
Maruja, Leonora, María y las demás
“No hay que pintar lo que se ve, sino lo que se conoce con el ojo interior”, decía Maruja Mallo, protagonista hasta septiembre de una imperdible exposición en el Centro Botín sobre una de las referencias artísticas de la Generación del 27. La muestra, un acontecimiento único, nos permite explorar sus conexiones con otras artistas cántabras o vinculadas por Cantabria que no sólo volcaron a su obra ese “ojo interior”, sino que crearon una constelación de valores, referencias y destinos interrelacionados a base de compartir esas miradas particulares en sus respectivos espejos.
Son artistas nacidas en Cantabria como María Blanchard, afincadas aquí toda su vida como Gloria Torner, o vinculadas con nuestra tierra por la desgracia, como Leonora Carrington, o por la exposición ‘Máscara y compás’ del Botín y la especial relación de la Generación del 27 con Santander (donde estaba la Universidad Internacional o sigue la Casona de Tudanca).
Maruja Mallo: transgresión y compromiso, surrealismo y geometría, naturaleza y cuerpo
Maruja Mallo (1902-1995), pintora vinculada a la Generación del 27, fue una figura central en la vanguardia española. Su obra transita desde el realismo mágico hasta una estética cósmica, marcada por cuerpos flotantes, símbolos rituales y una geometría abstracta.
Estuvo comprometida con la II República, hasta el punto de exiliarse con la dictadura, y fue muy crítica con la “mafia santa” de la Iglesia. En piezas como ‘Canto de espigas’ o ‘La religión del trabajo’, representó a las mujeres campesinas como figuras sagradas, alejándose del canon religioso y acercándose a una espiritualidad pagana y telúrica.
Leonora Carrington: el arte como alquimia personal
Leonora Carrington (1917-2011) vivió en Santander en 1940, donde fue internada en un sanatorio psiquiátrico tras un colapso nervioso provocado por la detención de su pareja, Max Ernst. En su libro ‘Memorias desde abajo’, denunció las torturas sufridas en el sanatorio del doctor Luis Morales. Su paso por la ciudad marcó profundamente su obra. Carrington creó un universo onírico poblado de mujeres mágicas, animales simbólicos y escenarios rituales. Obras como ‘La giganta’ o ‘La debutante’ muestran su visión de lo femenino como fuerza transformadora.
María Blanchard: el cuerpo como herida y lenguaje

María Blanchard
María Blanchard (1881-1932), nacida en Santander, fue pionera del cubismo y del expresionismo.
Su obra se caracteriza por una profunda carga emocional y espiritual.
A través de figuras femeninas introspectivas y angulosas (‘La comulgante’, ‘Niña con vestido azul’), Blanchard transformó su propio dolor físico por una deformidad que le acomplejaba en estética.
Mientras el cubismo descomponía las figuras en un ánimo de reconstruir un nuevo mundo, ella lo hacía buscando la sanación.

Gloria Torner
Gloria Torner: paisaje, abstracción y emociones
Gloria Torner (1934) es una de las voces más reconocidas del arte cántabro. Su pintura, centrada en el paisaje urbano e industrial de Santander, se convierte en una geografía emocional. Torner no representa el paisaje, sino el sentimiento del mismo.
Las constelaciones se unen
Estas artistas no formaron un colectivo ni compartieron una misma generación artística –ni siquiera temporal-, pero sí están unidas por distintos factores, de la sensibilidad al olvido, de la ruptura a los temas comunes.
-Conocimiento y relaciones: Aunque compartieran tiempo, es poco probable que Maruja Mallo y María Blanchard llegaran a coincidir, ya que Blanchard murió en 1932 y Mallo aún no había comenzado su etapa de exilio. En cambio, aunque no sabemos si coincidieron físicamente, Mallo y Carrington compartieron tiempo histórico, contexto artístico, ideas y exilio. Gloria Torner, de otra generación, conoció –y elogió y se inspiró en- la obra de Mallo a través de la UIMP, la institución que tiene su antecedente en la Universidad Internacional de Verano, la UIV, de Santander, otro de los proyectos de extensión de la cultura fomentados desde la II República, al igual que las Misiones Pedagógicas de las que Maruja Mallo formó parte.
