
‘Música para Hitler’ se estrenó en Santander: cuando Pau Casals dijo NO a Hitler. Teatro espinoso en tiempos convulsos
Música para Hitler – Teatro – Sala Pereda – 7 y 8 de marzo
3 de noviembre de 1943. Europa está en guerra. La Alemania nazi ocupa y controla toda Francia, sin depender de gobiernos títeres de Vichy. En un pueblo de los Pirineos Orientales franceses -Prades- una pareja de 66 y 64 años vive exiliada en una casa de nombre Villa Colette desde la que se ven las cumbres del emblemático monte Canigó. Es el día del cine en Perpiñán. Ellos son Pau Casals -violonchelista eminente, músico universal-, su exalumna Francesca Vidal (cariñosamente ‘Títi’) y Enriqueta Casals, la sobrina de 21 años que vive con ellos. Personajes reales que ven a media tarde la llegada de un coche alemán. Esto ocurrió, pero, ochenta años más tarde, es ficcionado en una obra de teatro estrenada el pasado viernes en Santander. Nadie sabe lo que pasó en el piso superior de esa villa (en la planta baja vivía la familia Alavedra, algo que no se dice), pero “Música para Hitler” quiere recrear lo que pudo suceder. Cuatro actores sacan adelante con pasión un difícil enfrentamiento entre un oficial alemán que tiene que cumplir la misión de convencer al músico para tocar en Berlín en un concierto con motivo de la celebración de los diez años en el poder del Führer, Adolf Hitler, y una familia pendiente de las terribles consecuencias de esta visita. Un duelo interpretativo de altura.
Con una sencilla y circular escenografía todo trascurre en una larga tarde-noche (acaba todo pocos minutos después de medianoche) con un largo primer episodio de planteamiento del problema y un más corto segundo episodio de desenlace. Antes -y comienzo de la obra-, Cristóbal Suárez (actor de paisano y en camiseta) va vistiéndose de oficial nazi mientras explica la importancia de la música de Bach y su Suite nº 1 en sol mayor (BWV 1007), cuyos fragmentos suenan a lo largo del espectáculo y son el centro del gran giro final. La relación dialéctica entre música y nazismo está detrás de muchos diálogos (menciones a Furtwangler o Karajan) con la presencia permanente de un violonchelo en escena que es expuesto varias veces con el zafiro real en las volutas del instrumento. Curioso detalle mezcla de ficción y realidad: en escena hubo durante el 50 % de la obra tres violonchelistas.
El argumento avanza a través de capas emocionales que impactan, discursos de odio junto a discursos de paz, visiones del mundo contrapuestas, pero una de ellas con pistola y media Europa a sus pies. Por eso los silencios dicen mucho en la obra en momentos clave. Y clave es descubrir que Johann -oficial alemán- también es violonchelista y quiere recibir una clase del maestro Casals. La recibe con advertencias: “Lo más importante en la música es lo que no está en las notas” y “La música no tiene fronteras”. Una clase que casi cierra los inquietantes ochenta minutos de tensión mantenida. Solo quedaron la llamada del “NO”, el volver Casals-Hipólito a tocar a Bach y un prescindible y fuera de lugar saludo nazi final (antes hubo algunos, pero ¿hacía falta este cierre nada amable?).
Resumen elogioso: ¡Actorazos! Carlos Hipólito excelente en su papel de músico comprometido con la vida. Kiti Manver maravillosa con sus detalles de humor y presencia escénica. Cristóbal Suárez interpretando un malo con convicción y clases de violonchelo detrás. Marta Velilla discreta y eficaz en sus breves apariciones. Los autores Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio han sabido acertar con la historia, aunque hay mucha reelaboración libre de los acontecimientos (Casals no estaba tan deprimido, tocaba y estaba componiendo un oratorio).
Cristóbal Suárez – Salón de actos Colegio Magallanes – 6 de marzo
Existe en un colegio de Santander una escuela de teatro donde en horas de clase los más pequeños del cole con tres, cuatro, cinco o seis años hacen sus improvisaciones, representaciones y aprendizajes: el grupo de teatro Roberto Enríquez del CEIP Magallanes. De vez en cuando les visita un actor o actriz conocido que comparte con ellos inquietudes, consejos y responde a sus dudas. La semana pasada les visitó Cristóbal Suárez (Madrid, 1976), el actor que tan pronto participa en La que se avecina como en Amar en tiempos revueltos o Vota Juan. Un actor de altura.
¿Qué querías ser de pequeño? Respuesta feliz: “Yo quería ser Superman y quería ser portero de futbol y ser un cromo de Arconada. De pequeño tenía un armario lleno de cosas y me gustaba disfrazarme”. Insistencia: “Un día me llevaron al teatro a ver La vida es sueño y cuando vi al actor principal encima del escenario yo quise ser eso”.
¿Te gusta ser bueno o malo? Un secreto como contestación: “Tengo más papeles de malo. Como actor te sale más a cuenta para que te conozcan hacer de malo. Lo malo en la vida es malo, pero ser malo encima de un escenario es más divertido porque puedes jugar a hacer cosas que no haces en la vida”. Explicaciones sencillas para gentes menudas que todavía no ven claro que es eso de ser actor, salvo salir en la tele y ser famoso/a.
Cristóbal encantó durante una hora y se descubrió que algo sabe de niños pequeños. Los adultos presentes descubrimos la parte tierna y humana de alguien con hijas a las que lleva todos los días al cole, que produce obras para niños y jóvenes y que tiene problemas en los aviones cuando viaja con la pistola falsa de su papel en Música para Hitler: aparece en el scanner y hay que dar explicaciones. Una confidencia final: “Lo que más me gusta del teatro es el silencio de los espectadores. ¡Todo el mundo te escucha! ¡Es algo mágico!”. Mago Cristóbal.