
Rendir cuentas
Ante la negativa de Hamás, que no aceptó demorar el inicio de la segunda fase tanto tiempo como exigían los líderes israelíes, el equipo de Netanyahu dio otra vuelta de tuerca el pasado domingo anunciando que cortaba el flujo humanitario hacia el enclave palestino. El bloqueo de agua, comida, combustible y medicinas a las puertas de la franja de Gaza no solo supone una violación de la tregua, sino también de la legislación internacional. Además, los bienes que Israel está bloqueando no son originarios de Israel, sino de terceros países que ven cómo sus donaciones no llegan a sus destinatarios.
Pero ¿es que alguien pensaba que iba a ser diferente?
Malditos.
Durante apenas unos pocos minutos y al hilo del bloqueo del agua y la comida en la frontera de Rafa´a por parte de Israel, se me ocurrió que tanta barbarie junto con tanto sufrimiento, sangre, heridas, hambre y humillaciones sobre los palestinos no podían ser verdad y que esta situación debería tener un peso, un peso específico, solo como pesadilla. También pensé que era imposible que esa clase especial de genocidas sin humanidad, pudiera existir en esta miserable Tierra, que solo podían ser elementos de un raro y peligroso mineral, maléficas monedas de curso legal solo posible en los lugares de ejecución, en los hospitales de guerra, en los mataderos de animales como monumento a un horror fuera siempre de todo tiempo y lugar. Lo peor es que nadie puede decirme cuando acabará esta pesadilla.
Y quizá mi locura sea pensar que todo el mundo tiene dos dedos de frente, quiero decir que entiende que las guerras, todas las guerras, pero sobre todo las de ocupación, son pura barbarie. Pero, ¿quién decide lo que es y no barbarie? Porque, hasta ahora, han sido siempre los mismos. Y esos suelen decidir que lo que a ellos les viene bien siempre se puede hacer. Y lo hacen: desde la creación de Israel en tierras de la Palestina histórica al resort vacacional en Gaza; desde la bomba atómica a la Guerra del Vietnam; desde el envío de armas a Ucrania a la creación de las fuerzas talibanas…. Sin dejar, eso sí, ni un solo minuto de trabajar por su magnífica y democrática civilización, por sus magníficos y democráticos derechos humanos y por la biblia en verso (y nunca mejor dicho).
Claro que de los mundos otros, ni preocuparse. Hablo de esos mundos que gracias a su sangre y a sus riquezas han sido siempre el sostén de nuestras comodidades; hablo de todos esos pueblos, hasta hace poco siervos, que desde hace algún tiempo han empezado a levantar la cresta y a decir basta y ya no es posible tratarlos como pobrecitos ni organizar para ellos campañas de Domundque se pasan, con toda razón, por el forro. Y claro, con una actitud tan díscola como esa y con tantas exigencias en defensa de sus propios derechos, han venido a estropear por completo el discurso de NUESTRA historia, un discurso tan claramente diseñado en defensa de nuestros intereses que da dentera.
Y como consecuencia de esa dentera, nuestras quejas:
Pero ¿qué hacéis panda de desagradecidos? ¡Mirad la que estáis organizando!
Pero como han dejado de ser pobrecitos, el descriteriado ese, de cuyo nombre no quiero acordarme, propone sin que se le caigan los anillos, una limpieza étnica masiva en Gaza. Y entonces, ¿cómo respondemos? ¿cómo responde nuestro gobierno?
Somos testigos no solo de un fracaso moral sino de una conducta que ha cruzado la línea de la complicidad con los crímenes de guerra. ¿Verdad Margarita? La opinión pública merece saber cómo se toman las decisiones a puerta cerrada que atañen a la venta de armas. Cómo la disfunción sistémica permite al gobierno de España perpetuar el daño mientras se protege del escrutinio y en lugar de aconsejar a los ministros que suspendan la venta de armas, nuestros probos funcionarios recurren sin vergüenza a todo tipo de tácticas dilatorias y excusas (“Si dejamos de vender armas, se cerrarían las fábricas, y si se cierran las fábricas, se perderían puestos de trabajo. No podemos permitírnoslo”).
Los continuos bombardeos de Israel sobre Gaza han matado a miles de civiles (más de 48.000 y los que siguen matando en Gaza y en el resto de Palestina). Han destruido infraestructuras civiles vitales en acciones claramente incompatibles con el derecho internacional, y sin embargo, la venta de armas a Israel sigue y sigue basándose en los mismos procesos viciados y tácticas evasivas.
Y el modo en que el Gobierno trata estas cuestiones es de auténtico escándalo: se intimida a los funcionarios para que guarden silencio, se manipulan los procesos para obtener resultados políticamente convenientes, se ponen trabas a los denunciantes, se les aísla y se les ignora pues el sistema, queridas y queridos, no está diseñado para asumir responsabilidades, sino para protegerse a toda costa.
Y hasta aquí hemos llegado.
No permitamos que nuestros políticos cambien vidas humanas por conveniencia política. O económica. YA BASTA. Ha llegado el momento de rendir cuentas.