Vera Simons, una vida por amor al arte
El taller de costura que Vera tiene montado en la buhardilla de una casa de Mazcuerras es un lugar de esos que, hasta que no abres la puerta, no te lo crees. Imposible contar los trajes que tiene allí colgados. Por supuesto que ella sí que lo sabe. Sobre un maniquí tiene la chaqueta sobre la que está trabajando estos días. También ha colocado ya la falda. En realidad, ninguna de las dos piezas está completa. Todavía falta bastante trabajo. Vera se ha especializado en moda, pero en la de hace más de un siglo. «A mí la moda me interesa, pero solo hasta la primera guerra mundial, después ya es todo más práctico y me gusta menos. Mi época favorita va de 1870 a 1910», explica.
LA VIEJA SINGER
En el centro de la habitación, una vieja máquina de coser Singer, comprada ya de segunda mano por su madre, ocupa la parte principal de una enorme mesa sobre la que corta sus telas. En una de las paredes más largas, sobre una barra que va de lado a lado, cuelgan decenas de vestidos de mujer (de otras épocas, claro). Al final, algunos trajes de hombre también. Al otro lado, unas estanterías acogen otros tantos sombreros. «Claro, cada traje tiene sus propios complementos. Todo es muy importante». Plumas, tules, puntillas, pasamanería, sombrillas, flores de tela, broches, bolsos que también hace ella a petit point, pendientes, camafeos, botas, también telas que esperan su oportunidad en una esquina, kilómetros de hilos de todos los colores repartidos en bobinas, libros de historia, de arte, de moda, revistas antiguas, láminas, tijeras, alfileres…. Son unos 25 metros cuadrados convertidos en su paraíso particular.
FIEL A LA ÉPOCA
Allí pasa las horas imaginando, dibujando, cortando y cosiendo los maravillosos trajes que forman su colección y que, hasta que el Covid trastocara nuestras vidas, no dudaba en utilizar, por ejemplo, para dar un paseo por Santillana una tarde cualquiera. «Cuando empiezo a hacer un traje nuevo, nunca se exactamente lo que voy a hacer, pero si tengo claro cómo eran los patrones, las telas, los adornos y, en general, la moda de la época y soy fiel al estilo, no introduzco aportaciones modernas ni nada parecido Para eso tengo me documento muy bien y tengo todos esos libros que compro en museos, en ferias de libro viejo, en anticuarios y allí donde encuentro algo interesante. Siempre me inspiro en ellos y en fotos antiguas. Tengo una encuadernación de 1886 que recopila un año entero de revistas francesas, una maravilla», explica.
GANADORA DE BAÑOS DE OLA
Fue hace 18 años cuando esta mujer se empezó a tomar en serio esto de ser ‘modista del pasado’. Iban a celebrarse los Baños de Ola y el grupo de extranjeras con el que se reunía periódicamente, porque Vera es holandesa, le dijo que iba a haber un concurso de vestuario y que igual eso le podía interesar. «Yo no sabía nada, ni tenía telas, pero entonces, con unas sábanas blancas de algodón que traje de Holanda, en unos días me hice un traje con el que gané el primer premio. Ese fue el primer vestido de la colección. Antes ya había cosido, pero nada de esto. De niña, mi padre era zapatero, y con los restos de cuero yo hacía zapatos y bolsos para las muñecas. No me gustaba jugar con ellas, sólo hacerles vestidos, luego sí que me hacía alguna cosa. También bordaba y, más adelante, cuando tuve hijos, les hacía siempre los disfraces de carnaval. Yo he sido autodidacta, pero cuando la gente que entiende ve mis trajes, dicen que están muy bien confeccionados».
