
Dos estrellas mundiales de la música clásica dejaron su estela musical en Cantabria. ¡Qué lujos de programación, niño!

Foto: Manuel Outomuro
Javier Camarena – Tenor – Sala Argenta – 2 de marzo – 19:00 horas
Una duda precedía al concierto de uno de los privilegiados tenores actuales: ¿estará tranquilo en el escenario o lo recorrerá de punta a punta remarcando la tensión de cada personaje? Ya había advertido Javier Camarena (Xalapa, México, 1976) que “el recital me permite más cercanía con el público, en un contexto más directo y de mayor comunicación. Es un formato muy intimo que como cantantes nos deja expuestos al auditorio. Nos podemos ver a los ojos, nos podemos reír, contar detalles, historias…”. La duda, después de casi dos horas de canciones en tres idiomas (cuatro con el jalapeño), se aclaró: Javier tiene su territorio de confort cercano al piano (y al buen pianista acompañante Ángel Rodríguez) y busca apoyar su mano en el (en el piano, no en el pianista) para afrontar esas notas agudas que le caracterizan.
Pensado el programa en dos mitades -una en francés, otra en italiano-, acabó teniendo una tercera que desbarataba la concepción mediática. Pero vayamos por partes (como decían los griegos antes de erigir su Partenón). La primera fueron cinco arias “francesas” en la que se coló la primera sorpresa: Camarena dio a elegir al público si ‘Ange si pur…’ de La Favorite de Donizetti quería ser cantada en el francés original o en el italiano posterior. Si, adivinaron: se eligió el italiano, idioma en el que el tenor pareció sentirse más cómodo.
La segunda parte permitió el lucimiento de un tenor con un fraseo impecable, un registro ampliado y una presencia en escena cálida y juguetona. Su canción más sentida y bella de esta mitad –A’vucchella de Tosti, letra de Gabriele D’Anunzio- fue precedida de muchas toses tomadas con paciencia y buen humor; espera resignada y frase repetida: “Echen, echen la tos”. Genio y figura para cantar después el trabalenguas napolitano sobre la boca de la mujer que es como un pequeño pétalo de rosa cuando se seca un poco y se golpea en el frío (en napolitano suena más lindo y difícil de pronunciar). Cerró con el aria y cabaletta final de Gerardo de la ópera de Donizetti Caterina cordado (1844) buscando la fuerza compositiva de un momento de victoria y muerte, dando lo mejor de su expresividad y temperamento vocal.
Bravos y más bravos. Había que seguir. Y se siguió en una tercera mitad (ya sé, tercer tercio; duró más que los anteriores) con cinco bises de esos que sabemos todos/as: Mujer de los negros ojos (de la zarzuela El Huésped del Sevillano), No puede ser (de La Tabernera del Puerto), La Malagueña de orígenes mexicanos, Ódiame un vals peruano universal y Júrame de la compositora guanajuatense María Grever. Romanzas en las que se volcó y que gustó cerrar en crescendos entusiastas, notas agudas mantenidas (…eres lindaaaaaaaaaaaaaaa… y hechicera) y un gracias murmurado todo el rato. Camarena triunfó en espera de que no tarde otros cinco años y medio en volver por Santander, aunque -presentimos- se está volviendo muy malagueño y saleroso (Curiosidad final: vive con sobreagudos en Málaga, lugar que le encanta por el clima, la comida y la gente alegre).

Foto: Liliana Morsia
Jean-Guihen Queyras – Sala Argenta – Violonchelo –1 de marzo – 19:30 horas
Érase un hombre a un violonchelo pegado, érase un violonchelo superlativo (Stradivarius), éranse las seis suites para chelo de Bach y una noche por delante para tocarlas. Érase Jean-Guihen Queyras (Montreal, 1976), canadiense que se siente muy francés; ofreció un concierto espiritual e intimista que parecía música celestial para acunar todos los sentidos. Johann Sebastian creó belleza, Queyras la compartió. Su paso por Santander fue un lujo artístico y musical de una temporada palaciega con prodigios y momentos muy especiales (y van… muchos).
