Los sueños de las cosas

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El poeta José Hierro dijo, repetidas veces, haciéndose eco de una suerte de lugar común, que la poesía sirve para decir lo que no se puede decir: ¿enigma, paradoja, contradicción? Como sea, es afirmación que bien puede ser aplicada a toda manifestación artística, cada una con sus códigos estéticos y sus lenguajes, que sirven para oír lo que no se puede oír como en la música, o para ver lo que no se puede ver, en el caso de la pintura o la escultura. O de la fotografía, no hace mucho tiempo incorporada a la constelación de las artes.

Unas obras musicales, pictóricas y escultóricas más, que otras, como unas obras fotográficas más, que otras. Hace unos días estuve viendo, en el Centro de Arte Las Naves de Gamazo, en Santander, la exposición “Una tirada de dados”, en la que se exhibe una amplia muestra de la amplísima obra del fotógrafo Chema Madoz, del que, quien más, quien menos, conoce alguna pieza fotográfica, en las que los objetos mantienen entre sí, con aparente naturalidad, sorprendentes relaciones, como cuando unas palabras se ven en el espejo de la poesía estrechamente unidas a otras con las que forman lo que los críticos literarios suelen llamar imágenes arriesgadas, palabras que, en el hablar de cada día casi no se conocen.

Pero, es así que en la vida cotidiana no mantenemos relaciones sólo con personas, sino también con cosas, que nos acompañan, unas muy cerca, otras desde alguna distancia, y que también forman parte de nuestro estar y nuestro deambular por espacios abiertos y cerrados.

Chema Madoz hace ver en sus fotografías de objetos lo que no se puede ver, porque no se conforma con mirarlos, sino que ve en ellos unas relaciones, que, al manifestarlas, produce en el espectador un cambio en el modo de percibir la realidad, la natural y la fabricada, tan `posible como al que está acostumbrado.

Se diría, no que el artista las ha soñado, como bien ha declarado, sino que ha pillado a las cosas soñando y las ha captado en su soñar. La obra de Chema Madoz salva del olvido los sueños de las cosas, a cuyo fin el artista pone en acción su arte y su oficio, no para crear mundos paralelos, distintos, sino para alumbrar muchas de las posibilidades que encierra este único mundo posible, y que el propio mundo oculta a las miradas distraídas.

La obra de Chema Madoz es una invitación, no tanto a ahondar en la realidad, como a percibir que lo hondo de la realidad está en su superficie, donde ofrece un muestrario de formas distintas impredecible. Por eso, las fotografías de Chema Madoz son como poemas que dicen lo que no se puede decir, fuera de ellos.

 

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