Ormusa: la reivindicación de lo que aportan las mujeres a través de los cuidados en El Salvador

ACPP y la Asociación de Mujeres Teda (la antigua Arquia) se han unido para hacer un podcast sobre mujeres y cuidados en Campoo. Pero también han tenido espacio para hablar con Carmen Urquilla, representante de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA) para comprobar la visión que se tiene en un país del otro lado del Atlántico
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Al igual que por aquí, en Cantabria, hemos tenido la oportunidad de disfrutar de eventos tan bonitos como los que se han llamado ‘Mujeres cantan a mujeres’, donde han participado voces firmes, femeninas, bellas e inspiradoras, El Faradio ha sido testigo y ha colaborado con un proyecto que consistía en que las mujeres de Campoo hablasen sobre sus vivencias, las de hace mucho tiempo y también las más recientes.

Dentro de todas esas conversaciones, una fue de las mujeres campurrianas con Carmen Urquilla, que forma parte de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz, ORMUSA. Querían escuchar lo que tenía que contar una mujer activista de un país que tiene sus dificultades particulares y saber cómo reaccionan y se organizan las mujeres para que haya un avance en el ámbito de la defensa de sus derechos, de la igualdad respecto a los hombres y también en el ámbito de la corresponsabilidad.

Urquilla señala el cambio fundamental que han tenido que hacer: subrayar lo que valen los cuidados, lo que aportan a la economía de su país. Mujeres que no tienen un trabajo y no aportan dinero a la economía del hogar, pero aportan todo lo que hacen en su casa, la crianza de los hijos y también poder cuidar a otras personas, vivan o no vivan en su hogar, como puedan ser padres y suegros, pero también a vecinas y vecinos. Es un aporte fundamental que no se suele cuantificar.

Además, la activista salvadoreña destaca que encargarse en solitario de los cuidados supone un freno para muchas mujeres. Detectaron que era habitual que mujeres fuesen a sus reuniones con los niños a cuestas o que no se presentase, precisamente, por no tener a nadie con quien dejarlos. Se veían impedidas para participar. Les suponía una dificultad para hacer trámites burocráticos. Y también veían que eso se convertía en una barrera para encontrar un trabajo.

Volcarse en los cuidados y no incorporarse al mercado laboral también se convierte en un problema para mujeres que se separan de sus maridos, porque los órganos judiciales se inclinan por darle la custodia a los padres, por tener un sueldo, pero las activistas empezaron a señalar que, si la madre es quien se ha encargado de la crianza, también es normal que siga teniendo a los hijos, y que el hombre contribuya a sus necesidades.

Así pues, Ormusa ha trabajado para que las instituciones municipales dotaran servicios de cuidados de niños para que las mujeres puedan participar de la vida social y laboral. La organización se encargaba de construir los espacios de participación, pero reclamaba ese servicio.

De esta manera, Urquilla relata que veían a «mujeres que no estaban organizadas» y al final han terminado conformando «asociaciones municipales de mujeres», y algunas «incluso llegaron a tener cargos en las alcaldías, en las municipalidades, eran parte del consejo municipal». Es decir, han salido de su casa y se han convertido en protagonistas de políticas municipales en diversos territorios. Un logro que no parecía posible hace no tanto tiempo.

«Eso creo que también les ha hecho a muchas mujeres cambiar su forma de criar a sus hijos, tener unas crianzas un poquito más progresistas, sin tantas cuestiones tradicionales, inculcándole otro tipo de valores a sus hijas e hijos», afirma Urquilla. Todo un cambio social.

Un cambio en un momento complicado, por la realidad que vive El Salvador. Un país donde había un gran control por parte de las pandillas, y eso ha cambiado, pero con una política que también ha tenido consecuencias muy duras para las mujeres. Han pasado de sufrir violencia directa o ponerse en riesgo de sufrirla si querían liderar alguna iniciativa que se enfrentara a comportamientos mafiosos, a ver limitados sus derechos y no saber nada de un familiar que hubiera sido detenido por las fuerzas del orden.

De una u otra forma, antes y ahora, la seguridad no está plenamente garantizada. Hay mujeres que han pasado de tener miedo de las pandillas a tener miedo de los soldados o los policías, porque también ejercen violencia sobre las mujeres, también sobre las adolescentes. Y hablamos de violencia sexual también. Ormusa habla de altos índices de embarazos en niñas y adolescentes ligados a esa violencia sobre las mujeres, a lo que se añade la prohibición de abortar en el país. La solución para varias mujeres ha sido marcharse a Europa para poder buscar una vida más digna, y donde se han empleado en labores relacionadas con los cuidados.

Urquilla citaba una encuesta realizada en El Salvador en 2017 sobre el uso del tiempo. No se ha vuelto a hacer ninguna más. «Y ya en esa encuesta salían datos como que las mujeres utilizaban hasta 18 o 19 horas de trabajo no remunerado por estar cuidando niñez o por estar cuidando personas enfermas o adultas o personas con discapacidad o dependientes».

Denuncia Ormusa que la falta de seguridad se ha combatido limitando derechos constitucionales, bajo un régimen de excepción que ha llevado a muchas personas inocentes o con simples sospechas a la cárcel, y eso ha obligado a mujeres a ir a las cárceles para buscar a hijos, maridos, padres, etc, sin ninguna garantía de encontrarlos, y teniendo que dejar a personas a cargo de otras familiares. Y también a buscar alimentos o medicamentos que necesitaban y que el estado no les proporcionaba.

Urquilla refiere problemas severos en cuanto a la calidad de la Educación de el Salvador, por falta de materiales y deterioro de los centros escolares. Y también en la Sanidad, por falta de medicamentos, reducción de especialistas en los hospitales y malos salarios en el sector, además de un incremento en la violencia hacia los profesionales sanitarios. O también en el sistema de dependencia, donde sí hay políticas de cuidados, pero que no son cuidados de calidad.

Ante esta tesitura, Ormusa se reivindica como una organización que ha tratado de impulsar medidas en las comunidades para que las cosas funcionen mejor. Sí cuentan que hay comunidades que están más preparadas y organizadas para hacer frente a las necesidades de la ciudadanía, pero no ocurre en todos los lugares de igual manera. La organización comunitaria se convierte en piedra angular de la vida.

Urquilla cuenta que se proponen constantemente medidas a las autoridades municipales para mejorar en el asunto de los cuidados, que haya una ayuda más efectiva a las mujeres que lo requieren y que se fomente «una construcción participativa de las mujeres en los territorios», pero el momento que vive el país dificulta que esto cristalice.

Todo podría empezar por un reconocimiento del trabajo de las mujeres y lo importante que resulta para que la sociedad pueda avanzar. Ser conscientes del aporte a la economía de los cuidados que llevan a cabo las mujeres, y que se empiece a orientar la política hacia la ayuda a estas personas que, en muchos casos, tienen que seguir cuidando incluso cuando ellas mismas requieren de cuidados por su estado físico y/o su avanzada edad. Se necesitan programas sociales y dar ingresos mínimos y un acceso mucho mayor a la salud para que no sean mujeres que, tras toda la vida cuidando, terminen en condiciones de pobreza extrema.

Además de la conversación con Ormusa, este proyecto ha contado con conversaciones con asociaciones de mujeres de Campoo, promovidas por Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), y realizadas por la Asociación de Mujeres Teda. Este es el resumen de todas ellas:

Y aquí se pueden escuchar todos los podcast resultantes de esas conversaciones:

Los cuidados, contados por mujeres de Campoo: «Con 15 años me eché novio y si quería salir tenía que llevar a algún hermano conmigo»

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