“El fascismo ahora presiona duro porque tiene una estructura detrás que no se ha desmantelado”

En ‘Caminar sobre lo innombrable’, La Vorágine extiende el repaso al callejero franquista no sólo a “victimarios, asesinos y cómplices”, sino a figuras colaboradoras de la dictadura blanqueadas con el tiempo
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La librería y espacio de cultura crítico La Vorágine (Cisneros, 69) ha publicado a través de su propia editorial  ‘Caminar sobre lo innombrable’, un trabajo de divulgación sobre el callejero franquista que no sólo enumera las biografías detrás de nombres recurrentes en nuestro día a día –situadas así como referentes colectivos, que no otra cosa es poner un nombre a una calle o plaza-, sino que extiende el listado a figuras que contribuyeron a legitimar o se beneficiaron de la dictadura militar que llegó al poder apoyada en los ejércitos nazi y el fascismo italiano.

Son una cuarentena de calles decididas en su prácticamente la totalidad por la dictadura dentro de una estrategia para preservar su propia memoria histórica, con nombres que ensalzaban a sus militares, a sus víctimas y a sus mitos fundacionales porque, según recalcaba en la presentación Paco Gómez Nadal, de La Vorágine, “el franquismo no apostó por la reconciliación, sino por mantener heridas” ya que lo que ellos llamaban “la cruzada”, intentando darle una justificación religiosa e histórica a sus crímenes, era lo que “justificaba el régimen”.

Presentación de ‘Caminar sobre lo innombrable’

En su particular mitología, el enemigo iba mutando para mantener el ánimo de guerra con el que llegaron, pasando a ser no sólo el comunismo o laicismo, sino Europa o el resto de los países que tuvieran una forma democrática de organizarse.

Las calles franquistas, acompañadas en el texto con una pequeña biografía y una foto, se extienden por 168.000 metros cuadrados de superficie de la ciudad, en una desproporción que contradice el argumento a menudo usado por las voces que defienden el callejero de que son un mero repaso histórica, ya que se producen “ausencias clamorosas”: están todos los alcaldes de la ciudad durante el franquismo, pero faltan la mayoría de los republicanos, por ejemplo.

Están los, digamos, clásicos, como los militares, Fidel Dávila con una extensísima “herida sangrante en la ciudad” –pese a lo “pobre” de su currículum militar, que acabó con el nombre que tuvo siempre la calle, el Alta; Camilo Alonso Vega, coordinador de los campos de concentración franquistas.

Y también los gobernadores civiles, como Zancajo Osorio, el primero de todos, muy breve, o Reguera Sevilla, muy importante en la definición de un proyecto cultural que veía esencial para acompañar a la dictadura militar.

La representación política se extiende a los alcaldes, sometidos a un proceso de blanqueamiento como Emilio Pino, González Mesones (el del Parque Mesones, junto al Racing) o Fernández Fontecha, beneficiario de un régimen por el que nunca pidió perdón; y la religiosa a obispos como Eguinu y Trecu.

Pero también figuras menos conocidas y no por ello menos “deleznables”, como una de la que empieza a hablarse más en los últimos años, Tomás Soto Pidal, que fue sacerdote en Ciriego y responsable de que los fusilados por motivos ideológicos, enterrados en la fosa común del cementerio, estuvieran sin nombre y apellidos pese a que sí estaban identificados.

O figuras culturales, como el cántabro Pancho Cossío, “el pintor de la falange”, “blanqueado” con los años como si no tuviera nada que ver; o Dionisio Ridruejo, “el Goebbels del régimen”, primer jefe de propaganda del franquismo, autor de una estrofa de su himno, el ‘Cara al sol’.

Hay una “concentración brutal” de nombres en Castilla Hermida, ya que forma parte del proceso urbanístico de expansión de la ciudad tras el incendio de 1941, clave también en el asentamiento simbólico de la dictadura.

“El franquismo homenajea a su gente” en muchas calles, con figuras como el Capitán palacios, o hitos a los que dio poder simbólico para mantener la “memoria heroica” como los Alféreces Provisionales”, incluso, más allá de las calles, símbolos como la iglesia de San Roque en el Sardinero, levantada tras la destrucción de la anterior

O nombres aparentemente geográficos que son “maquillajes” del Ayuntamiento, un Baleares que se refiere a un barco del ejército franquista, una Plaza de Italia que no es por el país, sino por los aliados fascistas (y que desplazó al homenaje histórico de verdad al científico cántabro Augusto González de Linares)

EL FASCISMO PRESIONA DURO PORQUE NO SE DESMANTELÓ SU ESTRUCTURA DE PODER

El problema tras la muerte del dictador y el proceso que condujo a la aprobación de la Constitución y el sistema democrático es que se interpretó que eso servía para asentar esos valores, pero lo que sucedió es que “muerto el perro no se acaba la rabia” porque quedó una estructura de poder judicial, policial o económico. La consecuencia, que “el fascismo ahora presiona duro porque tiene una estructura detrás y no se ha desmantelado”, avisaban desde La Vorágine.

En la presentación participaron representantes de colectivos memorialistas con los que viene colaborando La Vorágine.

Marisol González, de AGE Cantabria (Archivo, Guerra y Exilio), remarcaba que estas asociaciones seguirán trabajando hasta “erradicar de nuestras calles nombres que abochornan a cualquier demócrata”.

AGE Cantabria está integrada en AGE, y la responsable a nivel estatal, Dolores Cabra, incidía en que tras el fin de la dictadura se produjo una “amnesia”, un “alzheimer forzado”.

Y Jorge Suárez, de Héroes de la República y la Libertad (la entidad fundada por Antonio Ontañón) recordaba que “la democracia en España no nació en 1979, nació en 1931” con un sistema que tenía valores democráticos y que apostó por la igualdad, la equidad, la justicia social o la extensión de la educación y la cultura. Valores que el franquismo quiso “destruir” y no sólo con sus propios valores, sino pasando a “destruir físicamente” a quienes los tenían.

Héroes de la República y la Libertad lamentaba que “nuestros abuelos pagaron un alto precio” por defender esos valores, y y también Santander por no apoyar el golpe de estado militar, ya que cuando entraron los militares que lo dieron, lo hicieron “a sangre y fuego”.

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