Como agua de mayo: llega la lluvia fina
En el fondo, la pegada de carteles es un poco extemporánea incluso para los propios partidos. Se parece mucho, de hecho, a cuando se pone una primera piedra de una obra o se hace un acto oficial de inauguración de un curso académico: en realidad, las obras, las clases o el trabajo lleva un tiempo haciéndose.
Lo que toca ahora lo recordaba en esta noche también la aparición de un elemento muy cántabro, aunque aparecido también de forma extemporánea: la lluvia que no llegó en el abril de las aguas mil convertida en agua de mayo.
Ahora toca eso, el goteo de mensajes y propuestas, esperando que cale, como las constantes alusiones al cambio de régimen (lo dice Buruaga de Revilla, lo traslada Daniel Fernández de Gema Igual), incluso parece que el clima también se empeña en decir que algo no es como siempre.
Hay algo de liturgia en la pegada de carteles: primero se encola la base (planchas fijadas, negociadas y peleadas en sitios concretos, ya no se tira tanto de ponerlos donde cuadra), luego se pega el cartel (y encima hay que hacerlo teniendo en cuenta que suenan flashes porque se ha convocado a los medios, escalonados por partidos para que las pocas manos puedan abarcar los muchos partidos) y después se vuelve a encolar por arriba para que quede fijado y pueda resistir las inclemencias del tiempo.
Desde el PP, su candidata María José Sáenz de Buruaga lo hacía apelando al fin de ciclo del PRC, invocando el valor del cambio, incluso con un cartel que es más cómic que cartel, mientras que el presidente Revilla, a quien el CIS relevaba este mismo jueves de primera a tercera fuerza, confía en mantener el tirón. El cambio también era invocado por Félix Alvárez, desde Torrelavega, situando al PP también en el lado opuesto del cambio –y vinculándolo a un pacto con el PRC, de paso-.
El vicepresidente Pablo Zuloaga, candidato socialista, se reivindicaba desde la sede del partido en la calle Vargas y rodeado de militancia y cargos del Ejecutivo como la frontera frente a la derecha del PP y sus “malas compañías”, enarbolando tanto la gestión desde el Gobierno como al contacto con la calle desplegado durante este tiempo.
Podemos e Izquierda Unida visibilizaban en su pegada de carteles lo que les dicen las encuestas: su entrada en el Parlamento, con al menos dos diputados. Por eso Mónica Rodero (Podemos) y Carmen Martín (IU) arrancaban la campaña frente a la sede del legislativo y llamando a llevar a una nueva sensibilidad y temas.
Verdes Equo Cantabria mostraba en su arranque de campaña la parte más sostenible de su campaña: no pegaron carteles, sino que los proyectaron sobre la sede de la Escuela de Náutica, y también acudieron al Parlamento, trasladando además que compensarán con una plantación de árboles la huella de carbono que genera una campaña electoral que ,por lo demás, entre carteles, viajes y movimiento de bits, no es lo más sostenible ni pro-decrecimiento del mundo.
Cantabristas, con candidatura autonómica y por primera vez en Santander, se presenta buscando dar la sorpresa con ese “aire nuevo” de su lema, según recordaban el candidato cántabro Paulu Lobete —a quien en una vieja crónica de otra campaña definimos casi como escudero y ya no procede– o y el candidato por Santander, Manuel Núñez, ‘raquerizados’ al empezar la campaña frente a uno de los símbolos del Santander más popular.
EN SANTANDER, ESPERANZA POR EL CAMBIO FRENTE AL MIEDO
La elección de arranque de campaña autonómica jugaba una mala pasada al PP santanderino –cuya existencia formal como ente es cuestionable, pero ok-, al elegirse la Plaza de Italia, escenario que tras su última reforma ha sido objeto de críticas, muchas de ellas por los propios sardinerinos, por la despersonalización y perdida de identidad, y que esconde en su subsuelo el tanque de tormentas que petó en un episodio reciente del inusual en la ciudad fenómeno de la lluvia.
Desde allí ,la candidata del PP, la alcaldesa Gema Igual, sorprendía con un mensaje que contrasta con todos los años que la derecha local, y ahora la estatal (incluso es parte clave del mensaje del autonómico) llevan tratando de asociarse al mero sentido común y a la eficacia de la gestión: Igual reivindicaba que quien vota al PP estará votando a una ideología (¿?) y precisaba que quien quiera votar al PP y que gobierne el PP debe votar al PP, en un intento de advertir sobre los pactos postelectorales que obviaba que en todo caso , aparte de reflejar también mayorías, serían entre formaciones distintas al PP.
El candidato socialista, Daniel Fernández, comenzaba la campaña casi mirando al reto de hacer historia con un cambio de gobierno en la ciudad que no se ha producido nunca más allá de algún cambio de nombre dentro de la misma derecha que ha ido prolongando el modelo urbanístico del 41. Frente al mensaje del miedo al que se ha enganchado el PP y quienes reproducen sus argumentarios, el que ha sido portavoz de la oposición durante la legislatura reenfocaba ese miedo al que tienen a los santanderinos al próximo problema que genere el PP (del Metrotus a las basuras, pasando por el anulado PGOU o las dificultades en los servicios públicos) y se mostraba confiado de que los santanderinos valorarán el cambio en cuanto lo prueben.
Un cambio con el objetivo de sumar a la ciudad a la modernidad al que se sumaba el candidato de Izquierda Unida-Podemos, Keruin P.Martínez, que conjuga en su presentación su origen dominicano, su infancia gallega, su arraigo en Santander, su trabajo en referentes para el progresismo local como el Rvbicón o Sol Cultural, y su formación cultural como profesor de historia en UNATE o la UC.
La elección de los sitios tiene su asunto: Felipe Piña, candidato del PRC a la Alcaldía, lo hacía desde la Estación Marítima, la parte de la ciudad en la que más impacto ha tenido la gestión regionalista a través del Puerto de Santander.
Y Javier Ceruti, candidato de Ciudadanos, miembro del equipo de Gobierno en un pacto que ha resultado difícil (hasta el punto de que el PP ha convertido en argumentario que les voten sólo a ellos porque en pactos no funcionan) , en Castilla-Hermida, presumiendo de haber parado la ‘losa’ de la reordenación ferroviaria y prácticamente con el modelo de ciudad, una guía de la adaptación del urbanismo santanderino a las nuevas tendencias de regeneración en las ciudades. Que, por cierto, hasta algo tan de toda la vida como la lluvia tiene margen para el cambio.