La cuarentena ha supuesto dejar en suspenso la vida y los proyectos de todo el mundo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Los planes no incluían una pandemia mundial y la vida se ha parado de golpe, pillándonos en marcha.

El 9 de marzo era la fecha apuntada en rojo en el calendario del escritor cántabro Juan Gómez Bárcena, quien publicó ese día su nuevo libro, ‘Ni siquiera los muertos’ (Sexto Piso). En este, propone un viaje en el tiempo desde el siglo XVI, cuando el protagonista Juan de Toñanes (un homenaje a un corregidor mexicano con el mismo nombre que oriundo del mismo pueblo que el autor) parte a América y, en su viaje hacia el norte, avanza también temporalmente hasta dar con el muro que Donald Trump ha levantado para separarse de México.

Pero, con el Estado de Alarma y la imposición de cuarentena, no ha podido celebrar la llegada de este nuevo ‘hijo’. “No ha habido nada de disfrute, sino de tormento”, confiesa él mismo. “No puedo quejarme porque la emergencia no tiene que ver con la cultura, sino con la vida y eso es lo principal. Pero inevitablemente, me siento preocupado por los efectos que habrá más allá de la enfermedad, en la vida y la cultura”, confiesa.

Con la vista en el futuro asegura que prefiere pensar en el momento en el que se puedan abrir las librerías y pueda volver a promocionar el libro, pero es consciente de que el sector literario se va a ver resentido. “Muchas editoriales y librerías tendrán que cerrar, ya conozco varios casos”, cuenta. “Va a haber pérdida de poder adquisitivo y el sector de la cultura es el primero que se resiente en esos momentos porque la gente se centra en las necesidades básicas”.

Gómez Bárcena tenía la idea de aprovechar la cuarentena para mantener con vida el libro y aprovechar para promocionarlo en redes pero pronto cambió de opinión. “Sentí que no era ético descentrar la atención de lo importante o animar a la gente a usar repartidores para que el libro llegue a sus casas, así que he decidido cancelarlo todo e intento concentrarme en la idea de que no ha salido y que lo continuaré cuando esto pase”.

LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE AVANZA EN EL TIEMPO DURANTE SU VIAJE AL NORTE

Esta novela, como todas sus obras, llega con mucho mimo y reposo. Su idea ya rondaba por su mente desde hace años, desde sus tiempos de estudiante de historia. “Leía crónicas de indios, cómo a los hijos de los nobles aztecas que, para evangelizarlos, los llevaban a colegios cristianos. Los niños fueron tan fanatizados que los usaron como espías contra sus padres, para saber si en sus casas se rendía culto a dioses paganos y, en ocasiones, hubo padres que fueron ejecutados por culpa de esos testimonios”.

Esos niños sufrieron el rechazo de los suyos pero tampoco fueron después aceptados por los cristianos, por lo que se encontraron en un periodo intermedio, repudiados por todos. “Esta idea me llamó la atención, me pregunté qué pasaría con ellos en el futuro. Porque no deja de ser una similitud al trauma de la inmigración, a los que se les obliga a renunciar a su identidad pero no son aceptados del todo por su nueva cultura”.

La novela es, ante todo, una crítica al capitalismo y colonialismo y busca dar una visión de nuestro tiempo de forma reflexiva y política. Al contrario que las distopías futuristas, Gómez Bárcena aprovecha su formación como historiador para tomar elementos de la historia para reflexionar el presente con ellos.

En el libro, hay similitudes a anterior trabajos suyos como ‘Los que duermen’ o ‘Kanada’. “Si te fijas, en ‘Kanada’ se cuenta la historia de Hungría pasando a lo largo del tiempo a través de la ventana del protagonista, sin que este sea consciente de este paso. Aquí, el personaje tampoco es consciente, para él, en su camino al norte, va cambiando de sociedad, pero no sabe que también avanza con el tiempo”, explica.

Siguiendo su línea habitual en la creación de personajes, la complejidad y el humanismo de Juan de Toñanes son palpables en la novela. “Se puede empatizar con él al principio y al final pero es fácil alejarse de las reflexiones y deriva que tiene hacia la mitad de la novela”, cuenta, aunque, sobre todo, destaca que, “a pesar de tener su individualidad, tiene encarnación colectiva, lo utilizo para representar la historia de toda una sociedad”.

“ESTA PANDEMIA DEBERÍA PRODUCIR UN CAMBIO DE NUESTRA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD”

Sobre el tiempo de la cuarentena obligatoria, el escritor cántabro asegura que lo lleva bien. “Soy una persona que vive de una manera voluntaria y deliberada en cuarentenas permanentes así que esto no me cuesta. Lo único, que mi mente no está en otros proyectos sino en mi libro recién publicado, el cual no puedo promocionar… Pero estoy concentrándome en una historia antigua y viendo cómo puedo sacarle partido”.

Al ser preguntado sobre si esta pandemia que, mal que nos pese, ya es parte de nuestra historia, cambiará su percepción y escritura, él va más allá. “Esta pandemia debería producir un cambio de nuestra percepción de la realidad. Todos deberíamos reflexionar, no para escribir sino de nuestro modo de vida”. Él mismo confiesa que, en el último mes, ha dejado de pensar en problemas simbólicos y se ha centrado en problemas reales.

“Sí que veo mucha preocupación sobre que puedan llegar a aflorar ideologías totalitaristas pero creo no es nuestro principal riesgo. Me he encontrado con mucha gente contraria a la restricción de movimientos, cosa en la que no estoy de acuerdo. Es una cuestión de salud pública y me parece que no es tiempo de dudar de las cuarentenas. Creo que es un momento de tomar decisiones así. Nuestro peligro en este tiempo son figuras como Trump, que se niegan a restringir estos movimientos por salud pública. Hay que entender que el capitalismo extremo no quiere restringir los movimientos, quiere que nos movamos y consumamos constantemente. Por eso, la próxima distopía irá más que de represión, sino de un exceso de libertades, que cualquiera pueda hacer lo que quiera hasta el extremo”.