
Santander, la capital del pecado y del folklore regional: Alegría Juan (Dávila), alegría Juan (Saiz), que dure, dure. Invitaciones a pecar y bailar
Juan Dávila – “La capital del pecado 2.0” – Sala Argenta – 21, 22 y 23 de febrero
Largas colas en la entrada al palacio. En el escenario 14 sillas y varios focos de ambiente. Lleno absoluto y ambiente con ganas de diversión. Una pantalla anuncia que estamos en un lugar lleno de pecados que un humorista conoce a la perfección y gusta de descubrirlos entre sus espectadores. Y un poco lo consigue, es su entrenado trabajo.
Él es Juan Dávila (Madrid, 1978), un cómico y actor al que han llamado “gamberro”, “el mesías de la improvisación” y otros 25 piropos callejeros (hagan ustedes la rima con el numerito). Pero Juan parece y es el artista con el mayor y mejor vacile del mundo: guasón, bromista, burlón, “el gran vacilón”. Su aparición cámara y micrófono en mano por la zona “D”, el fondo de una sala con 1600 personas, con los sones del “Algo me gusta de ti” de Quevedo, iniciaba un show donde las interacciones con el público fueron el centro del vacile de grado 1, 2, 3 y hasta 10. Los espectadores de la fila 26 aparecíeron en gran pantalla y Juan les etiquetaba, demandaba datos o aventuraba agravios (algo que ocurrió al que tachó de pederasta entre las risas de todo el palacio y del propio interesado).
A partir de aquí decenas de colaboradores “espontáneos”, risas continuas y un escenario que se iba llenando de abogados, abuelos, amigas con pocas o muchas parejas, futbolistas, un guardia civil, gente de Santoña, Maliaño, Cueto… algunos con nombre y apellidos. El momento más esperado llegó entre gente conocedora del personaje: las llamadas de los móviles de los sufrientes elegidos a sus madres, padres, exnovios o amigos. Cachondeo, bromas de diversos tamaños, buen mal rollo. El escenario parecía el Dávila Park con el fondo de un coche ardiendo en la plaza del Ayuntamiento santanderino. Ni un chiste que reseñar, ni un monologo que desarrollar; todo improvisación que regocija y tiene éxito, no me pregunten el porqué salvo la necesidad de reírnos de nosotros mismos y del vecino. En esto Juan Dávila es un maestro que invita a pecar. Cierre en pantalla: “Absolución. Peca otra vez”.

Foto: Mateo Pérez
Juan Saiz – Tañedor – Sala Pereda – 19 de febrero
Juan Saiz (Santander, 1986) camina artísticamente entre el jazz y otras músicas contemporáneas. Flautista de formación, se adentra ahora en el mundo de los vientos de los saxofones, de las gaitas y de otros instrumentos: todo un tañedor, algo que él mismo proclama. Seis álbumes le avalan y una nueva aventura de rescate y recreación de melodías populares de Cantabria es su nuevo empeño. Estreno regional y mundial el pasado miércoles.
Para la ocasión se hizo acompañar de batería (Natxo Miralles), bajo (Sergio Di Finizio), guitarras acústica y eléctrica (Jaime Velasco),
voz solista (Cristina Ceballos), panderetas y coros (Vanesa Fernández y Soltxu). Un grupo animoso que fue creciendo en intensidad sonora en tonadas cantadas con variaciones originales (esa ‘Tarara‘ de aquí mismo). Juan se multiplicaba ora con su flauta travesera (pareciendo el nuevo Ian Anderson), ora con el saxo tenor, ora con la gaita o el saxo alto. Cada canción fue un goce, empezando por las alegrías del “Trepeletré” y terminado once temas más tarde con un “Set de Jotas” (así se dijo, aunque el partido acabó con un bis final). Dos momentos preciosos: la invitación a Esther Terán a compartir escenario con la guitarra de Jaime en una canción muy especial de quintos que rinde homenaje a los jóvenes campurrianos que partieron a la guerra de Cuba: “El soldado”. El segundo fue el bis, donde Juan demostró ser ya en maestro tañedor capaz de dar muchos matices nuevos a “Tres hojitas madre”. Como dice el eslogan de esta temporada palaciega: Disfrutamos, crecimos y nos acordamos de Esteban Sanz, el programador que animó a Juan a “esta presentación soñada”. Un proyecto de folk que pide continuidad.

Foto: Mateo Pérez