Fallece Lázaro Nates, el último cántabro que quedaba vivo superviviente de Mauthausen

Tiempo de lectura: 10 min

Ha fallecido Lázaro Nates, natural de Laredo, residente en París y el último cántabro que quedaba vivo que había sobrevivido a su paso por el campo de exteriminio nazi de Mauthausen, según informa el Colectivo Memoria de Laredo, que recuerda que fue un «luchador incansable por los derechos de los deportados y todos los refugiados españoles».

El próximo mes de febrero hubiera cumplido 97 años. Vivió en París, donde desarrolló una afición por pintar, cuadros luminosos y coloridos.

Con 14 años abandonó junto a toda su familia Laredo, ante la inminente entrada de los nacionales de Laredo, donde su padre, militante de la UGT, tuvo una actuación destacada.

Ramiro y Lázaro en el homenaje que se les hizo en Laredo

En Cataluña vive la familia, hasta que deben pasar a Francia y la familia es separada del padre, que acabaría en Inglaterra, huyendo de los alemanes y de donde fue deportado a Marruecos y de ahí a Argelia, donde será forzado al trabajo en las vías ferroviarias y donde fallecerá al poco tiempo de ser liberado, a consecuencia de las secuelas de ese trabajo. Su padre no está reconocido como víctima de la deportación.

Lázaro, con el resto de su familia, salvo su hermano mayor, estarán refugiados en el Castillo de Lormont, y a la entrada de los alemanes son trasladados a Argulema, donde será embarcados junto a otros españoles en el llamado convoy de los 927. Tras recorrer media Francia llegan a Mauthausen, donde ante el estupor de su madre u hermanos, es desembarcado con 17 años.

Sobrevive al campo y al ser liberado, es trasladado a París, donde fija su residencia y donde acaba de fallecer.

Funda, junto a otros españoles, entre ellos el laredano Ramiro Santisteban, fallecido en febrero de 2019, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos Víctimas del Fascismo, que dirige durante algunos periodos.

Visitante asiduo de Laredo, cuando las circunstancias y la salud se lo han permitido, permaneció varios años internado en una residencia cerca de París.

Es uno de los testimonios rescatados en  el documental ‘Cántabros en Mauthausen. El viento bajo la niebla’, dirigido por Vicente Vega Cobo.

«EL CONVOY DE LOS 927»

Según recuerda la Web Deportados.es, Lázaro nació el 11 de febrero de 1923 en Laredo, y fue deportado a Mauthausen el 24 de agosto de 1940.

Lázaro Nates (Foto: Deportados.es)

Tras la guerra civil. huyó a Francia con su familia. Primero se establecieron en una fábrica abandonada en Orléans. Cuando atacaron los alemanes, las autoridades francesas les evacuaron, haciéndoles caminar hasta el campo de españoles de Angulema, donde pasaron solo un mes.

Desde allí fue deportado a Mauthausen en el llamado «convoy de los 927», el primer tren cargado de población civil, con familias enteras, hombres, mujeres y niños. Durante el durísimo viaje, que duró cuatro días, Lázaro recuerda la impresión que le produjo el fanatismo de las juventudes hitlerianas.

Al llegar a Mauthausen, le separaron de su madre y hermanos y le obligaron a bajar del tren. Tenía solo 17 años. Allí quedaron los hombres y los mayores de 14 años. El resto fue trasladado a España y entregado a las autoridades franquistas.

Lázaro consiguió evitar la cantera porque el kapo de su barraca buscaba a un chico para hacerse cargo de la limpieza. Astuto y rápido, indicó por señas el gesto de barrer, y fue elegido. Allí, registraba las camas de los que trabajaban en la cocina y a veces encontraba algo que llevarse a la boca.

Lázaro, el tercero por la izquierda, en la celebración de un aniversario de la liberación (Foto: Deportados.es)

Más tarde, pasó una temporada trabajando en una casa de campo cerca de Mauthausen, donde criaban animales. Lázaro se ocupaba de los cerdos.

