En el muro de Aselart se ven copas de colores y teatro fresco en clave de humor

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¿Qué muros nos impiden ser libres?

¿Has sentido el deseo de ver al otro lado de esos muros?

¿Cómo ver la realidad al otro lado del muro?

¿Es el amor la clave?

 

‘Another brick in the Wall,’ canción de Pink Floyd que habla de la seriedad y la tristeza de las clases limitando la potencialidad del alumnado, recuerda a esta obra teatrera ‘El Muro’, cuyo autor Ramón Qu y sus dos protagonistas Esther García y Juanjo Paredes ponen en escena en la Carpa del Bosque de Mazcuerras, tras un buen chaparrón del norte, rodeado de árboles y con el sonido de los campanos de las vacas de fondo, enclavado en la exposición Aselart, que acoge anualmente numerosos proyectos artísticos y creativos.

Una mujer vital y entusiasta se acaba buscando la manera de ver al otro lado del muro mientras conoce y acerca a un paleontólogo serio y rígido cuyo análisis de la realidad es muy científico, demasiado quizás. La sed de aventura de ella y la mentalidad cuadriculada de él, dan paso al humor y a la atracción. Tras algún rifi rafe y choque de personalidades logran a través del apoyo mutuo alcanzar su objetivo que es ver otra realidad, la que queda al otro lado, donde el espectador parece estatua de sal, difuminando la realidad de la ficción, el sueño de la lucidez, la parálisis de la acción, la vida del sueño…

Hombre:¿Me perdonas entonces?

Mujer: ¿Perdonarte?

Hombre: Si, por las… mentiras.

Mujer: Oh, no hay nada que perdonar! No te preocupes.

Hombre: En realidad no eran mentiras, solo formas de evitar hablar de…bueno, ya sabes.

Mujer: lo comprendo

Hombre: Es algo que trato de olvidar con todas mis fuerzas?

Mujer: ¿Y lo consigues?

Hombre: A veces, pero al final siempre vuelve.

Mujer: No sirve de nada cerrar los ojos a la verdad.

Hombre: Pero angustia mirarla de frente.

Historia tierna hilada por el excéntrico y pícaro maestro de ceremonias, Cristian C. París que reflexiona e introduce sobre la obra con un toque afrancesado y humorístico que enganchan la curiosidad del público envuelto entre la bruma y la humedad.

«L´amour! ¡Tout jour lámour! ¡Hay algo plus grand, plus marvelleux, plus magnifique que lámour…¿La amisté…¿La liberté…¿Le plaisir?…¿Le sexo?..¡No y mil veces no!…Solo l´amour nos da el ser, la existencia, la felicité. Recuerdan ustedes la premier mirada, la premier caricia, le premier beso? ¿Recuerdan la última vez que se perdieron en la mirada de alguien y se encontraron en sus brazos amantes? ¿Recuerdan aquel día en que ustedes fueron al fin ustedes gracias a un «Je t´aime?.. ¡Ah, l´amour,l´amour!…»

Pink Floyd encaminaba el arte como una expresión y cuestionaba la educación como arma de doble filo del sistema. Ramón Qu cuestiona en esta entretenida y amena obra la necesidad de vivir realidades al otro lado del muro, la curiosidad y necesidad de ver y vivir lo que escapa a nuestros ojos.

Valores que marcan la diferencia como el coraje, la complicidad, el humor, la ternura y el trabajo en equipo para lograr un objetivo que a priori es el de ella y se convierte en el de ambos tras el conocimiento mutuo y el cariño que brota.

«EL CALLEJÓN» nombre que bautiza el grupo de teatro cántabro de reciente creación y una obra dramática también escrita y dirigida por Ramón Qu, que refleja el drama de los desahucios a través un sin techo y su amigo. Siguiendo la tradición de compromiso social propia del teatro, la Agrupación Escénica Unos Cuantos, denuncia la injusticia sobre la realidad de que haya gente sin hogar y durmiendo en la calle.

La asociación cultural El Callejón Teatro considera que todas las comunidades humanas necesitan donde mirarse, un espejo que refleje sus virtudes, sus defectos, sus problemas, sus deseos, sus miedos.

Todas las comunidades humanas necesitan un foro donde hablar, debatir y reflexionar sobre sí mismas, una plaza donde sentir, vivir, jugar, imaginar. El teatro es ese espejo, ese foro, esa plaza donde las comunidades redescubren quiénes son, qué les pasa y qué deberían ser. La asociación dispone de un acogedor local de ensayo en la capital cántabra, donde también proyectan dar clases y escenificar obras en cuanto la pandemia lo permita.

Mucha mierda a estas atrevidas compañías teatrales que surgen para no dejar inmune al espectador que además de ver, siente y remueve su conciencia al hilo de actores, autores, técnicos de sonido, decoradores y demás personajes que hacen posible que el arte sea una realidad en Aselart.

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