“Hay que dar a todas las personas los medios para que vivan de una manera digna”
Dicen que la mayor discapacidad es la incredulidad. No creer en ti mismo, en que puedes conseguir las cosas por tu valía y en que eres capaz de alcanzar cualquier meta que te propongas. En realidad, todo esto es relativo: tiene su parte cierta y su parte de fantasía, la propia de los tan populares discursos motivacionales.
No pretende quien escribe estas palabras derribar las ilusiones de nadie, sino tan solo ajustar el contenido de algunos conceptos. Porque aclarar la noción de algunos de ellos se antoja básico para comprender la labor que el centro de educación especial Dr. Fernando Arce, perteneciente a la Fundación Asilo de Torrelavega, lleva realizando 50 años.
El lenguaje evoluciona con la sociedad. Lo que antes era denominado minusvalía, pasó con el tiempo a llamarse discapacidad. Ahora hablamos, en la aplicación de un concepto más ajustado a la realidad, de diversidad funcional o de capacidades diferentes. Esto es porque todos, de una forma u otra, demostramos tener una variedad de capacidades casi infinita. La parte más funcional no es siempre la física, sino que, en ocasiones, el aspecto emocional y las capacidades derivadas de él destacan por encima de las limitaciones físicas que una persona pueda tener.
El centro atiende a alumnos desde educación infantil (3-6 años) hasta formación profesional básica (20-25 años), pasando por el programa de educación básica obligatoria (6-18 años) y por el llamado programa de transición a la vida adulta, que comprende las edades de entre 18 y 20 años.
Estos programas están enmarcados dentro de tres itinerarios específicos del centro. En el primero están los alumnos con necesidad de apoyo permanente para todas las actividades de la vida diaria. El segundo está formado por alumnos que no tienen adquirida la lectoescritura y con los que se trabaja la autonomía personal como puede ser el aseo, comedor, desplazamientos, etc. El tercer y último itinerario es el aplicado a alumnos que necesitan adaptaciones curriculares significativas.
A lo largo del curso escolar, los 160 alumnos del centro son atendidos y formados por un equipo de profesionales de distintos ámbitos. Pero esta atención no se limita a los meses de septiembre a junio, sino que se amplía al periodo estival gracias al programa “Abierto en vacaciones”, promovido por el Ayuntamiento de Torrelavega en colaboración con el centro.
Los alumnos del Dr. Fernando Arce necesitan mantener la actividad también en verano y sus padres requieren también que alguien cuide de sus hijos mientras ellos siguen trabajando. Alberto es el padre de Olga, alumna del centro y una de las beneficiadas de este programa veraniego. Valora esta iniciativa como “la única forma de seguir trabajando, porque no puedo cargar a los abuelos con todas las responsabilidades”.
Para los alumnos es primordial mantener la actividad y seguir recibiendo terapias tan importantes como la fisioterapia o la logopedia. “La niña entra y sale contenta del colegio porque es un entorno conocido para ella”, asegura Alberto. Además del apoyo a las necesidades especiales, la posibilidad de seguir asistiendo al centro los meses de julio y agosto ayuda a que los alumnos como Olga puedan mantener su actividad habitual y sus horarios; un orden, en definitiva, que resulta imprescindible para ellos.
La crisis sanitaria derivada del coronavirus ha cambiado muchas cosas en el centro. Según comenta su director, Francisco Linares, las actividades se han reducido en un 30%. “Se han creado grupos burbuja y se han mantenido a rajatabla las medidas de prevención, higiene y desinfección, lo que nos ha permitido mantener el centro abierto todo el curso”, afirma Linares, que añade que “es importantísimo que los alumnos mantengan su actividad y sean atendidos con arreglo a sus necesidades específicas”.
Durante el confinamiento de 2020 el centro permaneció cerrado, pero se apostó por la atención online y por seguir apoyando a las familias en la difícil tarea de mantenerse 24 horas en casa. También se apoyó a los padres en la solicitud de permisos especiales para que los alumnos pudieran salir a pasear, los llamados paseos terapéuticos.
En este sentido, Alberto recuerda este periodo como un tiempo difícil: “yo seguía trabajando y mi hija estaba encerrada en casa todo el día. Echó mucho en falta salir a la calle porque necesita mucho movimiento y realizar actividades constantemente”. Para Olga, como para el resto de los alumnos, volver al colegio fue algo positivo, pero también para Alberto y el resto de padres, que ven como sus hijos recuperan y mantienen la actividad en un entorno conocido y seguro para ellos.
La lucha por la inclusión plena es uno de los objetivos de la educación, de la sociedad y del propio centro: “Perseguimos la adaptación y la integración laboral, pero queda mucho trabajo por hacer y ante todo mucha labor de concienciación”, afirma Linares, que considera que “debe analizarse cada caso particular y adaptarse a cada persona con arreglo a las capacidades que posee para dar a todas las personas los medios para vivir de una manera digna”.
La búsqueda y la promoción de la inclusión de todas las personas con necesidades de cualquier tipo debe plantearse no como una obligación social o moral, sino como una necesidad basada en la justicia y en el tan manido concepto de igualdad. Un concepto que en ocasiones se utiliza de un modo superficial, pero que debe ser tratado con toda la profundidad que merece porque detrás de cada persona, de todas, hay una realidad que requiere un trato personalizado para encontrar el equilibrio que, de manera efectiva, asegure la igualdad de todos los miembros de la sociedad.
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