«Cuando quieres darte cuenta, el turismo lo invade todo»

El antropólogo José Mansilla, invitado el viernes al Colegio de Arquitectos, ve el McDonalds en el Mercado de Puertochico como un caso inusual
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José Mansilla, antropólogo –de hecho, el antropólogo perplejo–, especializado en urbanismo y conflicto –lo que en los últimos años le ha llevado a ser una de las voces de referencia para el análisis del impacto del turismo—llega este viernes a Santander, al Laboratorio del Pensamiento Arquitectónico, nueva iniciativa del Colegio de Arquitectos –a las 18.00 en la sede Ricardo Lorenzo, en Los Aguayos–.

Y lo hace procedente del futuro, es decir, de Barcelona. Una ciudad que, lejos del tópico que se intenta garabatear de que está atacando al turismo y perdiendo visitantes –cosas así hemos leído en prensa y redes—lo que constata es que siguen subiendo –aunque baje el gasto—y que a día de hoy el 14% del PIB y el 16% del empleo están centrados en esta rama de la actividad económica.

Esto alto peso de un sector, que incluso ha hecho retroceder a otros que definían a Cataluña, como la industria, refleja las tensiones a las que se enfrenta un territorio que se haya lanzado a esta apuesta sin ningún tipo de mira o regulación a medio o largo plazo. El proceso en el que nos encontramos inmersos en este momento en Santander (donde sus gobernantes presumían este verano de estar “maravillosamente desbordados”) y una Cantabria que, advierte, está ganando atractivo por la comparación de las temperaturas respecto a otros donde el cambio climático está perjudicando. Fenómenos como las segundas residencias de lujo o el trabajo en remoto desde el medio rural suman presión al territorio.

«El turismo es un sector fácil de poner en marcha pero difícil de contener o redirigir una vez está en funcionamiento. Es muy transversal, absorbe otros sectores y, cuando quieres darte cuenta, lo invade todo (…) Parar un mecanismo que ya está en marcha, con una inercia tremenda, es casi imposible», advierte, desde la experiencia y el análisis que lleva haciendo años, entrevistado por EL FARADIO.

Los negocios ligados al turismo se ven como ingresos rápidos a nivel empresarial, porque «es mucho más fácil poner en marcha una actividad turística porque implica una inversión mínima”, mientras los gastos de marketing los asume el sector público con sus campañas de promoción (imaginad un sector de actividad en el que la publicidad para atraer clientes corriera a cargo de los impuestos de todos).

Mansilla indica que los países que se suelen admirar por su sistema productivo tienen niveles de PIB vinculados al turismo «inferiores al 3%», mientras que «en España ya estamos cerca del 13%, si no lo hemos superado».

Este investigador explica el concepto que se utilizaba de “burbuja turística”, es decir, la concentración de esta actividad en espacios concretos (la primera línea de playa, los cascos históricos más monumentales), fuera de los cuales seguía desarrollándose la vida cotidiana.

Esa burbuja, señala, se ha roto: «El turismo, para crecer como actividad capitalista, necesita romper cualquier barrera. La ruptura de la burbuja significa que el turismo está ahora en todos sitios y se te mete en la puerta de tu casa, con los apartamentos turísticos y las plataformas como Airbnb», e incluso se extiende a territorios menos atractivos, pero más baratos o lo suficientemente bien comunicados.

EL MCDONALDS EN EL MERCADO DE PUERTOCHICO, UN CASO ÚNICO

A Mansilla le hace gracia cuando se le pregunta por el McDonalds que se quiere instalar en el mercado municipal de Puertochico y que está levantado la oposición vecinal: el sábado 29, a las 12, habrá manifestación en el barrio.

Según explica, en los últimos años muchos ayuntamientos han abrazado una forma de gestión donde todo equipamiento público debe tener retorno económico: «Los antiguos mercados de abasto han sido ocupados por cadenas de supermercados. Con el alquiler que paga la marca se supone que se sostienen los gastos de la instalación, que suele ser pública», señala, en un proceso denominado “gourmetización” que tiende a convertir el mercado en una zona delicatessen, con puestos de tapas y productos supuestamente elaborados, que elevan el nivel de consumo y de precios. Dinero rápido para el concesionario o la institución.

El caso de Santander, apunta, es algo que no había visto nunca en toda su trayectoria de estudio de procesos de turistificación y explotación económica de los territorios. Le sorprende por la evidente contradicción: «El mercado se vende como comercio de proximidad, producto fresco, gastronomía local, alimentación más sana… y le metes el reverso tenebroso, que es la comida rápida del McDonald’s”.

En cualquier caso, Mansilla advierte de que si es el único McDonald’s de la zona y está cerca de recursos turísticos, puede convertirse en un nuevo imán de flujos turísticos y también atraer negocios especializados del sector (más allá de la hostelería que rodea toda la zona), tipo souvenirs, comida takeaway …

 

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