SIEMPRE DEL BRAZO DE GONZALO
Vera es muy conocida en todos los lugares de Cantabria donde se celebran eventos de época. Baños de ola en Santander, Fiesta del Indiano en Comillas, Desembarco de Carlos V en Laredo…. porque además de trajes de finales del XIX, Vera también tiene una colección de moda renacentista. Y no solo trajes de mujer, porque allá donde va, Gonzalo le acompaña con vestuario acorde también hecho con su vieja Singer. Si ella lleva un vestido renacentista, él irá como si fuera el mismo Carlos V. Si Vera va de elegante burguesa de principios del XX, Gonzalo puede pasar por miembro de la corte de Alfonso XIII. «Cuando a veces, antes de la pandemia, íbamos a pasear por Santillana y a tomar café en una de las terrazas de la villa, todo el mundo se acercaba y se quería hacer fotos con nosotros. Nunca nadie nos ha dicho ‘dónde vais tan ridículos’, ni nada así. A la gente le gusta y nosotros disfrutamos mucho. A veces vamos con más amigos, sobre todo si hay alguna celebración especial. A mí me gusta que mis trajes se vean y se disfruten. A mi nieta también le he hecho muchos vestidos y ella también ha ganado premios en los Baños de Ola. Yo no gano nada con ellos, que no quiero líos con hacienda. Los presto cuando considero oportuno y normalmente voy yo también vestida. No me separo de ellos. También los han sacado en muchos programas de televisión. Gustan mucho y la gente disfruta mirándolos. Por eso me gustaría cederlos para que puedan ser contemplados por el público, porque cuando se han expuesto en distintas ocasiones, siempre ha sido un éxito, pero yo lo que quiero es que los traten bien y los cuiden. Sólo eso. Hace unos días los cedí para un espectáculo musical en torno a la figura de Benito Pérez Galdós y claro, la puesta en escena fue muy bonita».
ACORDEONISTA
Vera no es precisamente una mujer que pierda el tiempo. En Santander es un referente del mundo del acordeón. Se hizo muy conocida porque desde 1981 lideraba un grupo de acordeones que amenizaba las tardes de los fines de semana en el Sardinero. Ella empezó a estudiar este instrumento a los once años en Holanda y, después, cuando llegó a Santander, dio algún recital en el auditorium y fueron muchos los que quisieron aprender de esta mujer que tocaba tan bien. Así que, sin proponérselo, empezó dando clases en su casa de General Dávila y, como sus alumnos eran cada vez más numerosos, finalmente montó un grupo que alcanzó un gran prestigio . Tanto que durante uno tiempo viajaron por toda Europa dando recitales. También por aquel tiempo puso en marcha en Santander una agrupación de Majorettes. Algo que, según cuenta, es muy frecuente en las ciudades holandesas y por eso, quiso copiarlo aquí: «Yo entonces no cosía, así que los trajes se los encargamos a una chica francesa y los bastones los hicimos con unas barras metálicas que rematamos con unos topes de banqueta pintados», recuerda.
‘QUE DIOS TE LO PAGUE’
Vera es una mujer generosa que no duda en ofrecer su colaboración allá donde cree que es necesaria. Actualmente pertenece a un coro al que acompaña con el acordeón y, tal y como comenzó a hacer con 16 años, no duda en llevar su música a residencias de ancianos, a la cárcel, a la cocina económica o allí donde reclaman su presencia para animar la vida a otras personas. «Si hasta he tocado el himno de Cantabria en Fitur. Porque también pertenezco a una asociación de trajes regionales. Revilla ya me conoce de verme vestida en distintas fiestas. Se sorprendió mucho cuando supo que era holandesa. Me dijo que siempre había pensado que tenía cara de pasiega», recuerda divertida.
También ha trabajado voluntariamente como traductora de gente que necesitaba hacer trámites y no manejaba el idioma. Ha estado en los juzgados, en hospitales y en otros sitios donde ha servido de intérprete siempre que alguien se lo ha pedido. «Una vez un cura me dijo: ‘Que Dios te lo pague’ y, verdaderamente, nadie más me pagaba nada, pero mira, salud si que me dio Dios y también el orgullo de ver que las cosas que hago son valoradas por la gente, eso me produce una gran satisfacción», dice.
FAMILIA DE MÚSICOS
Sus hijos, tres varones, han seguido la senda de su madre y también han estudiado música. Con ellos montó una orquesta con la que recorrió parte de España de fiesta en fiesta, algo que recuerda como agotador. Ella con 50 años como cantante y sus hijos y algún que otro músico más, de acompañantes. Ese sí que fue un trabajo remunerado, pero demasiado agotador para Vera, que terminó por abandonar el proyecto.
Pero eso no le ha impedido seguir disfrutando de la música en familia. En 2018 publicó el disco ‘Crazy Accordion Trío’ en el que toca el acordeón acompañada a la percusión por su hijo Freddy García Simons y al contrabajo y bajo eléctrico por su otro hijo Daniel García Simons.
Ahora espera poder volver pronto a lucir sus vestidos del brazo de su adorado Gonzalo. «Ya hemos recibido los dos la primera dosis de la vacuna. Estamos esperando la segunda y, después, siempre con precaución, podremos ir recuperando poco a poco todas esas cosas con las que tanto disfrutamos y que por culpa de la pandemia hemos tenido que aparcar todos estos meses».
En el desván esperan colgados, listos para ser ser estrenados, cuatro o cinco trajes nuevos que Vera ha confeccionado en este tiempo.