La biografía de Pío Muriedas engrosa el legado digital de la Academia de Historia
La biografía de Pío Muriedas, actor y recitador de poesía, forma parte ya del legado digital de la Real Academia de Historia.
El relato de su vida y obra se puede consultar ya en las dos plataformas digitales con las que cuenta esta institución, esto es, el Diccionario Biográfico Español y la Historia Hispánica, a través de estos enlaces: https://historia-hispanica.rah.es/biografias/52884-pio-fernandez-muriedas y https://dbe.rah.es/biografias/pio-fernandez-muriedas
La biografía ha sido escrita por Juan José Torres Cantalapiedra, que fue amigo e investigador de Pío Muriedas, cuyo rastro en su ciudad encontramos en una farola en Numancia (muy cerca de otra dedicada al poeta Pepe Hierro).
En ella se abordan tanto su formación autodidacta como su experiencia como actor en las compañías teatrales de Enrique Borrás y Margarita Xirgu –actriz de referencia para Federico García Lorca–, con quien participó en giras por España, Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Méjico.
Durante su vida, conoció y trató a numerosos artistas y escritores de la generación del 98 y del 27: nombres como Pío Baroja, Antonio Buero Vallejo, Vicente Aleixandre, Pancho Cossío, Francisco Arias,, Antonio Quirós, Gerardo Diego, García Nieto, Alfonso Sastre…se encuentran entre los creadores con los que tuvo contacto.
Según destaca Torres Cantalapiedra, Pío Muriedas fue conocido sobre todo por su faceta de recitador de poemas: en los años 30 dio recitales en el Ateneo de Madrid, presentado por Valle Inclán y en 1935 colaboró con su amigo García Lorca organizando la última actuación de La Barraca en la Universidad Internacional de Verano de Santander (origen de lo que con el tiempo acabó llamándose la actual UIMP). El lazo entre Lorca y Santander se extiende: aquí está enterrado su último amor, Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca y militar republicano caído en el frente norte, cuya historia se cuenta en la obra de teatro ‘La piedra oscura’ y asoma en ‘Una noche sin luna’.
En la Guerra Civil fue nombrado secretario de Propaganda de la Unión de Escritores y Artistas Revolucionarios y colaboró al servicio de la República como recitador en los frentes, recibiendo el sobrenombre de “el recitador proletario”. El 4 de febrero de 1939 cruzó a píe los Pirineos y fue internado en el campo de concentración de Prats de Molló.
Pese a no tener delitos de sangre, al regresar a España fue detenido y condenado a muerte, pena que, gracias a la intervención de su amigo José María Pemán, le fue conmutada por la de 15 años y un día, aunque a los pocos años quedó en libertad.
Sin embargo, se le impuso la pena de destierro de Santander y Asturias y la pérdida de su nombre artístico Pío Muriedas, siendo a partir de entonces “Pío Fernández Cueto”.
En 1942 encontró en Bilbao a María Luisa Gochi Mendizábal, con la que vivió, en palabras del propio Pío, “una borrachera de amor permanente”. Tuvieron dos hijos.
Iniciada la posguerra se apartó del ámbito teatral, pues despreciaba la necesidad de relacionarse con el entorno oficial. Aún así, siguió difundiendo la poesía por todo tipo de foros por todo el país, en un repertorio de poetas clásicos y de vanguardia, de la generación del 27 y del 36. De hecho, su esposa María Luisa registró entre 1946 a 1972 (año de su muerte) más de 2.500 recitales de poesía por toda España; por lo que se estima que a lo largo de su vida superó los 5.000.
Su biógrafo, el periodista Jesús Pindado (recientemente fallecido, aquí podéis consultar, por obra de su hijo, la carta que le hubiera escrito Pío Muriedas) destaca que Pío recitaba tan extraordinariamente bien, no solamente por sus innatas condiciones, sino también porque muchos de los poemas de su repertorio los vio recitar de sus propios autores, especialmente en el caso de García Lorca.
Pablo Neruda dijo que, interpretados por él, “todos los poetas son buenos, hasta los malos” y Vicente Aleixandre le definió como “voz de las voces sobre el haz de España”.
En 1963, cumplida la pena de destierro, volvió a su Santander natal y recuperó el nombre artístico de Pío Muriedas. Camilo José Cela lo inmortalizó así: “La zurra ya pasó y el Pío / Fernández Cueto volvió / a ser Pío Muriedas / sufridor, cantor, pintor”.
Además de esta faceta, también fue pintor: el Museo de Arte de Santander cuenta con dos de sus obras. En muchas ocasiones intercambió sus cuadros con los de grandes pintores y escultores de la época como Miró, Chillida, Lucio Muñoz, Ibarrola… María Luisa Gochi contabilizó más de 900 cuadros de 86 artistas. Asimismo, fue retratado por multitud de pintores, entre 60 y 80, de la categoría de Solana, Vázquez Díaz, Gran, Oteiza, Quirós o Antonio Sedano, entre muchos más.
Falleció el 8 de diciembre de 1992 a los 89 años. Sus restos reposan en el cementerio civil de Ciriego (Santander) junto al amor de su vida, María Luisa, bajo el epitafio: «La vida es un cuento narrado por un idiota con grandes alardes y sin sentido alguno».
En la ciudad, hay una farola en Numancia que le recuerda, muy próxima a otra dedicada a Pepe Hierro.