ENTREVISTA

«La emergencia climática mata 20 veces más que todos los conflictos bélicos»

Fernando Valladares es un investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas, también profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, pero también un activista frente a la emergencia climática. Ahora que hemos vivido un desastre natural como la Dana en diversos puntos de España, especialmente en la provincia de Valencia, recuerda que es necesario un punto de inflexión para tomarnos los temas medioambientales con mucha más preocupación que hasta ahora
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La mirada hacia la ciencia está teniendo mucha más visibilidad en los últimos días. Aunque la disputa política se esté llevando mucho protagonismo a la hora de ver cómo se actúa frente a la devastación que provoca un fenómeno meteorológico, también se está tratando de entender por qué ha sucedido algo tan terrible y que ha costado centenares de víctimas mortales.

Desde la ciencia se hace mucho hincapié en la necesidad de hacer más pedagogía, pero, sobre todo, en cambiar las prioridades de quienes tienen capacidad de decisión. Fernando Valladares es una de las figuras que más aparecen en medios de comunicación para explicar lo que está sucediendo y para tratar de que se cambie el chip para afrontar la emergencia climática que vive el planeta. Este investigador y profesor universitario afirma que «estamos viviendo y sufriendo un clima enloquecido que no nos lo acabamos de creer», y reconoce que «incluso los científicos no somos capaces de entender todo lo que pasa», en una entrevista concedida a EL FARADIO, dentro de la sección ‘La energía del cambio’, de la mano de Solabria, la cooperativa de las energías renovables.

Sin embargo, aunque el mundo científico se pueda ver sorprendido por el comportamiento de una Dana como la del 29 de octubre en la provincia de Valencia (aunque también en provincias como Málaga, Albacete, Cuenca, Castellón o Barcelona), llevan tiempo alertando a las autoridades de que estos fenómenos pueden convertirse en algo habitual, y no encuentran una respuesta que implique un cambio de modelo.

«Ya no es algo del futuro, este clima ya está aquí, y parece más propio de un rodaje de Hollywood, con efectos especiales», dice Valladares. Coches amasados, garajes anegados durante días, comercios destruidos, calles repletas de fango, carreteras destrozadas, vías de tren que tienen que ser totalmente reconstruidas. Un escenario que hace pensar en el apocalipsis y que necesita de una respuesta a largo plazo, no sólo el esfuerzo puntual de reponer y rehacer cosas en un lugar concreto.

El científico cree que es «absurdo» ver cómo el ser humano lucha contra esto a través de políticos que piensan que con unas pequeñas partidas económicas pueden hacer frente a algo así. «No sé muy qué es lo que hemos querido ser, pero nos hemos alejado de la naturaleza y, de vez en cuando, la realidad nos da un bofetón durísimo».

Una vez más, los científicos tienen que responder preguntas que ya habían sido contestadas otras veces. Por ejemplo, que una Dana, o gota fría, como se la ha conocido siempre, es algo que sí lleva sucediendo desde hace miles de años, pero que está empezando a pasar con más frecuencia, y que se extiende durante más tiempo en un mismo año y en un espacio mucho más grande, porque la afectación llegada cada vez más tierra adentro.

Valladares explica que esto está sucediendo por dos factores clave, sobre todo. Uno es la temperatura del Mar Mediterráneo, que en verano ya alcanza, durante semanas, los 30 grados de temperatura, como si fuera un mar tropical, cuando no lo es. Y el otro es el aire frío. En el Atlántico hay una corriente en chorro que separa las áreas más frías, las del Ártico, de las zonas más templadas. Si9n embargo, las aguas más frías se están calentando más rápido, con lo que la diferencia de temperatura del agua en una zona y otra cada vez es menor, y eso general que las masas de aire frío cada vez puedan llegar más al sur. Cuando ese aire frío se mezcla con vientos cálidos y húmedos en el Mediterráneo, es cuando se forma la Dana. Y con el cambio climático «esto va a más», explica.

Otra pregunta recurrente en estos días es si la Agencia Estatal de Meteorología ha hecho su trabajo correctamente. Para Valladares es indudable que sí. «Es quien mejor ha hecho los deberes. Es de las mejores del mundo. Su labor de explicar estos fenómenos en redes sociales es fantástica». Por el otro lado, están los políticos, a quienes cree que «les han temblado las piernas y en su cabeza tienen otras prioridades».

Se refiere el investigador a la dicotomía entre economía y salud pública. O, directamente, dicotomía entre economía y personas. Hasta ahora, lo que ha primado es la economía, algo que extiende también a la empresa privada. Por eso le resulta esencial que se explique que los trabajadores tienen reconocido el derecho a negarse a ir a trabajar si eso conlleva un riesgo para su integridad física. «Había trabajadores en su puesto de trabajo a las seis o las siete de la tarde, ¿qué hacían ahí?», se pregunta. Han surgido noticias, del mismo día de la tragedia y de días posteriores, en que había presiones de empresas a sus trabajadores para que acudieran a su puesto de trabajo, pese a estar en una situación verdaderamente precaria, como personas que han sufrido en primera persona las inundaciones. Por eso rechaza que la sociedad viva supeditada al Producto Interior Bruto.

