Recorriendo estanterías en busca de la joya perdida
Una conversación con Jaume Ripoll ayuda a reflexionar sobre el consumo de cine que hacemos hoy en día, en comparación con el de hace algunas décadas, donde las cosas no pasaban tan deprisa. Esta semana concedió una entrevista a EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, ante su visita y presentación de libro en Librería.
El libro que ha escrito se llama, precisamente, ‘Videoclub. Las películas que cambiaron nuestra vida’. El recorrido de su vida es lo que queda plasmado en él. Y es que, ya desde niño, sus padres tuvieron un videoclub, con lo que es un espacio al que estuvo muy acostumbrado, y lo ensalza como un sitio donde recomendar a quien entra, y donde poder tener largas charlas sobre el séptimo arte. Incluso podía ser un sitio donde pasar la tarde.
Es decir, también podía tener hasta una cierta función social, además de la cultural. Y en Filmin piensan en algo parecido, aunque no se tenga una conversación directa con los usuarios. Pero queda esa cultura de recomendación, además de «honrar la idea de lo doméstico y también la figura de los distribuidores, que ha estado poco significada, al contrario que el editor literario», según Ripoll.
Las plataformas se han multiplicado, han llegado hasta los hogares, y hacen que el consumo de cine sea más posible y esperando mucho menos tiempo que antes. Desde que una película salía de la cartelera de cines hasta que llegaba a los videoclubs había una larga espera, pero eso ya no sucede con las plataformas.
Sin embargo, Ripoll es de los que piensa en que las plataformas no son una verdadera competencia para las salas de cine. Cree que «debería haber cordialidad y convivencia» entre estos dos modelos. Lo que le parece que sí puede llevarse a parte del público son las compañías de streaming, como YouTube o Twitch. No sólo por el tiempo que quitan, sino porque acostumbran a ofrecer una narrativa muy distinta a la del cine.
De hecho, lo que sucede cuando se ve una película en casa, es que a veces no se tiene la paciencia suficiente. Si un filme es muy largo, le damos sólo unos minutos de paciencia para ver si lo vemos entero. El autor cree que «tenemos que ser más inquietos que impacientes». Pero las formas de consumir lo audiovisual están cambiando tan deprisa que quizá no le demos la suficiente oportunidad a un contenido para poder verlo con calma.
Ripoll estuvo muchas horas dentro de ese espacio y, claro, muchas horas hablando de cine, en casa y en el videoclub. Y eso es lo que ha querido recrear en su libro. Disfrutar de un arte y que cada uno lo haga de la manera que más le guste, en medio de una cena, comiendo palomitas… Y que no por eso colguemos un sambenito a nadie, para diferenciar si es un cinéfilo de verdad o no tanto. «Basta ya de decirle al espectador cómo tiene que ver las películas», sentencia Ripoll.