Un día, mientras se dirigía a la pocilga, se topó con un grupo de oficiales rusos prisioneros que, escoltados por varios SS, subían al campo de concentración. Al verlo, un soldado alemán le asestó un golpe en el pecho con el cañón de su fusil. Sintió un dolor terrible y una rabia tan intensa que se desahogó dando una fuerte patada a un cerdo. El animal murió y el miedo se apoderó de Lázaro, que temía las represalias de los alemanes. Para camuflar el golpe, le untó excrementos y el veterinario, pensando que se trataba de una enfermedad, estuvo un mes inyectando medicamentos a toda la piara. Nunca descubrieron la verdad.

Pasó en dos ocasiones por la enfermería. En una le arrancaron las amígdalas, que tenía totalmente infectadas. Otra vez le operaron de una hernia gástrica. Tuvo mucha suerte, porque la enfermería solía conducir al crematorio. Vio a Himmler a escasa distancia, en una de las visitas que realizó al campo.

Lázaro creía que un factor que le ayudó a salvar la vida fue su manera de asimilar las atrocidades que veía a diario: suicidios, fusilamientos, largas formaciones bajo el frío; «Yo tenía un carácter jovial. No tomaba las cosas dramáticamente, aunque eran dramáticas. Quizás eso me salvó bastante porque el que tenía mala moral se tiraba a la alambrada eléctrica». Formó parte del kommando Poschacher junto a varios jóvenes españoles, destinados a trabajar en la cantera del pueblo de Mauthausen. «Primeramente subíamos todos los días y bajábamos del campo. Después según avanzaban los rusos, nos dejaron en una barraca al lado de la cantera y la comida la bajaban del campo. Más tarde nos repartieron por diferentes lugares en Austria. A mí, con 5 o 6 nos enviaron donde hacen el cuero».

Tras la liberación, estuvo un tiempo en el pueblo francés de Ay. Luego se instaló en París y posteriormente en Argentina, donde vivió cuatro años. Ha vuelto en dos ocasiones a Mauthausen: «Ya estaba bien. Mucho recuerdo es ese».

Durante años fue redactor jefe de Hispania, el boletín de la FEDIP (Federación Española de Deportados e Internados Políticos Víctimas del Fascismo), donde publicó varios artículos sobre la vida en el campo de concentración. Su gran pasión ha sido viajar. «He recorrido casi todo el mundo. China, toda Asia del centro. América, La India… quizás para aprovechar la privación de libertad. Eso de estar siempre en el mismo lado no me iba a mí. Hasta en el Antártico he estado». Su otra afición es la pintura. Su casa está llena de cuadros de llamativos colores pintados por él mismo.

Hasta 2007 no recibió el primer homenaje en Cantabria. A él asistió junto a Ramiro Santisteban, el otro superviviente de Mauthausen nacido en Laredo. Entre los actos, se realizó una ofrenda floral ante el monumento a las víctimas del nazifascismo, erigido en el Parque de la Ría, de Camargo; monumento que ha sido dañado y mancillado en cinco ocasiones por grupos de extrema derecha.

En el coloquio realizado tras la proyección del documental Cántabros en Mauthausen. El viento bajo la niebla, los exdeportados fueron preguntados por sus sentimientos al ver enfrente del Ayuntamiento de Santander la estatua de Franco. «¡Vergüenza! Yo he viajado mucho por Alemania y Austria y jamás he visto que se homenajee con estatuas a quienes fomentaron el fascismo y causaron miles y miles de muertos», respondió Ramiro. La estatua fue retirada en 2008, treinta y tres años después de la muerte del dictador.

En 2010 en su tierra natal, Laredo, se inauguró el monumento en memoria a los once laredanos deportados a los campos de concentración de la Alemania nazi. De nuevo Ramiro y Lázaro estaban allí.

MAUTHAUSEN, LA BUROCRACIA DEL EXTERMINIO

Según detalla el Memorial Mauthausen, los primeros presos llegaron a este campo, situado en Austria, el 8 de agosto de 1938, cinco meses después del “Anschluss” de Austria al III Reich,

A la hora de elegir el lugar fue decisiva su ubicación en las inmediaciones de la cantera de granito, como también ocurrió con el campo anejo de Gusen en 1940. Los presos fueron empleados en los primeros momentos en la construcción del campo y trabajaron para empresa propiedad de la SS “Deutsche Erd- und Steinwerke GmbH.” en la producción de materiales para las obras monumentales y de prestigio de la Alemania nacionalsocialista.

