Todos somos refugiados
Aylan Kurdi, el niño que apareció muerto en una playa de Turquía, se convirtió en el símbolo de cuantos habían muerto antes, de cuantos estaban muriendo en ese mismo instante y de cuántos vendrían después, si no se hacia nada, o demasiado poco, para evitarlo.
Su fotografía golpeó el estómago de la conciencia de medio mundo, el otro medio se juega la vida por no acabar como Aylan.
En cada charla que dábamos desde “Pasaje Seguro & Cantabria con las personas refugiadas” o desde “Comunidad Solidaria Cantabria Actúa”, colectivos en el contexto de aquella tal vez mal llamada “crisis de los refugiados”, al mostrar la foto del cadáver de Aylan y pedir que levantara la mano quien la conociera, la respuesta afirmativa de los chavales era casi unánime. Y esa imagen se convertía en un punto de partida y de llegada, en el eje para explicar lo que estaba ocurriendo, para contextualizar los testimonios de las personas que acudían, de Fátima, Carlos, de Nico, de Ángeles o de Mila. Para introducir nuevas realidades como el caso de Samir.
La mirada atenta de los alumnos, la emoción contenida y desbordada a medida que profundizábamos en el tema, que se ponía piel e historia a cada estadística y a cada número, nos mostraba que algo latía con fuerza bajo las capas hechas de redes sociales con las que aparecían envueltos. Y ese latido reventaba a sus huéspedes enfrentándoles a una realidad de la que no podían, ni querían, apartar la mirada.
Les hablábamos de la guerra de Siria, de las primaveras árabes, del tratado de la Vergüenza, del compromiso de la UE a recibir a unos 160.000 refugiados de una cifra total de desplazados que supera hoy los cinco millones. Y al contarlo abríamos el foco a tantos otros conflictos olvidados. Poníamos la figura del refugiado y del migrante a la misma altura ética y moral, porque al conocer las historias de quienes saltan la valla de Melilla, o de quienes mueren ahogados en el Mediterráneo se nos borraba esa línea, nos avergonzábamos incluso de haberla trazado. Al escuchar sus preguntas aprendíamos que hay líneas que no tienen sentido. Porque la pregunta mas sencilla y directa te desarmaba ¿Por qué unos si y otros no, si todos huyen de las guerras, del hambre, de la persecución? ¿Por qué unos si y otros no?
Ahora Aylan tendría 9 años, lo sé porque mi patada en el estómago de la conciencia vino a través de mi hijo que tenía su misma edad. Pantalones parecidos y camiseta también, esos calcetines y el mismo pelo castaño. No es justo ese tipo de identificaciones sesgadas que nos llevan a empatizar mas o menos según quien sea la víctima o según nos sintamos mas cercanos a ella. No es justo, pero sucede. Y cuando pasa nos muestra todas esas capas que nos construyen, nos da las pistas de los porqués y una lección de la que decidimos si aprender o no. Y qué hacer con lo aprendido. En ese y en otros momentos caen los muros, las murallas, las líneas y las fronteras. Todo se diluye ante esa pregunta desnuda y directa ¿Por qué unos si y otros no? Podemos fabricar tantas excusas o análisis como queramos, pero al final ese mismo latido se abre paso y nos deja frente a frente con las marcas de nuestros demonios, de nuestros prejuicios y contradicciones.
De las 160 mil personas que Europa se comprometió a acoger, el gobierno español se comprometió a acoger 17.337, unos 4 por cada 10 mil habitantes. A Cantabria le corresponderían 242, a Santander unos 68. Posteriormente la cifra fue revisada a la baja por la Unión Europea, reduciéndola hasta un 25% de la cifra pactada, que no se había cumplido. ¿Son las personas números? Les preguntábamos a los jóvenes en nuestras charlas, como reflexión de fondo, cada vez que les soltábamos estas u otras cifras. Una pregunta sencilla y directa, que les denudaba tanto a ellos como a nosotros.
Al volver a dar las charlas, tras la Pandemia, y mostrarles la foto de Aylan, quizás uno o dos levantan la mano. Han pasado solo 6 años, pero ellos tenían en aquel entonces 10, 11 o 12 años.
Y es que va todo tan rápido que lo último engulle a lo anterior sin dejar prácticamente rastro y cada patada golpea sobre la huella desdibujada de la anterior. En la última charla les hablamos de lo que está ocurriendo en Ucrania. Le hablamos de los, hasta el momento, 75 mil refugiados ucranianos con el estatus de protección temporal. De los que casi 200 están ya en Cantabria. La apelación a los derechos humanos, los autores, las citas, son las mismas y también alguna de las preguntas. Cambia lo mas importante; diferentes rostros, mismas historias. Pero también, al final se alza una mano, preguntando ¿ Por qué unos si y otros no?
“Porque los derechos se poseen en razón de poseer humanidad y no una nacionalidad” es una frase de la pensadora turca Seyla Benhabib en su libro “Los derechos de los otros”