Un caso Balneario se empotra en la cena de Navidad del PP
En el día en que España se para porque un pobre diablo de Teruel se ha empotrado contra la sede del PP en la calle Génova de Madrid con un coche cargado con dos bombonas de butano conectadas a un invento que pretendía ser un explosivo como mostraba un video alojado en Internet, otra sede, la cántabra, valora los daños de un caso Balneario que también se ha empotrado en la Navidad del PP cántabro.
El Partido Popular de Cantabria celebra este sábado su tradicional cena navideña, la reunión de toda la familia: dirigentes, militantes y simpatizantes. Y pocos años como este ha sido tan esperado el toast del patriarca, Ignacio Diego, acorralado por la actualidad (responsabilidad patrimonial en el fraude de IVA en el Ayuntamiento de Astillero + caso del Balneario).
¿Por qué brindará el PP esta Navidad? No se sabe muy bien, es algo que se guarda con celo, pero en el menú del discurso de Diego debería haber una explicación verosímil, alguna referencia al menos a la contradicción de su verdad parlamentaria con la verdad policial, porque uno de los objetivos de esas palabras del líder es siempre tratar de subir la moral de sus tropas.
En definitiva, la cuestión clave a la que se enfrenta el presidente de Cantabria es LA MENTIRA. Un ‘delito’ superior al del cohecho en democracias más maduras que la nuestra, y que habría terminado fulminantemente con su carrera política en Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña. Pero esto es Cantabria, España.
¿Y ahora qué? Es muy poco probable una dimisión o un anuncio de que no se presentará a las próximas elecciones. Sobre todo después de que se haya remitido a su última declaración. Y es difícil que cese, por una cuestión de cultura democrática. ¿O acaso las dimisiones en el período democrático español nos obligan a tirar de los dedos de la segunda mano?
Remitirse, como ha hecho Diego, a su declaración parlamentaria, es equivalente al silencio sobre la novedad (el informe policial)
Un silencio incómodo, que vive con impotencia la familia del Partido Popular de Cantabria, que puertas adentro se lamenta porque ven el jaque a Diego como una cuestión menor, de corrupción de baja intensidad: una factura de poco más de 500 euros, aunque conscientes de que, por poca cosa, cayeron otros dirigentes, como Camps en Valencia o el propio Hormaechea en Cantabria.
Una cuarta versión de Diego en la cena de Navidad del PP es muy poco probable, superaría todos los récords marcados por el monaguismo en Extremadura. Y, puestos, si Monago es el ejemplo, cabe recordar que la vía de escape del extremeño en el asunto de sus viajes a Canarias a cargo del Senado fue anunciar su candidatura a las próximas elecciones de 2015.
Tenía Ignacio Diego una salida muy digna: hacer un balance de una trayectoria honrada – por más que sea polémica-, admitir el error, pedir perdón – por la supuesta mentira-, señalar a los corruptores y poner el partido en las manos de quien mejor pueda luchar contra esta lacra en el futuro. Es decir, canalizar su propia sucesión y apartarse para no hacer daño al partido. Pero no tiene pinta.
En cualquier caso, la luz verde de la huida hacia delante de Diego no está en manos cántabras. Será el propio Mariano Rajoy quien valore la oportunidad de tener un candidato salpicado por corrupción, en una comunidad autónoma (pequeña), en el caso de que el Supremo o el TSJC vean los mismo indicios de delito que han visto dos juezas, una en Lugo y otra en Avilés.
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