-Lenguajes artísticos personales desde los márgenes: Ninguna encajó plenamente en los estilos dominantes de su tiempo. Maruja Mallo, primero desde un surrealismo y vanguardia imperantes en la época, evolucionó hacia una geometría simbólica. Leonora Carrington construyó un surrealismo esotérico. María Blanchard humanizó el cubismo. Y Gloria Torner desarrolló una abstracción emocional ligada al territorio, e incluso ha ‘coqueteado’ con las nuevas tecnologías, el collage o la composición digital.
-Compromiso ideológico y ruptura con lo establecido: Maruja Mallo defendió la II República y criticó activamente los convencionalismos sociales, en especial los religiosos, al igual que Leonora Carrington, cuya postura anarquizante se reflejó en su rechazo a la burguesía y al fascismo. María Blanchard se enfrentó a los prejuicios físicos y sociales que rodeaban su figura.
-El cuerpo como símbolo de poder, dolor y transformación: En Maruja Mallo, el cuerpo femenino es ritual, cósmico, un canal de conocimiento y poder. Leonora Carrington, que sufrió en lo físico por su violación múltiple y por el impacto de la tortura psiquiátrica a la que la sometió el doctor Morales, lo transforma en figura alquímica y mutante. María Blanchard lo fragmenta desde una vivencia real de dolor físico, logrando una iconografía de lo espiritual. Gloria Torner, desde su mirada el paisaje, insinúa el cuerpo como geografía emocional.
-Espiritualidades disidentes: Todas comparten una visión que se aleja del catolicismo hegemónico. Maruja Mallo se inspira en ritos paganos y campesinos. Leonora Carrington bebe del tarot, la alquimia y culturas precolombinas. María Blanchard expresa una espiritualidad íntima, cercana a lo místico. Sin tocar lo espiritual ni lo religioso, Gloria Torner aporta una «mística atlántica», una contemplación introspectiva desde la abstracción.
-La mirada a la naturaleza: las referencias paisajísticas, de lo macabro a lo telúrico, son una constante en Maruja Mallo, mientras que Leonora Carrington encuentra en los animales (el toro) símbolos de sus pulsiones por la libertad, además de la calma y religiosidad que tanto necesitó.

Mallo, Carrington y Torner vuelcan en los paisajes sus estados emocionales e ideas
-Capacidad de innovación y ser pioneras: Maruja Mallo llegó a ser considerada como la más surrealista de las surrealistas, el propio André Bretón le compró un cuadro. Tanto ella como Leonora Carrington se adelantaron en décadas a corrientes actuales, como el arte con perspectiva de género, la mirada a otras formas de religiosidad o el contacto con la naturaleza. María Blanchard destacó por darle un giro de tuerca humano al frío cubismo de la época. Gloria Torner supo darle un significado distinto a los tradicionales paisajes de la Bahía.
-El protagonismo de las mujeres (en plural y colectivo): Maruja Mallo dignificó a las mujeres representándolas como cuerpos sagrados, trabajadoras, sabias, nunca subordinadas. Leonora Carrington las convirtió en diosas, magas, animales míticos, alquimistas: reinas de un mundo interior que se rebela contra la razón. María Blanchard, desde la fragilidad, las retrató con dulzura y melancolía, mostrando vínculos íntimos con otras mujeres reales: hermanas, niñas, madres. Juntas componen un coro de voces visuales que reivindican a la mujer no como musa, sino como sujeto creador, activa, poderosa y diversa.

Maruja Mallo y Leonora Carrington pintaron a mujeres cargadas de dignidad y divinidad
-Falta de reconocimiento: el exilio y su condición de mujer llevaron a un olvido de Maruja Mallo que contrastó con su carácter pionero reconocido en su juventud, y no ha sido hasta recientemente cuando se ha empezado a reivindicar su legado, a lo que contribuye esta exposición en el Centro Botín. Leonora Carrington también fue sorteando poco a poco su olvido, a base de libros en torno a su vida y obra, o un museo monográfico en México, hasta llegar en 2023 a la gran retrospectiva de la Fundación Mapfre, con amplio impacto mediático y reconocimiento en los círculos artísticos, ser objeto de una obra de teatro de Alberto Conejero o abrirse cada vez más el debate sobre el contraste entre que su torturador tenga un parque a su nombre y ella no. Propuestas, no aceptadas, para sustituir el callejero franquista de Santander ya abogan por dedicarle una calle. Y María Blanchard, cuyo nombre puebla colegios e institutos, ‘vio’ como el Museo del Prado y el Reina Sofía se ‘pelearon’ por una obra suya. Gloria Torner está pudiendo disfrutar de reconocimiento en vida, con retrospectivas, años temáticos o la concesión de la Medalla de Plata del Santander que tanto ha pintado.