«Primero es la vida. Cómo puede ser próspera una sociedad en la cual la gente está mal de la cabeza, desde el sentido objetivo de la salud mental. No estamos bien, porque estamos subordinados al trabajo incluso cuando está en juego nuestra propia integridad física», reflexiona.

Ante esto, lanza un mensaje de necesidad de parar. Hacer una reflexión mucho más profunda y cambiar esa clasificación de prioridades. El modelo económico lleva tiempo empujando hacia decisiones que suponen un riesgo. Y pone como ejemplo que, sólo unos días antes de la llegada de la Dana, el Gobierno de la Comunidad Valenciana decidió rebajar la protección de su litoral, permitiendo edificar a sólo 200 metros de la costa, revirtiendo una decisión de legislaturas pasadas de ampliar esa distancia hasta los 500 metros. Un retroceso, igual que eliminar la Unidad Valenciana de Emergencias al poco de llegar al poder el actual Ejecutivo autonómico. Y a esto se añade el hecho de seguir construyendo en zonas inundables o no preocuparse lo suficiente de la limpieza de los cauces de los ríos.

Valladares llega hasta un punto central en España: la legislación climática. Cuenta que un magistrado le explicaba que este es un país que «acata las grandes leyes, somos muy ordenados en las grandes directrices, pero muy rebeldes con las leyes más concretas». Y señala un tena clave, que es que «la legislación climática se toma como una recomendación» y no como algo de obligado cumplimiento.

Activismo climático

Esto se traslada también a lo que observan, estudian y demandan asociaciones ecologistas. Hay jueces a los que les llegan esas demandas y les parecen asuntos menores y terminan por no llegar a juicio. Valladares alienta a que «esta Dana tiene que quedar en los corazones de las personas para que nos haga recapacitar sobre el modelo de sociedad que hemos construido o, al menos, tolerado». La cuestión es que se necesita que, en los ámbitos de decisión política, se asuma que «el cambio climático siempre nos va a suponer decisiones incómodas». Y continúa diciendo que «la lista de cambios de los científicos es la misma desde hace muchos años. Si la tomamos como referencia, arreglaremos muchas cosas».

Para ser aún más gráfíco, el investigador señala que «si un político se presenta a las elecciones y dice que antepone la economía a las vidas de los ciudadanos y que estos trabajarán hasta morir, no les votaría nadie, pero es lo que han hecho». Y apunta a todos los niveles, porque la emergencia es planetaria y va desde ayuntamientos hasta los gobiernos de los Estados o hasta una organización internacional como la UE. «Tenemos que caernos del guindo todos, desde Ursula von der Leyen hasta toda la ciudadanía. Es un guindo que tiene forma de centro comercial, en el que pensamos que nos hemos salvado por los pelos y entonces ya está, pero no te habrás librado del todo».

Valladares insiste en la necesidad de la conversación sobre estos asuntos, a nivel vecinal y también con representantes de la ciudadanía, pero buscando que haya una visión de conjunto del sistema, y abandonar la hipocresía que ve instalada.

Un ejemplo de esto está con las posibles consecuencias que pueden sufrir activistas climáticos que han llevado a cabo acciones de concienciación en la puerta del Congreso de los Diputados o en diversos museos. «El norte global se atreve a decirle al sur que no acepte a un dictador. Pero aumenta las represiones ante la desobediencia civil. Ya no es poner en riesgo tu integridad física y económica porque te arriesgues a una sanción, es que ahora ya hablamos de posibilidad de entrar en la cárcel».

Esto conecta con el panorama mediático. Por un lado, el negacionismo que campa a sus anchas en las redes sociales, pero que también cala en medios de comunicación que deberían tener una responsabilidad a la hora de informar, sobre todo si hablamos de certezas científicas que se siguen discutiendo.

Valladares recuerda que «la emergencia climática mata 20 veces más que todos los conflictos bélicos», un dato que debería servir, por sí solo, para que la concienciación fuese mucho mayor. Sin embargo, denuncia que ese tipo datos no salen habitualmente, ni tampoco otros hechos que no pasan tan cerca, pero que también tienen una extraordinaria relevancia. Recuerda que hace un año hubo protestas de activistas climáticos en Reino Unido, y pasó muy desapercibido, o este año, que se ha producido en el Pacífico el mayor ciclón en décadas, con un desplazamiento de siete millones de personas, «y aquí preocupados por el novio de Ayuso». Utiliza la frase de que se apunta hacia la Luna, pero hay mucha gente que se queda mirando el dedo.

Muchas son las distracciones respecto al problema de verdad, el que interpela a toda la humanidad. Pero rara vez el cambio climático ocupa el primer puesto entre las urgencias que debemos afrontar. Los científicos no paran de decirlo, pero sigue la sordera. ¿Hasta cuándo?

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