Un nuevo horizonte
Decía en un tuit el otro día Maestra de pueblo que «el coronavirus nos pone mascarillas pero nos quita máscaras». Las esperpénticas manifestaciones de grupos de personas de ultraderecha y las caceroladas desquiciadas junto a la bandera rojigualda con crespón negro lleva a numerosos intelectuales a reflexionar sobre en qué momento político nos encontramos; por qué después de todo el recorrido vivido en los últimos años vemos una vuelta del bipartidismo; o cómo solucionar esta confrontación entre fachas y progres que parece haber surgido de repente de una forma más abrupta y evidente.
No se trata, sin embargo, de erupciones espontáneas. Se trata de nuevas manifestaciones de las dinámicas arraigadas que constituyen nuestro país, o mejor dicho, que constituyen nuestros países, porque lo que evidencia al fin y al cabo es la realidad de que perduran a día de hoy aquellas dos Españas que ya Antonio Machado narraba y lloraba.
Hay una España republicana informada por los principios fundamentales de la libertad positiva, de no depender de nadie, que pone en valor los servicios públicos y la mirada en el bien común. Y hay una España monárquica con sus símbolos y privilegios históricos y heredados, incluyendo la convicción de que han de ser y tener el poder por encima de todo.
Hace ya 80 años que se trató de eliminar y arrasar a la España republicana pero ésta se mantuvo agazapada, escondida en los corazones de la gente decente. Se mantuvo de tal modo que hubo una parte importante que en 1978 tuvieron que dejar brotar. Sin embargo nunca ha dejado de estar cernida sobre nuestras cabezas esa España Reino que desde diferentes sombras ha mantenido sometidas parte de nuestras vidas. Ahora, cuando ven la posibilidad siquiera de sentirse limitados es cuando se aferran visiblemente a sus símbolos, que están ahí, que permanecen para recordarnos quién manda aquí. Ahora los corazones republicanos, la España libre, la plurinacional y abierta, la solidaria, mira esos mismos símbolos con rechazo mientras hacemos largos debates para tratar de comprender por qué realmente nunca podremos aceptarlos.
Se trata de entender nuestra historia personal y colectiva, se trata de tomar consciencia de todo lo que no resolvimos. Convivimos enfrentadas dos Españas y yo veo un solo camino con un horizonte claro como solución. Un horizonte que permita, como dice Linera, vencer primero e integrar después. Una nueva República.