«Los inquilinos tenemos que empezar a negociar en bloque para tener más fuerza, como pasa en el mundo del trabajo»

Carme Arcarazo, portavoz del Sindicat de Llogateres de Cataluña, participa en una charla en la Librería La Libre de Santander para contar la experiencia de este sindicato de inquilinos y cómo consigue algunos avances en la defensa del derecho a una vivienda digna
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Son ya siete años en que este sindicato catalán trata de conseguir que se cumpla con el derecho a una vivienda digna. Son muchas las situaciones desesperadas que han vivido. Carme Arcarazo también se ha referido a la cuestión de género, el cómo las mujeres se han visto afectadas y han reaccionado, en muchos casos, para intentar cambiar las cosas.

Arcarazo reconoce que «las cosas han cambiado muy poquito» en estos años, pero se va a articulando una lucha colectiva que puede dar mejores resultados en el futuro. Cree que la sociedad, en este momento, está muy distraída con el contexto geopolítico y la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos. Lo importante, defiende, es centrarse en lo verdaderamente nuclear que sucede a nuestro alrededor.

Como portavoz del Sindicato de Llogateres, señala, nada más empezar la conversación, por videoconferencia, con las personas que acudieron a la Librería La Libre de Santander (Rampa de Sotileza, 1), que «estamos dedicando la mitad de los ingresos en pagar el alquiler«, una situación que considera muy grave porque deja a demasiadas familias al borde del impago.

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Llevamos ya más de una década y media en que los desahucios no son algunas situaciones puntuales, sino un drama social que afecta y ha afectado a miles de familias. Y el encarecimiento de la vivienda está llevando a que muchos inmuebles se están acumulando en cada vez menos manos, aún sumando a bancos, fondos de inversión, empresas inmobiliarias y rentistas. Arcarazo ve que esto ha supuesto un espaldarazo a la banca, y la inversión en vivienda ha continuado gracias a una legislación muy laxa con los grandes tenedores. Por ejemplo, en forma de «beneficios fiscales a los fondos«. El modelo que se impone, en su caso, es el de «yo compro una vivienda, doblo el alquiler, si el inquilino no quiere pagarlo, lo echo y pongo a otro».

La activista constata que es que la mayoría del mercado de propietarios son pequeños y medianos. «Hace 10 años no existían los fondos, y ahora en ciudades como Barcelona tienen casi el 15% de la vivienda, han crecido mucho». Han tenido, en su opinión, leyes favorables, pero que favorecían también al resto de propietarios, por lo que otros también han podido llevar a cabo subidas muy agresivas del precio del alquiler. Por tanto, hay cada vez más viviendas en manos de menos propietarios y una población inquilina creciente, personas que nunca podrán comprar su propia casa. Y el problema se convierte en transversal, «ya no es una cosa de jóvenes, de gente inmigrante, de gente muy precaria, sino que en ciudades como Barcelona, por ejemplo, hay más gente viviendo de alquiler que en propiedad hasta los 45 años».

Los rentistas en España, según Arcarazo, son el 6% de la población. Es decir, un 94% de personas que no compran o no pueden comprar sostiene a los que viven de las rentas. Y añade el dato de que «cuando una vivienda sale al mercado, hay un 60% de probabilidades que se compre sin hipoteca«.

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El Sindicat de Llogateres nació con la idea de que «si los inquilinos nos organizamos, podemos pinchar esta burbuja». Para lograrlo les parece imprescindible «adquirir capacidad de negociación». Y para ello sólo ven un camino, que es organizarse y unirse para enfrentarse al problema. Si se busca solucionar de manera individualizada, perder es lo más probable. «Las relaciones entre inquilino y rentista son muy desiguales», refleja Arcarazo. Por eso cree que «los inquilinos tenemos que empezar a negociar en bloque para tener más fuerza, como pasa en el mundo del trabajo».

No es causalidad que hayan elegido el nombre de ‘sindicato’. Comparan una situación complicada en una empresa que quiere despedir a muchos trabajadores con la de inquilinos, varios a la vez, que se ven en la tesitura de tener que abandonar su hogar. «Hemos conseguido ya no ser Carme contra Blackstone, sino 500 vecinos de Blackstone contra Blackstone«, escenifica.

