
Despejan los Jardines de Pereda de enseres de personas sin hogar antes de una visita de Ana Botín por la instalación de una placa a Emilio Botín
Entre la fuente de los meones, a un extremo de los Jardines de Pereda, y el Centro Botín, hay 210 metros andando. Y 130 entre el equipamiento cultural de Renzo Piano y el aparcamiento de Correos (muy pronto ese edificio perderá protagonismo visual ante el proyecto del Archivo Lafuente en el que trabaja ahora COPSESA)

De este espacio se han retirado los enseres de una persona sin hogar que solía estar allí
Desde la base del edificio, donde se instaló este viernes una carpa para albergar el acto de instalación de una placa al fallecido Emilio Botín, promotor del espacio expositivo y artístico, apenas se ve la fuente, rodeada de arbustos, tras la escultura de Concha Espina, y tras varias casetas de obra ligadas al futuro
Allí suele depositar sus cosas una persona, que no hace noche allí, un hombre que pasa allí el resto del día, y cuya presenció no molestó al rey de España, Felipe VI –ni a su exigente dispositivo de seguridad y protocolo-, en su última visita al mismo entorno, hace prácticamente un año, a una exposición.
Pero sí ha sido percibido como incómodo para quien gestionara la visita de Ana Patricia Botín, presidente del Banco Santander, a la capital cántabra, este viernes, de cara a la instalación de una placa en reconocimiento de su padre, Emilio Botín, ya fallecido, promotor del edificio que lleva su apellido.

Inauguración de la placa.
21 MAR 25
Operarios municipales han retirado este viernes –no otro día- los enseres de esta persona, así como otros en las inmediaciones del aparcamiento, en una operación (sic) de limpieza que evoca a la desaparición de las mujeres que ejercían la prostitución en la zona hace años, y que tras las obras nunca volvieron a ese lugar.
Es cierto que es relativamente frecuente que se ‘despeje’ esta u otras zonas de los rastros de personas sin hogar, por ejemplo, cuando se recibe alguna llamada de denuncia vecinal. Pero en este caso, se ha producido este viernes.
No muy lejos en el espacio, en la calle Isabel II, y no tanto en el tiempo, hacia finales de 2023, se dio un paso más allá y más drástica al instalar cerramientos en los locales vacíos desde hace años ante las quejas vecinales y mediáticas que describían una calle en decadencia y sin gente y que lo atribuían a la presencia de personas sin hogar durmiendo en la parte no interior de esos establecimientos.
Fue una desconcertante descripción que sorprendía, ante la ubicación en esa calle de negocios de hostelería concurridos y de grupos de los que meditan sus emplazamientos como La Gallofa, a apenas una calle del edificio de Zara y de una calle peatonal llena de tiendas de ropa o cafeterías –anexo a lugares institucionales como un centro de salud o la sede de la Seguridad Social o edificios de oficinas-, y en la que durante años se nos dijo que el influjo del Centro Botín y del ferry –de los cruceros en general- actuarían como elemento dinamizador de un centro urbano en el que la explosión turística de los últimos años nos trae imágenes de más trasiego del acostumbrado. Y que restringía el problema del comercio a un único factor y una única zona de la ciudad, obviando otras calles con menos movimiento o más locales cerrados, o fenómenos como los centros comerciales o la extensión de la compra online.
700 locales comerciales han cerrado en Santander en el último lustro
Algo que, por cierto, generó su propio efecto llamada, con verjas extendiéndose a otros de los muchos locales vacíos en Santander, cuyos propietarios tienden a mantener unos precios, sin adaptarse a la realidad del mercado, que sólo pueden pagar las grandes franquicias.
Fue, en cualquier caso, de algún modo coherente con otra actitud que también han visto los santanderinos, como la instalación de cuchillas en la frontera que es el Puerto de Santander con la ciudad, que la Autoridad Portuaria quiso extender a todo su perímetro –algo que no sucedía ya ni en la frontera sur española, con un obvio mayor movimiento– hasta que ‘descubrieron’ nuevas herramientas de control de tráficos como la seguridad privada o los drones de vigilancia, que se sumaron a la labor de la propia Policía Portuaria y la actividad de la Guardia Civil.
En ambos casos, a las personas sin hogar de la calle Isabel II y los migrantes que trataban de acceder al Puerto, prácticamente siempre sin éxito –hay que recordar eso, porque siempre se pintó un panorama en el que entraban todo el tiempo y se pervirtió el lenguaje, llamando polizones a quienes ni siquiera conseguían embarcar-, se las invistió de un poder impresionante.
De pronto, grupos de personas sin siquiera un techo o agua caliente, sin ingresos ni acceso a los medios de comunicación, eran capaces de poner en jaque al mayor activo de la economía cántabra –así se presenta al Puerto de Santander por parte de sus propagandistas, incluso de aquellos que lo describieron como «la casa de tócame Roque» o un «campo de trabajo de las mafias»- o a una de las arterias comerciales de la ciudad. Escuchando, parecíamos vivir en una ciudad en los que los y las sin nombre eran más fuertes que los de los apellidos engarzados con guiones o los grandes fondos con nombres en inglés.
Quienes trabajan con personas que no tienen dónde dormir recuerdan que la ciudad cuenta con un recurso público, el Centro de Acogida Princesa Letizia –en Candina-, infrautilizado ante unas normas de entrada que limitan los días de estancia y que excluyen a distintas situaciones que sufren las personas que ‘viven’ en la calle –un recurso que además esta legislatura se beneficia de ingresos extra gracias a la sintonía Ayuntamiento-Gobierno—.
Las plazas podían ser mayores no sólo si se lograran poner en servicio las ya existentes, sino si se contara con lo que se denomina centro de bajas exigencias –precisamente por tener requisitos menos duros de acceso–, que el equipo de Gobierno desistió de construir pese a haber iniciado los trámites, ante las primeras críticas vecinales o de la extrema derecha.
No existe mucho rastro de aporofobia (ataques y agresiones contra las personas en exclusión social o económica) en las estadísticas de delitos de odio: si ya existe una infradenuncia en la mayoría de delitos de odio, como los de racismo y orientación e identidad sexual, en el caso de las personas sin hogar, sus propias particularidades lo dificultan en extremo. En cualquier caso, como en todos los casos de delitos de odio, el primer paso para la agresión física se da siempre con una palabra. Y muchas veces se pronuncian desde instituciones o partidos políticos.
En Cantabria, trabajan en la ayuda a personas sin hogar, en exclusión o en riesgo de exclusión entidades como EAPN, Cáritas, Nueva Vida, La Cocina Económica, Cruz Roja, ACCAS, Secretariado Gitano, MPDL, entre otras.
📢 Rompe el algoritmo, decide tú de qué se habla. Comparte esta información por tus redes o en tus grupos.
❤️ Podemos hablar de sinhogarismo y políticas públicas gracias a apoyos como el tuyo. Súmate y hazte socia o socio de El Faradio por 5 euros al mes 👉 https://www.elfaradio.com/hazte-socio/
Noticias relacionadas:
- EAPN invita a la ciudadanía de Torrelavega a ponerse en los zapatos de quienes viven en la calle
- El informe AROPE sobre la pobreza aboga por una Ley autonómica de vivienda que recupere su función social
- El riesgo de pobreza aumenta en Cantabria pese a la mejora de los datos estatales
- «Las políticas que apuestan por la ampliación de derechos sociales están funcionando»
- «Los inquilinos tenemos que empezar a negociar en bloque para tener más fuerza, como pasa en el mundo del trabajo»
- «Ocho de cada diez beneficiarios potenciales del bono social eléctrico no lo reciben»