La democracia en cuestión
(Foto: Aúreo Gómez)
…O la cuestión de la democracia. En 1995, José Saramago publico “Ensayo sobre la ceguera”, y en 2004, “Ensayo sobre la lucidez”, que tiene mucho de oscuridad, por más que se vista de blanco. Es a partir del segundo Ensayo sobre la que la Compañía de teatro “La Danesa” ha montado un espectáculo escénico, con el mismo título, y que representó los días 12 y 13 de febrero, en La Teatrería de Ábrego.
La adaptación teatral, debida a Jumon Erra, y dirigida por Roger Julià, no solo conserva el título de la novela de Saramago, sino que es fiel a su espíritu y, en buena medida a su letra. Los responsables de la función no han tenido que forzar el planteamiento de la novela para que en el escenario se vea reflejado el estado actual de la democracia española, no solo porque se alude a partidos, tanto de derechas como de izquierdas, antiguos y recientes, sino porque también salen a relucir, con su luz mortecina, las cloacas del Estado, y sobre todo, porque miembros relevantes del Gobierno ponen en cuestión la calidad democrática en España, con la consiguiente contraofensiva de otros miembros del Gobierno, igualmente relevantes.
En “Ensayo sobre la lucidez” son los miembros de un gobierno democrático los que, enceguecidos, manipulan, intrigan, juegan sucio, inducen al crimen…Si “Ensayo sobre la ceguera” cuestiona a la sociedad adormecida y acomodaticia, víctima de una pandemia, la de la ceguera, de la que tiene alguna responsabilidad, “Ensayo sobre la lucidez” dirige el foco crítico hacia la parte correlativa, los gobiernos democráticos, a los que practica una radiografía, de la que informa, conforme a las manchas encontradas en su organismo. Y es que, por más que clamen sus más directos beneficiarios, la democracia no es intocable, porque padece más de una dolencia. Saramago y los de La Danesa, más que tocarla, la diseccionan con los bisturís del drama, con tendencia a la tragedia, y una ironía, que no hace sino abundar en el drama.
Es verdad que “Ensayo sobre la lucidez” puede leerse/verse de forma independiente, sin necesidad de haber leído -visto, en el caso de haber sido adaptado al teatro- “Ensayo sobre la ceguera”. Pero también es verdad que una mujer, “la del médico”, que conservó la vista durante la pandemia de la ceguera, y su perro, que olfatea el hedor de las cloacas, es el nexo de unión entre ambos “ensayos”, y los principales sospechosos, descartados los grupos terroristas y la injerencia de gobiernos extranjeros, del acceso de lucidez, que cuatro años después de la pandemia, remueve los cimientos, no tan firmes, de la democracia.
Porque la lucidez tiene forma del voto en blanco, que rebosa en las urnas de unas elecciones locales, que ponen en estado de guerra al gobierno de la nación. Voto en blanco masivo, que es reproche y, a la vez, invitación a la concienciación y, sobre todo, sensibilización de un sistema político, que se ha olvidado de su nombre. Pero el poder reacciona violentamente, con el miedo por tamaña ofensa, por más que saludablemente democrática, o precisamente por serlo. Solo castigando al culpable y volviendo a la ceguera se recuperaría la democracia del susto, con toda su carga de podredumbre en sus entrañas. Para ello nada mejor que acabar con la mujer del médico y su perro, que fueron las vacunas contra la pandemia de la ceguera.
Como en “Ensayo sobre la ceguera”, los personajes de “Ensayo sobre la lucidez” tampoco tienen nombres. Se les identifica por sus cargos políticos, uno de los cuales es el alcalde de la ciudad, depositaria de un aluvión de votos en blanco, y el menos mezquino entre los colegas, por lo que quizá pudiera ser el más indicado para acabar dialécticamente con la maldición de tanta lucidez. Pero hay causas que no se solventan por las buenas, y hay que recurrir a las malas, crimen incluido, que la única violencia legal es la del Estado, en defensa propia, no importa si corrupto.
Los componentes del cuadro actoral sí tienen nombres: Júlia Santacana, Elena Fortuny, Marc Pujol, Xavier Frau/Xavier Torra y Xavi Casan. Los personajes son más. Aún así, son muchos los intérpretes para los tiempos que corren. Prácticamente están todos es escena durante casi toda la representación, a en una actuación de relaciones corales de poder, sin perjuicio de que quede patente quien es quien en la espesura de una democracia corrompida y corrupta. Que alguno de los cargos esté situado, por algunos momentos, entre el público, supone una ironía, por la que se intenta corresponsabilizar a la sociedad de las consecuencias nefastas de una lucidez irresponsable.
El trabajo actoral es impecable, dotado de un ritmo, pleno de dinamismo, que va elevando el tono interpretativo hasta un momento en el que mantiene la altura, en la que se desarrollan las sucesivas situaciones con reproches, sospechas, acusaciones, amenazas, dimisiones, ceses, sustituciones, urdiendo tramas que conduzcan a acabar con una lucidez culpable. Una narradora se encarga de añadir una carga de ironía amarga el relato escénico, que concluye con la reproducción del aullido del lobo, que abre el camino a inciertos augurios.
Como la novela, la función es un “ensayo”, es decir, un análisis, sí, pero pasado por la ficción, que no se pronuncia por la verdad, ni siquiera por la verosimilitud de los narrado. Se limita a dar pistas sobre una distopía, que, al igual que la utopía, requiere de alguna exageración. José Luis López Aranguren, relevado de su cátedra por manifestarse con los estudiantes frente a la policía franquista, nos decía, en sus clases de Ética y Sociología, que convenía un punto de exageración, cuando se quiere dejar algo claro.
Tras el término de la representación, y a modo de despedida, el “alcalde”, en nombre del equipo, reivindicó la libertad de expresión, y tuvo un recuerdo para el rapero Pablo Hasél, condenado a prisión por el ejercicio de su libertad. Pregunta: ¿cuánto de exageración hay en “Ensayo sobre la lucidez”? Mientras cada quien lo dilucidamos, es de celebrar el soberbio trabajo que ha ofrecido a nuestra consideración los de La Danesa, y que La Teatrería de Ábrego nos los haya acercado.