La amnistía del elefante
“Creo que es de vital importancia entender la dimensión cognitiva de la política, sobre todo porque la mayoría de nuestros marcos mentales son inconscientes, y puede que no percibamos nuestro propio pensamiento metafórico”.(Lakoff, 2017 pág 100)
El lingüista de la Universidad de California George Lakoff (1941) inicia sus conferencias con un ejercicio: le pide al público presente que trate de no pensar en un elefante. Mientras lees estas líneas quizás puedas ver lo complicado, por no decir imposible que es, no pensar en el elefante. Sin avisar, como si de una “cacharrería” se tratara, en nuestra cabeza se acomodan sus grandes orejas, su trompa, su silueta inconfundible tenga la forma que tenga, ya sea la del Dumbo de Disney y sus cómplices en estado etílico llenos colores psicodélicos, la mas marcial e inolvidable marcha y paso marcial de los elefantes del Libro de la Selva, en la que el propio Moglie intentaba mimetizarse con tan singular desfile (en definitiva se trataba de encajar). Sin olvidar los elefantes de Mogambo, La senda de los Elefantes o Hatari, por tirar solo de algunos clásicos (hay más, a gusto o disgusto del cazador). Conozcamos o no estos elefantes, seamos o no cazadores, el elefante está ahí colocado en nuestro imaginario personal y colectivo.
Este sencillo ejercicio nos puede ser útil a la hora de analizar uno de los principales problemas del debate político en esta era de la posverdad en la que no es tan importante si algo es o no cierto, sino si nos lo creemos y hacemos de ello algo incuestionable. Parece que en el lenguaje político el objetivo es ese. Cómo si Orwell tuviera instagram, tic toc o Twitter y la realidad se construyera mediante la hegemonía del discurso. Quien controla las palabras, lo hace de su significado, del impacto simbólico en la sociedad. Así si hablamos de igualdad y logramos que su elefante se cuele en nuestra cabeza asociado a la palabra amnistía, nos encontramos en la calle manifestándonos contra una amnistía de la que, hasta el momento no sabemos demasiado, pero que sentimos (y es importante el verbo sentir sustituyendo al pensar) que va ineludiblemente unida a la de Igualdad. Vemos como nuestro particular elefante va tomando su particular forma. Y el color, la potencia, la fuerza moral de la palabra igualdad que forma parte de nuestro inconsciente, como uno de los valores supremos a los que recurrir para dotarnos de identidad ética y cívica, ya no va asociada, o no con la suficiente fuerza movilizadora, a la realidad de las personas sin hogar o desahuciadas que viven en nuestra comunidad, o las personas migrantes que mueren en el mar solo por intentar tener unos derechos IGUALES a los nuestros, se diluye como un azucarillo en el circo del hombre elefante en el que nos estamos convirtiendo.
La Igualdad de salarios, de oportunidades, la igualdad entre mujeres y hombres, en la forma de entender la condición sexual, racial, queda en un segundo o tercer plano, o fuera de plano si de una película se tratara. La palabra igualdad no sirve para el pueblo palestino, no sirve para ningún otro pueblo, ciudad o persona que no sea nuestro elefante amnistiado o en contra de la amnistía. Se hace tan grande que lo ocupa todo. Toda nuestras energías se ponen al servicio de esa maquinaria de la que sólo sabemos que tiene forma de bandera y un enemigo claro en el que canalizar toda nuestra ira. Salimos a manifestarnos convencidos de que defender nuestros derechos, los de nuestros hijos, su igualdad, también su libertad, está directamente vinculado y sin lugar a dudas a conseguir que la amnistía sea o no posible (en este caso que no lo sea). Y que de suceder, toda la arquitectura democrática, ética y política en la que basamos nuestra vida en comunidad se derrumbaría. No importa si caminamos junto a quienes tienen discursos en los que la igualdad brilla por su ausencia e inoculan el odio, el rechazo no sólo al diferente, sino a los modelos de convivencia de los que nos hemos dotado. No importa que suene el eco de un sol con cara de “primero los de aquí” -¿Primero los de aquí? ¿Es eso igualdad?- El elefante de la amnistía ya esta instalado cómodamente en el circo de nuestra sin razón mientras lo domadores agitan sus látigos al redoble de sus himnos, de sus consignas, de sus “que te vote chapote”.
¿Es eso igualdad? Discursos que se construyen desde un “esencialismo” irracional que utiliza la coartada de defender algo que ni siquiera conocen, porque destruyen su verdadera esencia: La tolerancia, que además es uno de los principios de la igualdad. Con el fetiche prostituido de la igualdad se levantan las banderas que polarizan nuestra sociedad. Bajo esta bandera de la igualdad yacen sepultados quienes nunca han sido reivindicados en las calles de la misma manera y con la misma contundencia política, ética y movilizadora que le diera al menos una oportunidad.
Y mientras, el elefante de la amnistía con su paso firme y marcial, vestido con estos ropajes de igualdad, revienta nuestra frágil “cacharrería” sin darnos opción a pensar, a escuchar, a mirar, o a sentir en nada más. Inquietante metáfora.