-Exilio: Maruja Mallo se exilió tras la Guerra Civil. Leonora Carrington huyó tras su internamiento en Santander y vivió en México. Si bien no fue un exilio político, María Blanchard pasó la mayor parte de su carrera en París.
-Su paso por París: todas tienen relación con París, la capital mundial del arte en la que expuso Maruja Mallo, visitó Leonora Carrington, vivió María Blanchard o expuso y retrató Gloria Torner.
Más estrellas en la constelación:
No son pintoras, pero tienen mucho que ver con el arte visual, con la ilustración científica o el audiovisual, y su injusta invisibilización hace que no podamos resistirnos a incluirlas y explorar sus conexiones.
-Luisa de la Vega: ciencia y arte al servicio del mar
Luisa de la Vega, ilustradora científica vinculada a la Estación de Biología Marina de Santander durante el siglo XX, documentó de forma minuciosa y precisa la biodiversidad marina del Cantábrico, permitiendo la divulgación científica en una época donde pocas mujeres participaban activamente en instituciones académicas. Aunque su obra no se expuso en museos, forma parte del archivo visual de la biología marina española y se inserta con justicia en esta constelación de mujeres que hicieron de la imagen una herramienta de conocimiento y sensibilidad.
-Sara Ontañón: de La Barraca al audiovisual
Sara Ontañón (1907–1968), miembro de La Barraca, montadora cinematográfica santanderina, fue una figura crucial del cine español del siglo XX. Trabajó en más de 50 películas, entre ellas ‘Calle Mayor’ de Juan Antonio Bardem o ‘El verdugo’ de Luis García Berlanga. Ontañón fue también activista cultural en su ciudad natal, donde fundó uno de los primeros cine-clubs
Más conexiones
Las podemos conectar con Maruja, Leonora, María y Gloria por su carácter de pioneras: Sara contribuyó a definir el lenguaje audiovisual de una época y fue esencial para el desarrollo del neorrealismo español; mientras que De la Vega logró aunar ciencia y arte.
O por su invisibilización posterior por una mezcla de motivos profesionales, políticos y, por supuesto, de género: a Luisa de la Vega le pesó la inmensa visibilidad y reconocimiento de su pareja, Augusto González de Linares, fundador de la Estación de Biología Marítima, y a Sara Ontañón, lo invisibilizado que de por sí está el trabajo técnico en el audiovisual, el menor peso de las mujeres en la industria y en la historiografía, además del trauma de toda una generación por el precipitado fin de La Barraca por el golpe de Estado y la posterior dictadura militar y su aversión a la cultura. Si Luisa de la Vega vivió el exilio de la falta de visibilidad de las mujeres en la ciencia. Sara Ontañón supo lo que fue lidiar con la censura.
La mirada a la naturaleza en busca de algo más que la contemplación nos vincula a De la Vega con Maruja Mallo o Leonora Carrington.
Incluso, otra mujer que no es pintora, pero sí plástica y pionera, María García del Moral (1893–1956), la primera fotógrafa profesional documentada en Cantabria y una de las pocas mujeres que ejercieron durante las primeras décadas del siglo XX, haciendo que una mujer, ella, pasara a retratar en un momento en que se limitaban a ser objeto de retratos. Nacida en una familia burguesa, culta y republicana de Santander —hija del abogado y político federal Paulino García del Moral, cercano a Menéndez Pelayo y a Pérez Galdós—, creció en un entorno vinculado al reformismo liberal, al pensamiento científico y al impulso empresarial local, Fue una de las primeras mujeres en participar sola en actividades del Ateneo de Santander –no era posible-, según ha investigado Manuela Alonso Laza, coordinadora del Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS.
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