Querida Ana
“I CANNOT quite say goodbye to Edward Said, because he remains so present among us and alive in the world. He was our conscience and our ambassador to the world, who never tired of resisting the new world order and defending equity, humanity and the sharing of civilisations and cultures. But he has finally tired of the long and absurd fight with death (…)”
Mahmoud Darwish’s farewell to Edward Said.
Le Monde Diplomatique, Noviembre 2003
Querida Ana:
Hoy mi mala cabeza ha tenido un flash y me acordé de un texto que en su día leí sin de aquella comprender todo lo que encerraban sus líneas, pero que se quedó almacenado por ahí. Era un texto que le dedicaba un gran poeta palestino, Mahmoud Darwish, a otro referente para todos sus compatriotas, Edward Said. Y es que podría hacer mías sus palabras, adaptándolas a tu persona: no puedo decirte adiós porque permaneces presente entre nosotros y viva para el mundo.
Qué grande eres, Ana. Y cuantísima gente te queremos y te admiramos. En tu caso desde luego lo uno va con lo otro, indivisible. Quererte por tu humanidad, tu sensibilidad, tu sentido del humor, tu empatía, tu ironía… Admirarte por todas esas cualidades, pero también por tu trabajo, por ser una de esas compañeras que vais donde hay una noticia, una historia, y nos la contáis. Cuantas veces hemos pensado eso de “menos mal que estáis para contarlo” al leer una de tus crónicas, de tus artículos. Has dado voz a un pueblo al que muchos se la quieren robar, al que querrían borrar de la historia y de su propia tierra. Y frente a eso contraponías tu mirada seria y meticulosa, pero siempre muy humana, defendiendo como decía Darwish «la equidad y la humanidad”.
Y ello a pesar de la dificultad de vuestro trabajo, que muchas veces quien os lee no es consciente de las condiciones en las que lo realizáis y lo poco que se os da a cambio de ello. Cuando hacíamos aquellas comidas que acababan en cenas los viernes en Ein Misbah siempre solías llegar la primera. Cogías el bus pronto en la puerta de Damasco y te plantabas en mi casa con tu eterna mochila a cuestas, te ponías un café o lo que encartara y te sentabas en la mesa a teclear en tu portátil el enésimo artículo que tenías que mandar “a los rusos” mientras se hacía la fabada o lo que tocara ese día e iba llegando el resto (¡la mayoría tarde, para variar!). Y así siempre, ya se tornó en broma, creo que no tantas veces te vi sin que tuvieras que trabajar para poder cumplir con todo el curro que tenías que sacar adelante para tener un sueldo digno. ¡Si hasta escribías en el coche dando botes por los badenes de Qalandia a veces que volvía yo de Jerusalén y aprovechaba para acercarte a los ensayos de tu querido coro! Porque lo de corresponsal suena muy bien, pero parece que os compran las piezas por kilos, a tanto el párrafo como si fueran sardinas, no es la primera vez que lo hablamos…
Y a pesar de eso, qué gusto leerte tantas veces. El resultado de una historia que cazabas y seguías no dejaba vislumbrar ese proceso. Has contribuido a que podamos entender un poco mejor el sinsentido que es el día a día para muchas de las personas que habitan esa parte del mundo, como primero lo hiciste en otros lugares. Historias grandes o pequeñas, de presuntos líderes o de casi anónimos e involuntarios protagonistas, historias siempre importantes. Historias muchas de ellas acerca de mujeres que sufren más que nadie las consecuencias de un conflicto que las impone dobles o triples condenas, precisamente a ellas.
Qué ganas de que se estrene por fin tu documental, tu “niño” durante estos meses pasados, otra de esas historias con mujeres valientes como protagonistas, con las que tenías muchos vínculos especiales, mujeres de Gaza a las que entendías aún más de lo habitual en ti porque de un tiempo a esta parte compartíais también vuestra lucha contra esa mierda de enfermedad. Haremos como planeamos, lo proyectaremos en Santander y será una celebración, no sólo una reivindicación.
La doble condena del bloqueo israelí a mujeres de Gaza con cáncer
Qué ganas de volver a dar un paseo contigo por la Ciudad Vieja o por Jaffa Street, de que te cuentes la última película palestina que has visto y que fijo tendría que ir a los Óscar, que nos enseñes fotos de tus queridísimas sobrinas, tomarnos una birra en tu terraza mirando los tejados del Russian Compound con Chimo rondando por allí, juntarnos con ese grupo de locas y locos entrañables mezcla de cooperantes, periodistas y algún arquitecto/as que se perdieron por allí que forjamos casi (y sin casi, qué demonios) familia durante aquellos años, ya fuera en Jerusalén, en Ramallah (recuerda, en Ramallah mucho mejor, aunque siempre te fastidie reconocerlo) o en las excursiones por esa tierra tan poco santa en la que nos fuimos a juntar, posiblemente porque en la nuestra no nos aguantaban ya a casi ninguno. Años intensos, muchas cosas buenas vividas, algunas algo más difíciles, pero es marca de la casa.
Qué ganas de poder presentarte a más amigos que fueran de visita a Palestina, poder presumir un poco ante ellos de conocer gente como tú. Hay que ver qué cariño te cogieron mis padres cuando fueron a verme, y eso que estuvieron sólo unos días. Y qué alegría se llevó mi madre cuando viniste a visitarnos a Santander al poco de morir mi padre. Te manda muchos besos, por cierto. Qué privilegio poder llamarte amiga y sentirse, de verdad, querido por ti.
Hoy en Cantabria ha hecho un día muy bonito, soleado, de esos que te gustan a ti para estar sobre todo a la orilla de un mar, del que sea, tu querido Mediterráneo o este nuestro Cantábrico. Sin embargo, el mundo al revés, me decían que en Jerusalén el cielo estaba gris desde ayer. Hoy bajo ambos cielos, y bajo muchos otros, en Barcelona y en tantos sitios donde está tu gente, se ha pensado mucho en ti.
Hoy, como tantas veces, pero hoy más que nunca, hoy que “finalmente te has cansado de la larga y absurda lucha contra la muerte”, a tu salud siempre, habibti. Te queremos. En presente, y en futuro.
Petons.