
Cómo no ser bestias
¿Existe alguna solución?
Ojalá lo supiera.
Quizá la gran locura haya sido pensar que todo el mundo, por tener dos patas, debería ser humano, lógico. Con eso quiero decir que no deberíamos identificarnos con el papel de espectadores, como si la cosa no fuera con nosotros ante genocidios y exterminios monstruosos en los que la gente muere sólo y exclusivamente por el ansia de poder de una patulea de asesinos protegidos por unos padrinos tan deleznables como ellos ante la mirada perdida de un continente (europeo) y de una civilización que se dice civilizada.
Pero ¿quién tiene que decidir? Nos dicen que nuestros representantes trabajaron siempre por nuestra magnifica y poderosa mierda de democracia y resulta que ellos, los otros, recién salidos de la caverna de su tradicional victimismo – gracias al cual tuvieron siempre una justificación para sus peores instintos, van y estropean el curso de la historia de la humanidad, tan lógico, tan prometedor y tan claramente prescrito por el futuro con con sus obsesiones bíblicas, resucitados de todos los pasados, los más antiguos y los más modernos, malditos sionistas
¡Y mira lo que han provocado al derrumbar las fichas de este macabro dominó en el que se ha convertido la política! Sabemos quiénes son pero, nosotros, a nosotros mismos, ya no nos reconocemos: los viejos fantasmas han salido de los armarios: el genocidio, el frio y el hambre, la destrucción de la tierra y todo lo que en ella habita, la guerra… Y, mira por dónde, parece que ahoralos civilizados, demócratas, blanduchos europeos no podemos ocuparnos de todo al mismo tiempo entrelazado como está en una vorágine de horrores que nadie ha conseguido cartografiar del todo.
Si no me creen, echen una mirada al mapamundi.
Cada frontera, en cada país, está abrevada de sangre inútilmente vertida: visiones atroces humeando incansables desde los mapas, un sufrimiento que cuesta concebir que algún día fue real despliega hoy sus horrores ante nosotros. Y se repite. Se repite. En Palestina. Pero también en otros muchos lugares. Y nosotras, las humanas y los humanos devenidos en algo parecido a las bestias, somos incapaces de reconocer este sufrimiento. Un sufrimiento, que siempre habíamos creído algo identificable como un mineral que no se daba en ninguna otra parte del universo, una moneda de curso legal en la que los cadáveres de los inocentes, la sangre, las heridas, las enfermedades, las humillaciones deberían ser sí o sí tenidas en cuenta sin ninguna clase de disculpa.
Pero en el entretanto, incrédula, la Europa de los supuestos humanos, no se atreve a intervenir porque piensa que los detonantes de esta situación son fantasmas del pasado, anacronismos con los que, en realidad, hace tiempo que ha acabado sin darse cuenta que, una vez más, se está dejando despedazar por las mismas bestias de siempre: Racismo, colonialismo, dinero, poder.
Thatisthequestion