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«Me violaron y me amenazaron en mi país por ser gay»

Conocemos las historias de dos personas migrantes que viven en Cantabria. Añoran mucho sus países de origen, pero se resignan a una rápida adaptación para poder continuar con sus vidas
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Arad ya hace varios años que salió de Irán, su país. No vivía una situación de guerra allí, pero se vio obligado a buscar una nueva vida lejos del sitio donde nació y se crio porque es homosexual. Esto es algo que sigue siendo perseguido y castigado en el Estado persa, por lo que seguir allí era algo muy peligroso.

«Me violaron y me amenazaron por ser gay», cuenta, aunque también se añadía su condición de activista. Protestar contra el Gobierno en Irán sigue siendo una actividad de alto riesgo, por lo que ese cúmulo de situaciones le hizo salir hacia Turquía. Tras cinco años allí, que no es país seguro tampoco para él, acabó en España, donde ya lleva tres años, el último de ellos en Cantabria.

Aquí ha encontrado la ayuda de la Asociación Nueva Vida, que tiene diversos proyectos de apoyo a personas que sufren una situación de vulnerabilidad. Están muy volcados hacia mujeres víctimas de trata y explotación sexual, pero también trabajan con personas que han tenido que huir de su país y encontrar refugio en otro lugar.

La otra persona con la que hemos contactado es Roya. Ella es una mujer afgana que salió de su país en agosto de 2021, cuando se produjo el regreso de los talibanes al poder. Eso iba a suponer un empeoramiento evidente de la situación de las mujeres en ese país, por lo que no dudó en salir. Y acabó también en Cantabria, como nos cuenta en la conversación que hemos tenido con ellos en EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM. En su caso, es Movimiento por la Paz quien trata de ayudarla.

Tanto Arad como Roya tienen algo muy claro en común: echan de menos su lugar de proveniencia. Les encantaría regresar, pero las condiciones que hay tanto en Irán como en Afganistán les hacen desechar esta posibilidad, porque supondría vivir un horror de nuevo.

Mientras las cosas cambian, lo que están haciendo es tratar de aprender el idioma lo más rápido que pueden para sentirse más sueltos e integrarse mejor. Arad incluso ya tiene trabajo, mientras que Roya desea seguir ejerciendo como periodista, al igual que hacía en su país. Por eso necesita incorporar el castellano como lengua lo más deprisa que le sea posible.

Hay otra cosa que les enfada y les entristece, y es que aquí, donde viven ahora, no llega casi nada de lo que pasa en sus países. Los medios de comunicación ignoran los abusos que los respectivos gobiernos ejercen sobre la población. En parte, por la censura que hay en esos países para que no se conozca fuera lo que sucede dentro.

La guerra en Ucrania también ha contribuido a que la desatención informativa haya crecido. En el verano de 2021 Afganistán sí fue un lugar que aparecía en televisiones, radio y periódicos a diario, pero una vez que los talibanes se hicieron con el poder, la atención ha caído en picado.

En cuanto a Irán, nos llegan noticias respecto a armamento nuclear, materias primas y otras cuestiones geopolíticas, pero nada sobre la falta de derechos humanos que sigue siendo tan palpable en su interior.

Arad y Roya sienten solidaridad hacia las personas que están saliendo de Ucrania, les muestran su apoyo y también su empatía, porque entienden lo difícil que es tener que dejar su hogar de un día para otro. Se les abren días de desesperación y tristeza, y también la impotencia de ver que hay una situación ante la que no pueden hacer nada.

La semana pasada tuvo lugar el Día Mundial de las Personas Refugiadas, y este martes es el Día del Orgullo LGTBI. Arad y Roya viven ahora lejos de su sitio, de su hogar, pero con la esperanza de poder volver a disfrutar del sitio que más aman en el mundo. Pese a la situación en la que están, los discursos más reaccionarios y discriminatorios les señalan como personas que deberían abandonar España y regresar a su país, porque están en un lugar que no les pertenece, como si la nacionalidad que figure en un documento oficial fuese suficiente motivo para determinar donde se puede y no se puede estar.

Sin embargo, estamos ante dos personas que luchan por salir adelante con unas condiciones mucho más difíciles que la gran mayoría de las personas que tienen a su alrededor, porque tienen desventajas evidentes añadidas. Por eso esperan tener la oportunidad de demostrar que sí son válidos para ganarse una vida digna y contribuir a la sociedad en la que viven, aunque siempre con un ojo puesto en las noticias que les llegan de sus añorados países de origen.

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