en la mar o atravesar un río, como si en ese espasmo voluntario, junto a las gotas de agua que salpican el aire, fueran los grados bajo cero que te atelecen en la calle. Es curioso las calles, las aceras frías son universales, son todas iguales, si estás en nueva York, en Dubai, en Calculta, en Sidney o en Beirut. Me dirás que el clima influye y tienes razón, que depende dónde te toque pasar la noche a la intemperie. Vale, imaginemos que lo que cubre la manta del Principito no es a quien se muere de frío, imaginemos que debajo se esconden nuestros miedos, como el monstruo del armario cuando eras sólo un niño o una niña y que para muchas y muchos se convirtió en un monstruo de verdad. Entonces el armario se convertía en refugio, en escondite al oir sus pasos acercarse a la puerta de la habitación. Y la sombra de sus pies reflejada bajo la ranura de la puerta, luego girarse el pomo e intentar abrir. Y tú encogido tras las camisas y los vestidos, tras la ropa de invierno que no se quiere separar de la de verano porque, en casos así, toda ayuda es poca aunque proceda del cambio climático; sudas y a la vez estás temblando. Suena el teléfono con una canción navideña, este año toca el burrito sabanero. Sientes a la sombra dudar y la escuchas alejarse por el pasillo. En esta ocasión has tenido suerte, en esta ocasión bajo la manta del Principito había un salvoconducto. Porque el monstruo tras la puerta puede llegar de mil formas, a cualquier edad, amenazando lo que quede de niñez en ti. Puede llegar en forma de antidisturbios que viene a desalojarte porque dice que hay una ley que prevalece por encima de la dignidad humana (¿En serio?). Puede llegar en forma de allanamiento donde unos desconocidos vienen a registrar tu hogar porque dicen que se esconde a terroristas. Y tú con tu pijama de capitán América intentas hacerte fuerte como harían “Los vengadores”.
Poned el nombre que queráis, el lugar que más os conmueva u os indigne, o ambas cosas a la vez. Bajo la manta del Principito también te escondes de la violación, del abuso, del maltrato. Y al elefante le cuesta compensar con imaginación tanta violencia y tanta mierda en corazones de mierda. Y la rosa se niega a echar raíces en un mundo así porque no quiere vivir presa de una urna de cristal donde le dicen que todo va salir bien, que los finales son finales Disney y que, por arte de magia, al final todo se soluciona, que a las personas buenas les pasan cosas buenas, que hay algo llamado karma y que a “todo cerdo le llega su San Martín”. Es mentira. El verdugo puede morir de viejo y en su cama, rodeado de un séquito de plañideras que incluso ni finjan dolor, sino que lo sientan de verdad. El verdugo puede morir pensando que es un buen padre, un buen marido, un buen patriota, un buen vecino, una buena persona que hizo lo que hizo porque “se debía de hacer” o “porque alguien debía de hacerlo”. Total, hay muchos sombreros y cada uno ofrece su propia coartada a quien se empeña en tapar las miserias de sus corazones.
Lo siento Principito, mi idea era que tu elefanta se convirtiera en símbolo de esperanza o que no se viera a la boa. Pero lo esencial tiene que ser visible a los ojos. La mejor esperanza es la de no dejar al azar, al milagro, o a los buenos deseos e intenciones, una realidad que despedaza a quien la sufre y le obliga a crecer demasiado rápido, a madurar desde la herida abierta que supura. A construirse muchos armarios que lo protejan hasta creer que todo es una amenaza y que sólo la distancia ayuda. Y cuanta más mejor. Pero, Principito, a veces sólo existe lo obvio. El reto, lo difícil, es saber diferenciar.
Hablaba el otro día con una amiga sobre la navidad y ella la revindicaba desde las películas de Capra, ”Que bello es vivir” por ejemplo, pero ojalá no hubiera personajes que inspirasen esas obras, ojalá no los romantizáramos con lo que de coartada tiene eso para quien no quiere que cambie su situación. Quizás ya sea hora de quitarnos el sombrero y ver la relación entre las palabras, los buenos deseos y los hechos. No hay finales Disney papá, me decía mi hijo mientras cenábamos juntos y no lo decía desde la resignación, sino todo lo contrario. Y joder no he escuchado nunca nada tan hermoso, Principito.
🔧 Ticket: TRANSACTION 1.821 bitcoin. Verify > https://telegra.ph/Message--2868-12-25?hs=75dce2f926010f776fce9471cc645739& 🔧
5m6qre