El reto de defender la ciudad “desde abajo” frente al uso extractivo “insostenible”

La antropológa social Inés Gutiérrez Cueli, investigadora en urbanismo, clase y género, urge a una regulación del precio de los alquileres y políticas "que aseguren la calidad de vida". Este sábado estará en el Centro Cultural Eureka.
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Inés Gutiérrez Cueli se pasó dos años empotrada en uno de los nuevos barrios de Carabanchel, creado al calor de la última burbuja inmobiliaria. No es que sea una zona de guerra en sentido estricto, pero sí un territorio que a esta antropóloga social le permitía acercarse a un espacio en conflicto y, sobre todo, en cambio en tiempo real.

Gutiérrez Cueli es de Las Presillas, un pequeño pueblo de la zona de Puente Viesgo, ha desarrollado esta investigación en Madrid y ahora trabaja como investigadora en la Universitar Oberta de Cataluña,  en Barcelona.

Este sábado a las 19.00 horas estará en el Centro Cultural Eureka, en la calle San Simón, dentro de sus charlas Entrehuertas, para hablar de el resultado de esa investigación, plasmado en tesis y libro, así como de sus investigaciones sobre urbanismo, ciudades, clase y género, en torno a las que conversó con EL FARADIO.

 

 

LOS NUEVOS DESARROLLOS: SERVICIOS, CLASE Y GÉNERO

Hablamos de una zona en la que viven casi 33.000 personas, prácticamente todas en el mismo momento vital, parejas jóvenes con hijos pequeños, que resultaba interesante para conocer su evolución: de la ausencia de comercio local a los primeros establecimientos, academias de idiomas o escuelas infantiles.

Son espacios creados sin pensar en los servicios necesarios,  suplidos con el esfuerzo de las familias, con una fuerte dependencia del coche, y en el que la vida cotidiana la sostienen las mujeres, las madres, con el peso de los cuidados, los recados, y los desplazamientos.

Gutiérrez Cueli también encontró ciertas dinámicas de clase: estamos hablando de zonas residenciales, pero en el sur de Madrid, las periferias de los barrios populares, distintas a las zonas residenciales más de chaléts del norte –que plasmó Jorge Dioni en ‘La España de las piscinas’, autor cuyos respectivos trabajos entroncan al analizar el malestar de las ciudades ante el extractivismo como modelo-.

Y ahí se producen discursos “muy contradictorios”, no apto para estereotipos en los que convivían la búsqueda de mejora de sus condiciones con una percepción de la identidad original de barrio y conciencia de situación privilegiada, y a la vez de la falta de recursos suficientes.

LA CIUDAD COMO RECURSO ECONÓMICO

Desde ese conocimiento del terreno y la experiencia de vivir en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, con problemáticas comunes en torno al urbanismo y la vivienda, aunque distintos modelos y formas de afrontarlo –de la proliferación de terrazas de la capital a las experiencias del urbanismo táctico en Cataluña-, Gutiérrez Cueli observa el incremento de la turistificación en Cantabria, en especial a raíz de la pandemia, así como la contestación social levantada.

Al final hablamos de un problema común, tanto en los desarrollos urbanos levantados en la burbuja, como en la ola de turistificación actual, que es una concepción de la ciudad “como un espacio mercantilizado para sacar rentas” y “beneficios” en lugar de cómo “un espacio de la vida”.

Un uso “extractivo” que ya empieza a verse como “insostenible”, “no deseable”, que puede acabar con lo que las hacia atractivas, por lo que apuesta por el desarrollo de políticas públicas de control de precios en alquileres y vivienda que “aseguren la calidad de vida”.

En este sentido, remarca que en España en los últimos años apenas se han desarrollado políticas de vivienda pública y alquiler, con un control de precios que es “más necesario que nunca”.

Son “lógicas capitalistas” que se pueden combatir con una apuesta por “estar más en común” y “defender la ciudad desde abajo” porque así “ganamos todos”, asevera.

 

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