Fronterizas
Un sonido repetitivo no demasiado fuerte, pero sí lo suficiente para estar presente. Un sonido que, al rato de estar sentada en la butaca me parece una especie de suplicio de la gota china. Para desviar mi atención, trato de pensar a qué corresponde ese ruido que, al principio no tengo claro si es algo que se ha colado o forma parte de la representación. “Son unos pies arrastrándose por el suelo”. Eso es lo primero que se me viene a la cabeza, pero luego pienso que parece más algo así como a dos cuerpos textiles frotándose. No sé. Estoy un poco desconcertada porque inicialmente pensé que la función iba a ser en la Sala Argenta. Y eso no es del todo inexacto, porque estamos en la Sala Argenta, pero del otro lado. A mis espaldas tengo, cerrado, el telón. Estoy en la cuarta fila de cuatro. “Así son los miércoles íntimos”, me dice la chica que está sentada a mi derecha y con la que intercambio algunas palabras mientras el público se acomoda. “Resulta curioso estar a este lado del telón”, pienso. Zzzsss, zzzsss, zzzsss… el sonido de fondo sigue con su soniquete. A veces parece que desaparece, pero no, simplemente consigo olvidarme. Zzzsss, zzzsss, zzzsss. Sigue entrando público. No somos muchos, pero sí veo cantidad de caras conocidas. Pienso que podía ser un salón. Grande, pero un salón. Ya estamos todos. Las luces se apagan. Todas no. El centro de la escena está iluminado y entre dos focos colocados en el suelo aparecen dos pies moviéndose rítmicamente. Zzzsss, zzzsss, zzzsss. Durante unos minutos esa imagen protagoniza la escena. El volumen aumenta y los pies no paran de moverse arrastrándose rítmicamente contra el suelo.
Fronterizas es la pieza de Mari Paula, Carlos Molina y Jaime Peña que cierra una trilogía integrada por Retrópica (2017) y Devórate (2019). Una creación que, según la propia Mari Paula explica en el guión, ha sido reinventada después de desechar la primera versión, nada menos que sobre su propia vida. Pienso que Fronterizas viene a ser algo así como el miércoles de su estreno, que amaneció gris para dar paso a cielos azules y descargar intensos y repentinos aguaceros a lo largo de la tarde.
Danza contemporánea, texto, proyecciones, música, luces, sombras, sonidos. Elementos tan sorprendentes como efectistas. Una máquina de humo. Una máquina de viento. Mari Paula se maneja con maestría con todos ellos sobre el escenario. Mueve su cuerpo. A ratos desesperado, a ratos tranquilo, a ratos estático, a ratos vibrante. Fronterizas tiene mucho de ella, de esa mujer de Sao Paulo que ha terminado viviendo en Requejada y que se siente un poco de los dos lados del océano. Dice que no quiere hablar de tópicos de fronteras, pero, me pregunto “¿qué es una frontera?”
Fronterizas está lleno de momentos sorprendentes, de discursos intimistas que consiguen integrar al público en un espectáculo cargado de simbolismos y de reflexiones. De imágenes cargadas de belleza que llevan, finalmente, a un baile desenfrenado, como si las fronteras hubiesen desaparecido, como si lo de allá y lo de acá se hubiesen fundido cogiendo lo mejor de cada lado.
Y así es como el inquietante zzzsss, zzzsss culmina en un prolongado silencio, roto, finalmente, por los aplausos sinceros del público que, tal vez sin saberlo, se ha convertido ya en parte de Fronterizas.