Cómo vivimos ahora

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La estamos cagando. Hay algo profundamente equivocado en la forma que tenemos de hacer las cosas. Mejor: que tienen algunos de hacer las cosas:  modernos liberales, bancos, gobiernos que se llaman a sí mismos democráticos, Lehman Brothers, CreditSuisse, la madre que los parió a todos. Que no vengan diciendo que este egoísmo, este materialismo rapaz es inherente a la condición humana que sí, que bueno, pero no tanto. El verdadero despertar del monstruo data, creo, de 1980. Lo recuerdo bien.  Porque cuando su tutora – o sea yo – preguntaba a los estudiantes (que estaban, no lo olvidemos, a las puertas de la Universidad) que pensaban hacer con sus vidas, cuál era su vocación algunos (muchos) contestaban que lo que más querían era ser ricos, hacer dinero.  Su admiración acrítica hacia la propiedad privada, el funcionamiento de los mercados, el desprecio por el sector público me parecía de lo más chocante en aquellas chicas y chicos de 17 años.

De entonces acá, la cosa, me temo, no ha hecho más que ir a peor.

Y no hemos aprendido nada. Ni de las guerras (recuerden a la antigua Yugoslavia), ni de los cracs (recuerden el 2008). Los capos de la cosa vuelven otra vez a los rescates y tiran porque les toca. Incapaces de imaginar alternativas creen estúpidamente que haciendo las mismas cosas pueden conseguir resultados diferentes.Presa de sus propios excesos vuelven (volvemos) a acudir a la teta de mamá Estado para que nos salve de la quema.  Pero si todo lo que hacemos (hacen, que estoy harta de asumir culpas que no son mías) es recoger los pedazos y seguir como antes, vamos listos. Las crisis irán a peor en ciclos cada vez más cortos.

Recuerdo a un amigo librero, un librero muy progre que ya no está, que hablaba de la “globalización” con verdadero entusiasmo. Iba a ser la solución -decía- de todos nuestros problemas. Yo nunca le vi la gracia – a la Globalización – por ningún lado.  Discutíamos. A día de hoy sigo sin verla. Mi pobre imaginación no alcanza a ver cuáles son las ventajas de tanta interconexión entre unos países y otros. Las ventajas de convertirse en una pieza de domino que alguien ordena en fila de tal manera que, cuando cae, lo hace sobre otra que a su vez hará caer a otra y así hasta que no quede ninguna en pie. Globalización. Já! Si acaso, globalización de la inseguridad y con la inseguridad el miedo: miedo al cambio, a la decadencia, miedo a los extraños y a un mundo ajeno (que se lo pregunten a Marlaska, a Borrell). Miedo. Un canguis que está corroyendo la confianza y la interdependencia en que se basan las sociedades civiles. Un miedo convulso que lleva al personal a sacrificar la Justicia y la Libertad en aras de la seguridad. Ya lo decía el gran Orwell: Ver lo que se tiene delante exige una lucha constante. Y qué pereza ¿verdad? Con lo cómodo que es caminar a ciegas.

 

 

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