Lorca, sencillamente
El título de estas líneas podría entenderse como “Lorca, no hay más que hablar”, con su solo nombre está dicho todo, y, así, dar por innecesario cualquier explicación y comentario. Siendo esto verdad para los muchos devotos de Lorca, no es eso, no solo eso, lo que aquí significa. Se refiere a la sencillez, con la que Alberto San Juan ofreció una lectura de “Poeta en Nueva York”, la noche del 14 de setiembre, ajustada a la sencillez del espacio que la acogió, la Asociación Cultural “Octubre”, de Torrelavega, lo que dice mucho bueno, tanto de la Asociación, como del actor y los músicos, que acompañaron la palabra de Lorca en su voz.
Que no figuraran en escena ni una banda de Jazz, estilo años 20 -¿es necesario decir que del siglo pasado?-, ni un espectacular juego de luces, ni proyecciones ilustrativas, envolviendo como un regalo teatral los versos de Lorca, y que otros escenarios propiciaron, no debe hacer suponer que el espectáculo fue de orden menor. En su sencillez radicó su grandeza. Un buen texto y un buen actor, bastan.
Incluso, sin músicos se las ha visto también Alberto San Juan: a solas con Lorca, con toda su carga de Nueva York a cuestas –“Nueva York en un poeta”, se titula la función, con palabras de Lorca-, soportada en la voz de un actor, no solo profunda y cálida, sino también comprometida con unos principios ideológicos a contracorriente con la deriva socio-político-económica -humana y humanística- desgraciada del mundo, desde aquellas fechas de 1929, en las que Lorca visitó NY, y fue testigo de la representación de la debacle del capitalismo, del que, como está en su naturaleza, salió fortalecido. Después de 70 años, decidió repetirlo, puesta al día la representación, para tomar aire, y 10 años más tarde, hoy, amenaza con un remake, que su insaciabilidad es infinita.
Fue en 1929 cuando Lorca mantuvo una estancia de ocho meses en NY, donde su sensibilidad absorbió cuanto allí ocurría, y de qué modo afectaba a la parte de la población más marginada, la negra, en la que quiso ver semejanzas con la población gitana de su Andalucía.
Al regreso, tras una vuelta por Cuba, pronunció una conferencia, con la que compartir sus vivencias neoyorquinas. Así, pues, hay dos versiones, íntimamente relacionadas, del paso de Lorca por NY y el Caribe: en prosa, una, y otra, en verso. Alberto San Juan articula ambas, mediante una selección de poemas, que lee sentado a una mesa, iluminados los papeles con un flexo, y que poetizan pasajes de la conferencia, que dice de pie, sin papeles. Los unos y los otros, imbuidos del sentido y la sensibilidad lorquianos, que el actor supo hacer llegar al público, como si García Lorca fuera.
Los músicos de “La Banda”, al ritmo del jazz, que Lorca escuchó en NY, y en el que apreció con el espíritu del cante jondo, fue el único lujo, que se permitió, en la Asociación Cultural “Octubre”, un espectáculo poético-musical, alimentado de hondura, sensibilidad y compromiso. Y de sencillez teatral.
Sin solución de continuidad, Alberto San Juan y los músicos dieron paso a una falsa segunda parte, en la que el actor cantó, sentado a la mesa, como había leído los poemas, unos temas, compuestos por Santiago Auseron para “Mundo obrero” comedia musical, escrita, dirigida e interpretada por Alberto San Juan, que está en gira. Obra en línea con el compromiso, que inspira sus trabajos escénicos. Nada que decir, salvo dejar constancia. Bueno, sí, que hicieron pasar un buen rato al público, en clave formal diferente, a modo de invitación a ver la obra, si se pone a tiro)