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«El viaje en el Handala ha sido como una universidad de vida y de humanidad»

Ángeles Cabria es una de las activistas que ha formado parte de la Flotilla de la Libertad que pretendía llegar lo más cerca posible de Gaza. Es la manera en que querían reivindicar que lo que sucede en Palestina no puede seguir sucediendo. El barco ha necesitado parar en Sicilia para efectuar reparaciones. Cabria nos cuenta sus impresiones de esta experiencia
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Hace pocas fechas, Ángeles Cabria ha regresado a Cantabria de su periplo con el Handala, la Flotilla de la Libertad que pretendía acercarse a Gaza después de surcar los mares europeos, desde el Atlántico Norte hasta el Cantábrico, y después el Mediterráneo. La travesía todavía no se ha podido completar, porque este barco pesquero ha necesitado de reparaciones. Se trata de una embarcación que ya tiene muchos años, es de 1968 («una buena añada para un barco revolucionario y reivindicativo», dice Cabria) y consiguió llegar hasta Malta, pero de ahí se dio la vuelta para atracar en el puerto siciliano de Augusta, donde la estancia para su arreglo es mucho más barata.

El recorrido consistía en parar en diferentes puertos europeos, incluyendo Santander. Ahí se subió Cabria y también Sergio Tamayo, otro activista cántabro, pero que sólo hizo la travesía hasta A Coruña. La idea era que Malta fuese la última parada para después ir hacia Gaza, aunque con una última parada previsible en Turquía. Sin embargo, ya les avisaron de que no podrían llegar hasta Gaza. Lo primero, porque allí ya no quedan puertos donde llegar. Y segundo, por el bloqueo que ejerce Israel. Contactos suyos les dijeron que no les permitirían llegar, e incluso que podrían correr el riesgo de ser bombardeados.

Cabria señala que esa zona se ha llenado de barcos, pero con la intención de defender Israel, no de apoyar la llegada de embarcaciones que tengan la idea de defender al pueblo palestino ante la masacre que está sufriendo, especialmente en el último año. Esto no aplaca el ánimo de quienes han participado en este viaje. Cabria subraya que es necesario que la movilización no se detenga en una entrevista concedida El Faradio.

Aunque la conversación sobre Palestina deja muchos sinsabores por lo que está sufriendo la población civil, Cabria destaca también lo que le ha llenado esta experiencia personal. El empatizar con personas de otros países que persiguen el mismo objetivo, las conversaciones en el barco al atardecer o bajo un cielo estrellado o la compañía de los delfines en varios momentos de la travesía. Para ella ha sido «como una universidad de vida y de humanidad».

En un futuro no lejano, Cabria tiene la intención de que venga a Santander un cineasta noruego que también viajó con ella en el barco, y que ha hecho «una película de animación sobre Palestina». Se trata de poder sumar muchas cosas que sirvan como movilización. El ámbito cultural, mezclado con el ámbito social.

Una de las cosas que más valor le han dado a este viaje han sido las concentraciones de apoyo al barco en cada puerto donde hacía parada el Handala. Lamenta que en Santander les dieron una ubicación «más cutre y restringida, donde no podía llegar la gente», pero, por lo general, los recibimientos que han tenido han supuesto una «respuesta maravillosa».

Destaca Cabria que las movilizaciones en todos esos lugares no las organizaban los miembros de la Flotilla, sino la ciudadanía de cada lugar. En Denia (Alicante) recibieron incluso la visita de nueve alcaldes de la comarca, de distintos colores políticos, que se sumaban a la denuncia por el genocidio que se está cometiendo en Palestina. Y también varios medios de comunicación han ido cubriendo estas escalas, y eran medios con diferentes vertientes editoriales.

Cuando llegaban al barco familias enteras, se sentían como los inquilinos de una casa, flotante en este caso, «que llevaba un mensaje y abría las puertas de Palestina». Y ahí también reivindica a Cantabria como un lugar que tiene «cantera de apoyo a Palestina como también al pueblo saharaui».

También han sufrido otros episodios menos agradables, como personas, pocas, que les insultaban y hasta trataban de abalanzarse sobre ellos. Al regresar, en el aeropuerto de Madrid «nos han llegado a llamar terroristas», relata. Y denuncia que «el empoderamiento que tienen los asesinos sionistas se lo dan nuestros gobiernos», por seguir apoyando las acciones de Israel.

