El 15M: anticuerpos frente al inmovilismo
Hoy hace nueve años de la manifestación contra la precariedad y la falta de oportunidades para la juventud que acabó desembocando en las multitudinarias acampadas y asambleas en plazas por todo el país.
En Madrid fue en la Puerta del Sol; en Santander, la última en desmantelarse, en la Plaza Porticada, el corazón de la ciudad según el modelo franquista, y frente al símbolo de la confusión entre poder financiero, empresarial y político que era la sede principal de la antigua Caja Cantabria.
Fueron meses de debates públicos, en los que se consiguió introducir temas que parecían estrictamente personales: el paro, la precariedad, el éxodo juvenil a otros países, los desahucios…
Fueron meses en los que una generación de jóvenes se acercó por primera vez a la política, a la que regresaron, además, varias generaciones de desencantados.
Fue el germen de muchas cosas,entre ellas, en parte, sólo en parte, de un partido político que quiso hacerse eco de este espíritu, Podemos, que hoy está en el Gobierno de España, aunque no tenga la potencia que llegó a tener.
En Cantabria, desaparecieron de un Parlamento en el que llegaron a tener tres diputados y marcar agenda, en el que fueron útiles en denunciar abusos, corrupción o desprotección de los que menos tenían. Todo quedó en nada porque parece que nadie es inmune a los vicios de la vieja política, demasiada marcada por las relaciones personales y la búsqueda del poder.
No es en los partidos donde está el espíritu del 15M, que se puede definir como una explosión de inteligencia colectiva, de liderazgos distribuidos, de soluciones compartidas y de puesta en común de conocimiento, experiencia y formación…. una especie de inmunidad de rebaño frente al inmovilismo.
Todo se mueve de crisis a crisis: de la crisis financiera y los recortes de entonces a la crisis sanitaria y económica del coronavirus de ahora, en la que habrá que ver qué se toca y qué no, a quién se protege y a quién se abandona a su suerte.
El legado del 15M lo hemos visto en estas semanas en movimientos como la Red Cántabra de Apoyo Mutuo o los makers, los impresores 3D. Y no sólo porque en estos movimientos haya alguno de los protagonistas de entonces, sino, sobre todo, porque ha reproducido esos mismos esquemas…
… Gente movida por una vocación de ayudar y que ha compartido conocimientos, sudores y agendas: desde llevar la compra a personas mayores, repartir cestas de productores locales, compartir redes wifi para los estudiantes que no tuvieran Internet; diseñar, imprimir y montar respiradores para las UCIs, viseras y mamparas para trabajadores de farmacias, supermercados u otros comercios…
Nos imaginamos ese poso de indignación como unos anticuerpos que nos quedaron y que se activan en momentos claves como estos que vivimos ahora, y los que vendrán después, en los que será necesario un espíritu de comunidad, un trabajo compartido.
El 15M está en muchas partes, estuvo en la lucha contra el fracking, está en la PAH, y encontramos su ímpetu en referentes como La Vorágine, los movimientos de apoyo a los refugiados o de rechazo al comercio de armas en el Puerto de Santander, encontramos su espíritu crítico en proyectos previos como La Ortiga…
Como nos dijo hace años en una entrevista en su casa en Getxo el ya fallecido escritor vasco Ramiro Pinilla: tras años de perder la dignidad por el miedo a perder, cuando no había nada que perder fue cuando fueron más libres.