«Por supuesto que es una huelga política». Sin complejos, Sara García, del Colectivo de Estudiantes en Cantabria, lo argumenta: las medidas educativas de Gobierno central y regional son políticas, y su respuesta es también política.

Y es contra unas políticas concretas: la de la LOMCE (la anteúltima reforma educativa, y decimos la anteúltima porque en cuanto haya cambio de partido en el Gobierno ya se ha anunciado que la reformarán), los recortes en el sector y la reducción de becas, en la que ven, en suma, una «reducción de oportunidades».

O, dicho de otro forma, lo que reclaman es una «educación de calidad» mirando al «futuro», objetivo que comparten con toda la comunidad educativa, padres y maestros (pese a los intentos del ministro de Educación, José Ignacio Wert, de distinguir entre unos y otros, con el mensaje lanzado a los padres de que los maestros sí tienen garantizado un puesto de trabajo; o la división regional entre asociaciones de padres, con el polémico desmarque de la FAPA de las protestas, criticado por el resto de sindicatos, asociaciones y representantes de la comunidad educativa).

Aunque en todo el país llevan tres días de huelga, acciones y protestas, en Cantabria el día fuerte es este jueves, e incluye una concentración a las doce en la zona de Vargas (donde está la sede de la Consejería de Educación), y por la tarde, a las seis, una manifestación desde allí hasta el centro de Santander.

Medidas a las que se están sumando clases en la calle, en los campus universitarios como el de Santander, o una pinchada por la educación pública, esta noche en el Metropol, en la calle del Sol (o del Carmen).