Esta enfermera jubilada admite que los movimientos en favor de Palestina son muy difíciles, por enfrentarse a un sistema «capitalista y belicista». De hecho, refleja que las situaciones humanitarias graves son varias, pero que cuentan con actores comunes. Se trata de refrendar, en su opinión, un sistema que expolia materias primas a países pobres y lo hace mediante la represión violenta. Y esto incluye a los países árabes, que «han abandonado a Palestina».

Centrada en Palestina, remarca que ya son más de 41.000 víctimas registradas, pero que la cifra real es mucho más alta, porque «no se cuentan personas desaparecidas bajo los escombros, ni las miles de personas que mueren por falta de alimentos, por sed, gastroenteritis, por no tener los medicamentos mínimos…», denuncia. La región de Gaza «está completamente arrasada, y en Cisjordania se está asesinando ya al nivel de Gaza», añade. Por eso cree que «estamos en lo más hondo de la bajeza moral», aumentado por el hecho de que se permita que personal sanitario pueda vacunar a los niños contra la polio y, al día siguiente, se bombardee a esos mismo niños.

Silenciar las movilizaciones

Cabria añade un detalle que hace que luchar contra lo que está pasando sea todavía más difícil, y es el control que se ejerce sobre los medios de comunicación, que no están informando sobre todas las movilizaciones que se están produciendo por todo el mundo contra esta violencia tan brutal. Y pone un ejemplo español, que es la cantidad de gente que ha llevado banderas palestinas para ver el paso de la Vuelta Ciclista a España. Los activistas que quieren denunciar el genocidio han ido, sobre todo, a las líneas de meta, pero eso no merecía el menos comentario por parte de las televisiones que retransmitían la carrera. Un ejemplo lo vimos en la llegada de Santander, donde eran decenas las banderas que ondeaban, pese al mal tiempo, y se ninguneaba por completo la movilización, aunque no se podía ocultar en las imágenes.

Esto se une a la represión que se ha producido en manifestaciones de diversos países o en las universidades estadounidenses, donde se ha llegado a expulsar, denuncia Cabria, a estudiantes que estaban cerca de finalizar su carrera universitaria por el simple hecho de participar en la protesta. Ante esto, lo que se dice insistentemente desde los movimientos propalestinos es que no se desista de protestar. Es normal el cansancio del activismo cuando el tiempo pasa y los objetivos no se consiguen, pero se subraya el no dejar de pensar en las familias palestinas que están teniendo que luchar cada día por su vida. Como dice uno de sus compañeros palestinos, «no nos quedemos en casa viendo Netflix».

Cuenta esta activista cántabra que ha compartido momentos con una eurodiputada irlandesa de Los Verdes, también con una enfermera que se prepara para ir a Gaza a ayudar en un hospital o con otro compañero que abandonó la travesía del Handala para irse a Cisjordania a filmar lo que está pasando en esa otra región palestina, con el ejército arrasando casas o matando ganado, como ejemplos de las tropelías que se están cometiendo y que se silencian habitualmente. Y eso se extiende también a los bombardeos en el Líbano. Señala también Cabria lo que eso está afectando al medio ambiente, no sólo a la población, sino a los territorios.

En la presión que el activismo pretende ejercer sobre los diferentes Gobiernos. Y Cabria se refiere también al español, que dice que está «como sintiendo la vergüenza, pero sin atreverse a salir de ese armario vergonzoso». España reconoció al Estado palestino, igual que Irlanda, Noruega y Eslovenia, pero reivindica que las poblaciones de esos países están llevando a cabo movilizaciones para exigir ir más lejos, y denunciando que «han llegado tarde».

Cabria se refiere al conocido como BDS, boicotear, desinvertir y sancionar a Israel por lo que está haciendo. Lo que se ha reflejado con las acampadas universitarias es la cantidad de relaciones que tiene Israel con universidades de todo el mundo, además de la influencia enorme que tiene en laboratorios de investigación científica. «El trabajo propagandístico de Israel es impresionante», afirma.

Cabria reclama que se necesitan menos mensajes testimoniales y aplicar acciones más efectivas. En el fondo, cree que se debe poner la humanidad en el centro, en el primer puesto de las prioridades, apoyando las causas que lo necesiten, como la palestina, «que va a necesitar mucho apoyo», concluye.

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