Ana María Cagigal: la nadadora que cruzó generaciones
Ana María de Cagigal nació en un momento en que las mujeres tanto en Santander, su ciudad natal, como en otros lugares de Europa no suponen más que el segundo plano de los titulares de los periódicos. Pero ella consigue estar en ambos lados de la noticia: es una activa deportista que consigue atravesar a nado su querida bahía de Santander y se convierte en una reputada periodista en la Barcelona de los años 40.
Pero entre ambos acontecimientos se ha ido forjando la personalidad de una mujer que participa en los primeros equipos femeninos de hockey hierba, así como interviene de manera activa en la defensa de la cultura de las clases más humildes, y de los derechos de la mujer, reivindicando su presencia fuera del ámbito familiar.
Como a muchos de su generación, la Guerra Civil trunca su destino y le marca de manera innegable durante toda su vida.
Acabada la contienda, se instala por razones laborales en la ciudad condal donde colabora en varios periódicos como ‘Solidaridad Nacional’ o ‘La Vanguardia’.
Los que la conocieron destacan su modernidad, sin artificios, su intemporalidad y su elegancia tanto en lo externo como en lo interno.
Su longevidad (muere con 101 años en el pueblo de Sobremazas) la convierte casi en un hito literario intemporal, que supone un faro para varias generaciones.
Mientras en Barcelona trabaja como periodista, también guarda en sus cajones decenas de poemas que tardará en publicar.
En 1946 edita la novela ‘Leña húmeda’ protagonizada por su alter ego, Alicia; es prologada por el periodista César González Ruano y en ella pone su biografía al servicio de la literatura: una parte importante de la obra transcurre en San Juan de Luz y Biarritz, donde Ana María consiguió instalarse hasta el fin de la guerra civil.
Tendremos que esperar hasta el año 2000 para que publique todos esos poemas guardados bajo el título de ‘Amor del mar y otros trabajos’, en los que se asoma el paisaje de Cantabria, el mar y los acantilados que tanto gustaba de contemplar, así como a esos recuerdos intangibles pero que la conectaban con su tierra, como el viento sur de Santander o el color de la bahía.
Su legado es innegable y su merecido reconocimiento ha venido en forma de nombre de una calle en su querida Santander, así como a través de la creación de un premio periodístico que reconoce los artículos más relevantes sobre temas relacionados con la mujer.
Cuando sople el sur, recuerda que la bahía de Santander despierta para homenajearla.