La función política del campo, la persecución permanente y la detención de los opositores políticos e ideológicos –reales o supuestos– es la que predominó hasta 1943.

Mauthausen/Gusen fue clasificado en su momento como el único campo de la “Categoría III”. Esto conllevaba las condiciones de detención más severas entre los campos de concentración nacionalsocialistas. En ese tiempo, la mortalidad fue una de las más altas entre los campos de concentración del III Reich.

A partir de 1942/43, como en todos los campos de concentración, los presos fueron empleados de forma creciente en el trabajo para los fines de la industria bélica. Como resultado se crearon numerosos subcampos y creció fuertemente el número de presos. A finales de 1942 Mauthausen, Gusen y un pequeño número de subcampos contaban con 14.000 presos; en marzo de 1945 había en Mauthausen y en sus subcampos más de 84.000.

Desde la segunda mitad del año 1944 llegaron a Mauthausen transportes de evacuación con miles de presos, sobre todo desde los campos de concentración del este.

Además, en la primavera de 1945 se cerraron los subcampos situados al este de Mauthausen, así como los campos de trabajo forzoso existentes para los judíos húngaros y los presos fueron conducidos hacia Mauthausen en auténticas marchas de la muerte. Esto llevó en Mauthausen y Gusen, así como en los subcampos todavía existentes de Ebensee, Steyr y Gunskirchen a una absoluta superpoblación. El hambre y las enfermedades trajeron una vertiginosa alza de la mortalidad.

Entre los deportados a Mauthausen, la mayoría procedía de Polonia, seguidos por los ciudadanos soviéticos y los húngaros. Además, en Mauthausen también fueron presos grandes grupos de alemanes y austriacos, franceses, italianos, yugoslavos y españoles. En conjunto, la dirección de la SS registró a hombres, mujeres y niños de más de 40 naciones. Los presos judíos llegaron en su mayoría de Polonia y Hungría a partir de mayo de 1944; sus posibilidades de sobrevivir fueron las más bajas.

En conjunto, entre la apertura del campo en agosto de 1938 y la liberación en mayo de 1945, unas 190.000 personas fueron deportadas a Mauthausen.

Miles de presos fueron muertos a golpes, abatidos a tiros, asesinados mediante inyecciones o llevados a perecer por congelación. Al menos 10.200 presos del campo de concentración fueron asesinados mediante gas letal en la cámara de gas del campo central, en el campo de Gusen, en el centro de ejecución del castillo de Hartheim o bien en un vehículo adaptado para ello que realizaba el trayecto entre Mauthausen y Gusen.

La mayoría de los presos murió como consecuencia de su explotación como mano de obra, llevada a cabo sin ningún escrúpulo y acompañada de malos tratos, así como unas raciones alimentarias insuficientes, una vestimenta deficiente y la carencia de atención médica. En total perdieron la vida al menos 90.000 presos en Mauthausen, Gusen y sus subcampos, cerca de la mitad de ellos en los últimos cuatro meses que precedieron a la liberación.

Los presos del campo fueron la fuente de trabajo esclavo con la cual se construían las factorías o bien fueron empleados directamente en la producción, principalmente para las firmas Steyr-Daimler-Puch, Reichswerke Hermann Göring y para empresas fabricantes de aviones Heinkel-Werke y Messerschmitt.

En la primavera de 1949 tuvo lugar la inauguración del Memorial con el nombre de “Monumento Público de Mauthausen”.

  • Este espacio es para opinar sobre las noticias y artículos de El Faradio, para comentar, enriquecer y aportar claves para su análisis.
  • No es un espacio para el insulto y la confrontación.
  • El espacio y el tiempo de nuestros lectores son limitados. Respetáis a todos si tratáis de ser concisos y directos.
  • No es el lugar desde donde difundir publicidad ni noticias. Si tienes una historia o rumor que quieras que contrastemos, contacta con el autor de las informaciones por Twitter o envíanos un correo a info@emmedios.com, y nosotros lo verificaremos para poder publicarlo.