Cáncer
Ella escribía palabras donde te nombraba, cáncer, cáncer, cáncer, como si de un exorcismo se tratara. Como si nombrarte la librase del peso de pensarte, del miedo de pronunciarte. Como si se contagiara a través de la voz. Escuchas la palabra y se acabó. Como si de una puta maldición se tratara. Cáncer, y la voz le temblaba. Y el silencio se convertía en el cómplice de una muerte inevitable. Por eso te empeñaste en hablarle: Cáncer, cáncer, cáncer…
Escena: Sentado en la cama junto a ella tumbada y enchufada. Sentado junto a su cama la lees ese texto como si fuera un cuento, una historia.
Giro para contar la historia personal: No quise separarme de ti ni un instante, bueno, no se si era porque no quería, porque no podía, o porque no quedaba más remedio.
Te subimos a casa cuando nos lo dijeron. Creí que era la mejor decisión, la más humana. No tenía ni idea. Ni aún hoy la tengo. Alguien tenía que decir algo y romper ese maldito silencio. El sonido de respiración mezclada con los medicamentos y la morfina, era como un chillido prolongado, joder, como un grito en el aire, que se prolongaba. Y otra dosis de morfina para ahuyentar el miedo, para calmar tu dolor, o el mío, a veces los cuidados paliativos también son egoísmo, otras ignorancia, otras …yo que sé, a veces los cuidados paliativos son la medida de un tiempo que se va, que se acaba, que ya no está. Y tú no sabes qué hacer, en nadie te dijo como. Solo un abrazo, un ánimo y un “administrarle esa dosis cada dos horas, o cuando veas que lo necesita” y en ese “cuando veas que lo necesita cabe todo y no sabes en qué dosis: cabe tu miedo, tus ganas de acabar con todo, que no sufra ella, que no sufras tú, que no sufra nadie” y le inyectas otro chute de morfina para anestesiar ese dolor que te atraviesa y que no entiendes.
No lo hiciste porque fueras mejor, solo porque el resto no podía hacerlo. Y cuando eso pasa nadie tiene la culpa y sin embargo la culpa recorre cada rincón de tu cuerpo.
Nadie podía dormir a tu lado, por el sonido de tu respiración. Papá en el sofá de la cocina. Nunca lloró, yo no le vi, solo sus ojos se rebelaban contra tanto maldito silencio
Y yo recostado en la cama junto a ti, mirando la tele para distraernos, otro cuidado paliativo que no servía de nada. Y otra dosis de morfina a la hora señalada
Ya no hablabas. Oí ruidos de madrugada, me levanté y ahí estabas: En el baño, en camisón, tirando como podías del vial de suero y esa especie de perchero de aluminio al que estabas encadenada : ¿Qué haces mamá? Te dije sin saber si quiera, -Algo hay que hacer hijo, tirar palante , si no que otra opción nos queda. No me mirabas, solo te agarrabas a esa barra de metal que sujetaba la bolsa de suero. Te cogí en brazos y te llevé de nuevo a la cama. Me quedé abrazado a ti, escuchando ese silbido de tu respirar, ese jodido grito hecho de aire que no te da para más. Animo mamá, ánimo mamá…
No me separé de ella, bueno solo para ir a buscarla y que se pudiera despedir. No me separé de ti, quería estar contigo en ese momento. No me separé de ti y cuando lo hice…joder…fueron poco más de dos horas, lo que se tarda en ir y volver sin hacer paradas, sin mirar señales, sin cuidados paliativos que no sabes si cuidan a alguien. No me separé de ti y cuando volví ya no estabas…Y esta maldita culpa que atraviesa las entrañas. Al bajarme del coche y ver todas esas caras mirarme sin decir nada. Ese puto silencio, me dijo que ya no estabas. Salí corriendo en tu busca, tiré las maletas y las bolsas que llevaba. Sabía que estabas muerta pero no podía parar hasta que caí a los pies de tu cama…No me separé de ti y no llegué a tiempo para decirte adiós…para decirte te quiero mamá.
Me dice un amigo que cuando alguien sabe que va a morir, aunque no se lo hayas dicho, lo sabe y espera el momento en que quien no se ha separado de él, se vaya para dejarse ir…joder…vaya mierda…No entiendo nada