Solo con su violonchelo en un escenario, desde el primer al centésimo trigésimo quinto minuto, fueron más dos horas de prodigiosas armonías. Queyras tuvo un protocolo repetido en cada pieza: grandes inspiraciones respiratorias, mirada al izquierdo infinito, distensión en la cara, espalda vertical, sonrisa, ojos cerrados y ¡voila! una suite tras otra, con descanso por medio. El instrumento le respondía en sus recorridos veloces con la mano izquierda y un arco que le pedía relajación en el brazo derecho entre suite y suite. Acostumbrado a estancias canadienses el “nuevo” Stradivarius 1705 necesitó de muchos ajustes en el clavijero, afinaciones que fueron a más; cosas de salas con el mar húmedo a sus pies. Por cierto, (investigación posterior) el chelo es propiedad de Roger Dubois un magnate metalúrgico y mecenas canadiense que compra instrumentos únicos para ofrecerlos a los músicos de su región y que con ajustes mínimos parecen que los siglos no han pasado por ellos.
Los conocidos compases del preludio de la Suite nº1 en sol mayor (BWV 1007) fueron una rápida introducción a suites que pasan
de la tensión a la relajación, con pasajes danzarines y momentos de recogimiento absoluto. Queyras reflejaba sus sentimientos, felicidades y asombros, con una técnica perfecta y decisiones interpretativas que ahondaban en lo que Bach quería: belleza. Belleza reñida con una noche de toses y de un móvil que interrumpió el comienzo de la Suite nº 6 en re mayor: Jean-Guihen sonrió, miró hacia el insistente lugar sonoro (¿por qué hay que sufrir estas faltas de respeto y educación?) y comentó apesadumbrado: “Al menos tiene modulación”.
Grandes aplausos finales que animaron a hacer un bis “muy corto”: una triste pieza de Henry Dutilleux, una melodía que dedicó a Ucrania. Noche llena de inspiración y hermosura. Dos grandes pasaron por Santander: Bach y Queyras.
Javier Camarena – Conversaciones – Sala Blanchard – 2 de marzo – 11:30 horas
La actual programación del Palacio de Festivales tiene singularidades únicas como el poder tener a los artistas cerca y cercanos, pudiendo escucharlos hablar de forma distendida y preguntarles inquietudes o infancias. Uno de los más grandes tenores liricos actuales -Javier Camarena, el que preside esta crónica- lo hizo en una mañana dominical. Un agradable encuentro con alguien que se mostró relajado, tranquilo y con ganas de comunicarse con un pequeño grupo de seguidores que le recordaban su anterior visita a Santander. Juan Laborería, barítono donostiarra afincado en Cantabria, fue el mediador.
Una hora y media de historias de vida y lecciones: “Los más grandes consejos fueron los que recibí de mi primera maestra (María Eugenia Sutti). Las palabras de la primera clase se me han quedado en la cabeza. Me dijo que esta carrera es de resistencia, no de velocidad, que hay que tener confianza en un trabajo constante y que siempre hay que seguir trabajando”. Javier lo ha tenido en cuenta y ahora proclama que “hay que mantener los pies en la tierra y nunca perder la humildad”. Ni el buen humor.
Y el momento de la semana, del mes y del año en curso para este cronista fue cuando le recordó -de Javier a Javier- su maravillo álbum de canciones infantiles del compositor mexicano Francisco Gabilondo (2016), algo que nuestros hijos (suyos y míos) se saben de memoria (además de las canciones del grupo Parchís) y que -tocada alguna fibra sensible- quiso entonar. Y surgió una delicada y tierna versión a capella de “Muñeca fea”: “Escondida por los rincones. Temerosa de que alguien la vea/ platicaba con los ratones/ la pobre muñeca fea. Un bracito ya se le rompió. Su carita está llena de hollín/ y al sentirse olvidada lloró/ lagrimitas de aserrín…”. Emociones y lagrimitas en vivo y directo. Gracias Javier.
«Muñeca fea», Javier Camarena en vivo: https://www.youtube.com/watch?v=iXpryhTvbMw