«En el Mediterráneo rescatamos a personas que quieren contar su historia»
El deseo de contribuir con los propios conocimientos y la empatía a algo que va contracorriente. Algo así se podría decir de Tilman Arnold, un médico alemán que vive en Suiza, pero que vivió en Cantabria mientras terminaba su formación. Llevó a cabo su residencia en Sierrallana, en Torrelavega. Hizo muy bueno lazos aquí. Tanto, que hemos podido quedar en Santander con él porque ha venido para una boda.
Este verano se ha embarcado por primera vez en una misión de rescate de migrantes en el Mediterráneo. Y ya está apuntado para repetir en 2025. No tiene ninguna duda de que es allí donde quiere estar dura te sus vacaciones. Y anima a quien pueda contribuir para que forme parte de alguna de las rotaciones para salir al mar, ya sea navegantes, médicas, fotógrafas, cocineros, periodistas… En su caso, el barco es el ‘Humanity 1’, de la ONG ‘SOS Humanity’. Rescatar a la humanidad. En su página web se dan detalles de cómo son las misiones y cómo colaborar con ellos, ya sea en el mar o en tierra.
Arnold explica, en una entrevista concedida a EL FARADIO, que en las semanas que pasó a bordo, entre junio y julio, pudieron rescatar a 583 personas y llevarlas a puerto italiano. En concreto, a Ortona y a Bari, en la zona sureste de Italia, costa adriática, y a Catania, en Sicilia. Son las autoridades italianas quienes indican al barco dónde debe ir.
Arnold estaba buscando una forma de cooperar que fuera compatible con su trabajo. Y ha encontrado una que le ha encantado. Simplemente se trata de poner en el centro lo humano, el recibir a personas en situación complicada y ayudarles a llegar a su destino. No todos tienen el mismo. Se encuentran con personas que tienen muy claro dónde quieren ir, porque hay algún familiar o alguna amistad que les espera. Otras personas sólo quieren huir de Libia, un Estado donde reciben un trato denigrante y que se sale del marco de lo que significa tratar a alguien como una persona.
El ‘Humanity 1’ recorre la ruta entre Libia a Italia, una de las más transitadas en el camino hacia Europa. Va en busca de embarcaciones que son algo precarias para hacer varios días de ruta por un mar que no siempre es amable. El primer objetivo de las personas que van en esas embarcaciones es evitar que la guardia costera libia les vea y les devuelva al punto de origen. Arnold cuenta que, a la hora de hacer un rescate, las autoridades italianas suelen contestar siempre, con Malta es más difícil comunicarse y Libia, directamente, ni contesta a las llamadas ni a los correos electrónicos.
Cada rotación es de unas seis semanas en el ‘Humanity 1’. En el mar, unas cuatro. Antes de hacerse a la mar, se entrena el rescate, para estar preparados ante lo que se van a encontrar. Una vez que están navegando y ven a una embarcación con migrantes a bordo, no se acercan directamente con el barco, sino que mandan botes salvavidas para explicarles que se trata de un barco humanitario y que ellos mismos les pueden llevar hasta Italia. Imprescindible la presencia de una persona que haga de traductora para tranquilizarles y ver que les ofrecen ponerlos a salvo.
Mediante esa pequeña embarcación se va pasando a todos los pasajeros al ‘Humanity 1’. Ahí llega el momento de la atención médica. No la necesitan todos, pero Arnold explica que se encuentra situaciones muy complicadas, porque hay personas que llevan años sin ir al médico o que no pueden asearse en un baño limpio. Ha visto heridas mal curadas o infecciones en la piel, algo que complica la salud de personas que están en edad de estar perfectamente sanas por su juventud.
La otra ayuda imprescindible es a su salud mental. Algunas de las personas rescatadas huyen de auténticos horrores, como una guerra, una situación de hambruna o abusos de distintos tipos que han tenido que sufrir por el camino hasta adentrarse en el Mediterráneo.
De pronto, en el ‘Humanity 1’, se encuentran con personas que les tratan como a seres humanos. Ya es una novedad. Les preguntan qué es lo que necesitan, se aseguran de mejorar su estado de salud y hasta les preguntan cómo están. Se preocupan por ellos. Arnold cuenta que son «personas que quieren contar su historia», porque «no siempre tienen a quien contarle sus penas. Te cuentan a quién han perdido, qué miseria han vivido. Otros te cuentan sus sueños», lo que esperan encontrar en esa orilla más amable del Mediterráneo.
Los servicios médicos a bordo también incluyen alguna matrona. Se ha llegado a decir que los migrantes que llegan a Europa son como atletas olímpicos, pero esa no es toda la verdad. También hay mujeres embarazadas, otras con bebés y niños que viajan por su cuenta.
Una vez que ya se han asegurado de que las personas rescatadas están bien, se han tranquilizado, se han dado cuenta de que están en un entorno seguro y hasta sonríen alegres por ser bien tratados y estar en un barco mucho más seguro, donde las olas no son más grandes que la propia embarcación, llega el momento de explicarles adónde van a llegar y qué puede suceder cuando lleguen a puerto. «Ellos no tienen grandes expectativas, llegan de sitios muy hostiles», dice Arnold.
Y lo que les espera en un puerto depende mucho del personal que se encuentren. Aunque Arnold destaca que en Italia se les recibe de manera humanitaria, no todos los oficiales son iguales. Una vez que todos han bajado del barco, son las autoridades quienes hablan con ello, y la ONG trata de colaborar todo lo posible, porque dependen de ellas. «Si hacemos algo que no les gusta, nos pueden inmovilizar el barco o multarnos».
En puerto reciben también atención médica mientras los voluntarios del ‘Humanity 1’ les explican los casos que se han encontrado. Se les registra como que son personas que han desembarcado en Italia, y después se les divide en función de las probabilidades que tengan de que se acepte su solicitud de asilo.
Aunque el recibimiento en el puerto no sea muy malo, Arnold es consciente de que el discurso en Europa respecto de la acogida de migrantes va por mal camino. No es sólo Italia, que ahora pretende ‘exportar’ migrantes menores no acompañados a Albania (un modelo que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cree que hay que imitar), sino que hay varios países que desprecian a los migrantes con rotundidad, a través de discursos abiertamente xenófobos, y otros que guardan la compostura, pero que actúan consintiendo abusos sobre ellos y mirando para otro lado.
Arnold recuerda que Europa es, precisamente, el continente que hace mayor gala de defender los derechos humanos, donde el humanismo se ha extendido más como filosofía y donde se presume que hay una capacidad algo mayor de tratar a los seres humanos como lo que son. Sean de donde sean, las personas comparten una serie de necesidades para poder desarrollar un proyecto de vida con dignidad.
Esa aspiración de tratar a todas las personas por igual devolverá a Arnold al ‘Humanity 1’ el año que viene. Es su manera de «contribuir para cambiar algo». Su reflexión al volver a casa pasa por pensar en las personas que, sin ayuda de los voluntarios a bordo del barco, quizá hubieran perdido la vida en el mar, como le ha sucedido ya a varios miles de personas en los últimos años.
También le ha gustado mucho la convivencia con el resto de la tripulación. Hacer esta labor en equipo con otras personas que quieren lo mismo que tú es gratificante. Alimenta un poco más la esperanza de que la sociedad tiene mucha gente dispuesta a ayudar a quienes más lo necesitan.