Pretenden cambiar las cosas, pero siendo conscientes de que este es un proceso muy lento. Los grandes cambios no se producen por una sola manifestación. Pero Arcarazo defiende que sí han logrado algunas cosas, como alargar los contratos de alquiler o que los inquilinos no tengan que pagar honorarios a las inmobiliarias. Y Cataluña es la primera Comunidad Autónoma donde se aplica la Ley de Vivienda estatal, que permite topar precios en las zonas declaradas tensionadas.

Son ya varias las manifestaciones que se han producido, y el próximo 5 de abril es la nueva fecha colocada en el calendario. Aparte de las huelgas de alquileres, que algunas ya se están produciendo. En Cataluña, sobre manera, frente a Caixabank, el mayor propietario de viviendas en ese territorio. «Es una oportunidad para poner lo que de verdad importa en el centro», dice Arcarazo.

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Y reivindica que es algo que tiene que nacer de la sociedad civil, porque «la clase política no lo va a hacer. Es que si no lo hacemos nosotras, no lo va a hacer absolutamente nadie«. Reivindica también la cantidad de gente que se ha movido en los últimos meses simplemente para ayudar a organizar manifestaciones, participando en reuniones, pegando carteles o repartiendo octavillas. Hace falta, dice, «organizar a la gente no organizada». Hacer de esta una causa general.

Quieren afinar en las reclamaciones que hacen, con cuatro puntos clave para dar un giro a esta situación: contener los precios, hacer los contratos de alquiler indefinidos, dedicar los inmuebles a uso residencial y no turístico y limitar la compra de vivienda a quienes vayan a usarla para vivir. Define la vivienda como un problema «porque es un negocio. Cuanto más negocio es, menos derecho es«.

La cuestión de género

El evento en La Libre quería aprovechar que esta es la semana del 8 de Marzo para darle también una perspectiva de género a la charla con Arcarazo. Ella piensa que «es evidente que la feminización de la pobreza influye en el derecho a la vivienda«, y cambiar eso pasa por «huir de soluciones particulares o excepcionales, sino que eso se gana a través de derechos universales».

Pone como ejemplo la subida del salario mínimo. Es algo que repercute en una mejora de las condiciones laborales de una gran número de mujeres, y eso habría que trasladarlo a la vivienda también.

El precio de la vivienda ha alcanzado tales cotas, que a veces se rompe una pareja, pero ninguno se puede marchar del inmueble porque no se lo puede permitir económicamente. Esto también incluye relaciones donde la violencia machista es un factor. Y las viviendas dotacionales que existen para mujeres víctimas de violencia, afirma Arcarazo, son pocas y, en muchos casos, «muy indignas».

Refleja esta activista que, si pagamos, de media, la mitad de nuestro salario para costearnos el alquiler, son cuatro horas diarias dedicadas a pagar eso. Cuatro horas en que «no puedo cuidar de mi hijo, mi madre, divertirme, irme con mis amigas, militar en espacios, y por tanto nos están robando mucho tiempo que, evidentemente, dificulta mucho la conciliación«.

Si a esto se suma que una persona tenga que mudarse de barrio e irse una hora más lejos de su trabajo y dejar el lugar donde tenía hechas todas sus redes, pues la vida se complica mucho más y «sabemos qué tipo de coste acaba teniendo esto«.

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Arcarazo dice que «las mujeres mayores y las madres solteras lo sufren más«. Y esto está produciendo un cambio a nivel activismo. Cada vez ven más mujeres en asambleas de colectivos en defensa del derecho a la vivienda. Su experiencia le dice que, en las situaciones más complicadas de este tipo, «las mujeres son quienes sacan adelante esas situaciones, quienes cogen las riendas, quienes pierden la vergüenza y quienes viven un proceso de transformación muy fuerte».

Ha visto mujeres llegar a asambleas y no decir nada, pero, pasados unos meses, contaban su drama, tomaban conciencia de la situación y se ponían a liderar sus propios casos y convertirse en apoyo para otras familias que se veían con el mismo problema.

Recuerda Arcarazo que «veníamos de una transición con unos sindicatos muy masculinizados que obviaban muchísimas cuestiones que nos afectan a las mujeres. Para empezar, no les interesaba el trabajo doméstico, cualquier cuestión reproductiva. Y por esto, en los últimos años han salido las ‘Kelis’ o los sindicatos de trabajadoras sexuales. Y creo que el movimiento por los sindicatos de vivienda también forma parte de esta corriente, de reivindicar que el sindicalismo también es cosa nuestra«.

 


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