La rebaja de exigencias técnicas de La Encina en el Parque 2020 se produce en una zona sensible para árboles por la exposición al viento y salitre
Una de los principales atractivos del Parque 2020 de Santander, cuyas obras comenzaron en octubre y concebido a modo de homenaje a las víctimas de la pandemia del COVID-19, es también uno de sus principales riesgos: su ubicación en Mataleñas, en plena costa norte, una de las zonas más bonitas y agrestes de la capital cántabra.
Con la elección de la zona se busca una zona que esté apartada pero sea accesible, de forma que permita las visitas y favorezca el recogimiento y la reflexión, dado su condición de homenaje a personas fallecidas y el hecho de que se espera que los árboles estén asociados a víctimas concretas, por lo que se espera que la visiten de forma especial las familias.
UN PAISAJE QUE CONDICIONA LOS TRABAJOS
El proyecto, consultado por EL FARADIO, se muestra consciente de las “condiciones específicas” del entorno, cuya exposición histórica a vientos y agua se plasma en la configuración de los acantilados y los pliegues del terreno, así como en, estando en el entorno de Cabo Mayor, ubicar un segundo faro, el de Mouro (de Mogro en su denominación original), para mejorar la seguridad ante los temporales.
Esas condiciones afectan tanto al desarrollo de los trabajos que ejecutará la empresa Centro de Jardinería La Encina, una de las que aparecía en las grabaciones del sumario del exjefe de Servicio de Carreteras de la Consejería de Obras Públicas hasta la pasada legislatura, desgranado en su día por este medio.
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La finca, añaden, está “muy expuesta” a vientos fuertes, especialmente al del nordeste. Son vientos que, además, traen consigo salitre en suspensión que en ocasiones perjudica a los árboles y arbustos.
Son aspectos que han influido en la selección de los árboles que se plantarán en el espacio: arces, abedules, alisas, fresnos o tilos que son de hoja caduca y son las que menos sufrirán las consecuencias de los vientos cargados de salitre que azotan el lugar.
Y que afectan también a la ejecución de los trabajos y a las medidas de seguridad laboral, que contemplan desde la suspensión de las obras si arrecia el viento hasta la mejor forma de realizar plantaciones u otras tareas en condiciones climatológicas difíciles.
UN RETO DE OBRA QUE SE ACOMETE CON MENOS EXIGENCIA TÉCNICA…
Todas estas circunstancias especiales que rodean a la obra y que son consecuencia del emplazamiento se afrontan con una sustancial rebaja técnica planteada por la adjudicaría, La Encina, respecto a las condiciones en que las planteaba el propio Ayuntamiento a la hora de elaborar los pliegos, el documento que recoge los detalles que se deben cumplir para aspirar al contrato público y sobre el que se van asignando puntos en función de su cumplimiento hasta llegar a un máximo de 100.
En detalle, en el plano técnico, lo que se ofreció desde La Encina, y plasmada en el contrato al ser la única aspirante, fue una rebaja de parámetros de en torno a la mitad: ocho de los dieciséis puntos en la memoria técnica, 7 de 13 en el estudio de jardinería y arbolado –sector al que pertenece la empresa y en el que está centrado el proyecto- y 10 de 20 en el compromiso de suministro.
En resumen, por toda esa parte más técnica de la adjudicación La Encina logró 25 puntos de los 49 que podía haber alcanzado como máximo.
…PERO POR EL MISMO DINERO
La rebaja técnica no se vio acompañada por una reducción de la oferta económica, algo que es práctica habitual en las adjudicaciones de obras o servicios públicos, y en Santander, ya que el ahorro a las arcas públicas se valora por las Mesas de Contratación de cara a la adjudicación.
Es decir, si normalmente lo que preocupa en las bajas temerarias o desproporcionadas es que la reducción de precios afecte a la calidad técnica, aquí es al revés: la rebaja técnica consta pero la oferta económica apenas varía: el Ayuntamiento sacó el contrato en 248.115 euros y finalmente se adjudicó en 246.875, es decir, apenas 1.240 euros menos.
Por este concepto La Encina recibió 35 puntos, todos los que podía, que añadidos a los otros 25 dejaron su puntuación en 60 puntos de los 100 que se pueden.
Es una cifra total muy por debajo de los 80 y 90 en adelante en que se dirimen las adjudicaciones, en las que al competir varias empresas, tienden a elevar el nivel técnico, incluir mejoras, rebajar plazos y reducir las cifras para lograr los más puntos posibles.
La Encina fue la única aspirante a este proceso de licitación, en un sistema que no permite conocer formalmente si existen más participantes hasta que se abren todos los sobres con los planteamientos.
El desconocimiento de que sería la única candidata y por tanto la que se llevaría la obra no se tradujo en una pulsión de mejora para desbancar a las demás competidoras.
SIN MEJORAS EXTRAS…
Además, la empresa renunció, también en una tendencia contraria a la habitual en Santander, a incorporar mejoras que le hubieran granjeado otros 16 puntos, de los que en otras circunstancias inclinarían la nota final. No presentó mejoras en los plazos y ni siquiera planteó propuesta para aumentar el ancho de los caminos.
…Y CON RETRASOS
Y, de nuevo al contrario de lo que se valora en las adjudicaciones y hacen algunas empresas, no se incluye una reducción de plazos, con la que se juega cuando no se quiere tocar mucho la oferta económica o se piensa en un elemento que aporta algo extra cuando se piensa que las otras empresas aspirantes también vayan a rebajar la cifra.
Aquí, al igual que prácticamente se calca la oferta económica, los plazos propuestos por el Ayuntamiento se mantienen: dos meses en el pliego y dos meses en la oferta.
Si bien luego se han ido modificando: la obra fue adjudicada en marzo de 2023 y ya entonces se planteó un primer retraso respecto a los planes iniciales, porque se pospuso la fecha de inicio para evitar que comenzaron en pleno verano.
Así se pospuso el arranque de las obras hasta octubre de 2023, con lo que los dos meses de duración llevaban al plazo anunciado por el Ayuntamiento de antes de navidades
Pero el 23 de noviembre La Encina pidió una prórroga del plazo de ejecución, ofreciendo como explicación las fuertes lluvias de esos días sobre un terreno por naturaleza expuesto a los efectos del agua, en lo que es una primera confirmación de las dificultades de acometer una obra en la zona.
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