Pasaje Seguro escenifica la situación de las personas migrantes y las políticas migratorias europeas
Nos hemos reunido aquí esta mañana para, al igual que en otras ocasiones, compartir información con nuestros vecinos y vecinas acerca del empeoramiento de las políticas migratorias en la Unión Europea (UE). Las políticas migratorias no son solo normas y estadísticas, afectan a los derechos y condiciones de vida de muchas personas que viven con nosotras, nos afectan por tanto a toda la ciudadanía. Afectan a muchas personas que intentan llegar a Europa, que necesitan llegar a Europa para sobrevivir, para tener una vida mejor. Personas, que como nos sucedió a los españoles y a otros muchos europeos, tienen hoy que huir de la guerra, el hambre, el odio y la explotación. Personas que cuando llegan, como sabemos perfectamente quienes convivimos en sociedades con personas migrantes, como la nuestra, dan lo mejor de sí, trabajan, aportan, y conviven. Digan lo que digan los mentirosos y los racistas.
Estas políticas migratorias, que afectan a la llegada y entrada en Europa de decenas de miles de personas, que según la legislación europea e internacional, deberían poder solicitar asilo y refugio, empeoran y puede empeorar más. El reciente Pacto Europeo de Migración y Asilo (PEMA), aprobado por los órganos de la Unión, y en proceso de validación y adaptación de los estados miembros a sus propias legislaciones, cierra más las fronteras, reduce las posibilidades de solicitud de asilo, facilita las devoluciones en caliente, incluso las de los niños migrantes, y rechaza cualquier posibilidad de establecimiento de rutas seguras para migrar, así como el establecimiento de planes europeos de salvamento marítimo. Pero la peor medida del PEMA es la de incrementar la externalización fronteriza.
Esta externalización supone que la UE paga a países fronterizos, como Marruecos, Libia, Túnez y Turquía, para que rechacen a las personas migrantes que desde África y Asia intentan llegar a Europa. Las consecuencias son ya terribles y lo serán más. Miles de personas quedan varadas en los desiertos y mueren sin testigos, miles más intentan acceder por mar en las peores condiciones. Las informaciones que a todos nos llegan nos hablan de naufragios constantes, de cadáveres en el mar, de embarcaciones de las que se pierde el rastro.
Estas medidas, junto a otras como las de hacinar en campos de concentración durante años a miles de migrantes, como pasa en Grecia, no frenan la necesidad de migrar, solo matan y criminalizan migrantes. La apuesta por convertir Europa en una fortaleza solo fomenta el racismo, la desigualdad, y las cuentas de resultados de las empresas que se benefician de este sistema. Probablemente eso sea lo que se pretende.
Ni en Europa ni en España hay invasiones migratorias, como miente la ultraderecha, sin que las fuerzas políticas que gobiernan la Unión hagan otra cosa que lamentar estas mentiras, aunque con la boca pequeña. Europa ha acogido en dos años a varios millones de personas refugiadas de Ucrania sin ningún problema. Los gobiernos europeos sí los tienen para acoger a personas migrantes de otras culturas y continentes, por razones claramente racistas, y porque es mucho más rentable disponer de mano de obra sin derechos, a la que se dificulte su inserción en plena igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía.
Persistir en medidas crueles como las que se quieren implantar, a lo que lleva es a que situaciones como la que estamos viviendo estos días en España empeoren.
El primer problema en la zona de Canarias no es el de los migrantes que llegan, es el de los que se ahogan en el camino. Establecer rutas de acceso seguras, facilitar la llegada dando visados, estableciendo cupos amplios de migrantes de las zonas castigadas por las guerras y los conflictos, sería una solución más humana, práctica y barata que la de seguir pagando a gobiernos corruptos para que frenen violentamente los flujos migratorios; mucho más que mandar la flota a hundir cayucos como ya sugiere el PP.
La cantidad de personas migrantes que llegan a Canarias, y de niños migrantes que viajan solos y tienen derecho a la tutela y el cuidado públicos, no plantea ningún problema de distribución y cuidado si se reparte equitativamente por todo el territorio nacional. Volvamos al buen ejemplo solidario de Ucrania: España ha acogido en dos años a más de 62.000 personas que huyeron de la invasión rusa, España acoge a 3.500 niños y niñas de Ucrania que están solos, MENAS ucranianos, por emplear solo una vez un término que la maldad de la ultraderecha ha pervertido. Todas las autoridades de nuestro país, desde el rey para abajo, se felicitaron por ello, visitaron a los refugiados en sus centros de acogida; nuestra sociedad se hizo mejor por eso.
Ahora, en cambio, la ultraderecha y la derecha lanzan campañas de criminalización contra los niños migrantes de África.
Hay que romper con esa situación, hay que hacerle frente. La continuidad de políticas como las que la UE pretende incrementar, con el apoyo de las fuerzas políticas mayoritarias, socialdemócratas, populares, liberales; en España el PSOE, el PP, Junts; a lo único que llevan es al crecimiento del racismo y el odio que propugna la ultraderecha. La apertura de fronteras, el cambio de políticas de acceso de migrantes, el incremento y generalización de los servicios públicos, pacificará las relaciones sociales y extenderá derechos.
Son objetivos posibles, compromisos necesarios desde los puntos de vista que ponen por delante la igualdad, la fraternidad y la solidaridad frente a la dominación, el racismo y la segregación.
Seguiremos luchando comprometidos con esos objetivos, porque todas y todos venimos de la migración, y porque no hay más patria que la humanidad.