Cuentos con pasión y ternura
El filósofo Baruch Spinoza escribió que “sin pasión no puede hacerse nada grande”. Lo hago mío, y añado que sin ternura no se puede hacer nada bonito. Apasionamiento y ternura son los ingredientes invisibles, que animan “Cuentamíname”, el libro de relatos, del que es autor Luis Ruiz Aja, y recientemente publicado.
Ternura y apasionamiento, como queda explícito en la declaración de intenciones, que figura como subtítulo del libro: “Cuentos de amor-humor para tu niño interior. Amor por quienes son los sujetos de los relatos y, por su mediación, por cuantos nos aproximamos a ellos a través de la lectura. Humor, no tanto para endulzar lo que no es dulce, como para que la lectura sea un ejercicio placentero al sentido y la sensibilidad. No hay humor en todas sus páginas, pero sí amor.
No voy a decir cómo ha estructurado el autor la colección de relatos, pensando en sus destinatarios. Es algo que el lector sabrá, cuando tenga el libro en sus manos y se adentre en sus páginas. Voy a resumir mi lectura, estructura concreta del libro aparte, que tiene su contenido por un libro de literatura juvenil, si bien es verdad que apela a sentimientos y emociones, que no tienen edad, pero que han de conformarse en la edad temprana de la juventud.
Para la presentación y sucesión de lo que Luis Ruiz Aja quiere contar, las claves las da , en el prólogo, Javier Tazón, persona cercana al autor, refiriendo las principales facetas que concurren en la persona, actividades e intereses de Luis: la de sociólogo; la de gestor cultural, que dirige su acción a los jóvenes. la de activista social; la de amigo; la de padre. De todas ellas hay presencia en los relatos correspondientes del libro.
De las dos primeras, Luis ha publicado sendos ensayos de índole académica. Si en estos la mirada del ensayista se sitúa en la distancia del estudioso que analiza, en “Cuentamíname” es la de quien está inmerso en lo que narra, más de una vez con el nombre, con el que le llaman sus amigos. Si alguien le preguntara cuánto hay de biográfico en su libro, estaría declarando que no lo ha leído. Es él quien se cuenta, impartiendo enseñanza, con el aval de la experiencia, sin paternalismos; cantando la amistad, con alegría, sin euforia; lamentando la muerte de amigos, con hondura, sin amargura; celebrando la paternidad, con tanta sorpresa, como agradecimiento y humildad.
Mi lectura distingue relatos con un declarado carácter, más que didáctico, pedagógico, en los que el apasionamiento por lo que enseña se compadece con la ternura hacia quienes son sus destinatarios, jóvenes. Es la pedagogía de quien enseña para aprender, como bien apunta el prologuista. En otros cuentos, el voltaje emocional es de alta intensidad, sin caer nunca en la sensiblería, tampoco en el dramatismo. El lector se encontrará con esos relatos y será depositario de su carga de humanidad.
El estilo literario de Luis es aparentemente desenfadado, sobre todo cuando emplea, en algún relato, un lenguaje portador de alguna jocosidad, pero que es tan serio como el que emplea en otros relatos, lo que dice de la variedad de registros que se puede encontrar el lector, sin perjuicio para una unidad formal que atraviesa las páginas. La ironía y la paradoja forman parte del tono, así como el equívoco, provocado en ocasiones por la puesta en juego de un léxico, que contribuye a ese humor, que promete en el subtítulo.
También hay humor y amor en algún cuentos, estoy pensando en uno, cuyo protagonista vive con una ilusión, por cuyo cumplimiento está dispuesto a todo, pero queda frustrada. Luis se encarga de que la compasión, que el lector se pueda ver pueda impelido a sentir, se compadezca con el alivio de que el indemnizado no se lo ha tomado tan a mal, como para no reincidir. Sí, en “Cuentamíname” hay amor y humor.
Es verdad que el libro, salido de la imprenta de Amazon, merece una edición menos fría, pero no es menos cierto que el apasionamiento y la ternura, que se trenzan y laten en sus páginas, dotan de calidez a una lectura propicia a la emoción y a la reflexión. Y a la sonrisa.