“¿Cómo me va a quedar la pensión?”, la pregunta que hace años era impensable para una persona con VIH
En uno de recientes –y múltiples- actos en los que está interviniendo Carmen Martín, coordinadora de ACCAS, la Asociación Ciudadana Cántabra Antisida, miembro de la junta de la confederación estatal CESIDA-, para trasladar a instituciones como el Congreso de los Diputados la situación de las personas con VIH, uno de los participantes explicaba que sus vidas son un constante ejercicio de pedagogía.
Por ejemplo, el avance de la investigación científica y los nuevos tratamientos están consiguiendo varias cosas, como hacer indetectable la carga viral —y si es indetectable, es intransmisible–, y convertir en una enfermedad crónica lo que lo que en los ochenta se vivió como una sentencia de muerte –tuvo mucho que ver en agravarlo el alarmismo mediático, la ignorancia, los prejuicios y el clima de pánico moral–.
Esta buena noticia plantea “nuevos desafíos” que comienzan a esbozarse ahora, como los que supone el envejecimiento de las personas con VIH –empezamos a tener la primera generación de abuelas con VIH–, y que ahora empieza a conformar una agenda llena de dudas: ¿cómo quedará la pensión? ¿se tendrá en cuenta a la hora de calcular el impacto de las secuelas de los tratamientos? ¿se considerarán como un factor de salud asociado el VIH lo que se conocen como enfermedades oportunistas, es decir, las que de algún modo se ‘aprovechan’ de los problemas del sistema inmunológico que ocasiona el VIH, pero que no son estrictamente VIH? ¿qué pasa con las declaraciones de discapacidad? ¿Y con el envejecimiento prematuro de las personas con VIH?
Es decir, en la amplísima agenda del VIH, con especial atención a la detección, a la educación sexual, a la salud en sentido amplio (como la salud mental), a la lucha contra la discriminación laboral –que no deja de ser una discriminación por motivos de salud, impensable con otros problemas de salud, como advierte Trabajando en positivo- o contra los delitos de odio –CESIDA está siendo parte de todo el movimiento por una legislación estatal-, a la visibilidad a través de acciones mediáticas como el Pride, se le suma una agenda que habla de una mejor vida en lugar de muerte.
La campaña del Pride Positivo «Nuestras vidas rompen prejuicios», escuchamos historias de personas que enfrentan el estigma con valentía y demuestran que el VIH no es el fin, sino el inicio de una vida llena de posibilidades. 💪❤️
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— CESIDA (@cesida_esp) November 30, 2024
Y así, una de las actividades en Cantabria al hilo del Día Mundial del Sida, este 1 de diciembre, –se suma a la presencia en el partido del Racing, en cuyas instalaciones se ha grabado un vídeo de sensibilización- gira precisamente en torno al envejecimiento.
En concreto, el lunes a las 19.00 horas ene l Centro Cultural Fernando Ateca, en Monte, se proyectará «Paseos con ciencia: hacerse mayor con VIH», un documental que aborda las complejidades de envejecer con VIH, el reto que supone y las preguntas que están sin responder desde la perspectiva de expertos/as de diversas áreas y desde la mirada de las propias personas con VIH. “Paseos con ciencia” es una serie de documentales de divulgación científica realizados por la productora La Doctora Álvarez en colaboración con Anchoa Films. Este capítulo está promovido por la Asociación de la Red de Investigación en Sida .
Allí, además, se leerá el manifiesto y habrá debate. La inscripción puede hacerse desde este enlace:: https://forms.gle/sLNAS81MsPSRG8v67
Distintos estudios científicos vienen reflejando ya como el envejecimiento prematuro en personas con el VIH tiene una vinculación mayor con las comorbilidades – la acumulación de distintas enfermedades- que con la propia edad cronológica, o como el VIH sin tratar acelera el envejecimiento a razón de alrededor de medio año por cada año transcurrido.
La infección por VIH provoca el envejecimiento progresivo del sistema inmunitario y el envejecimiento cronológico. Ambas dan lugar a un envejecimiento prematuro y comorbilidades propias de la edad avanzada, por lo que es necesario promover hábitos y estilos de vida saludables, como la dieta o la práctica de actividad física moderada que ralenticen, en la medida de lo posible, el proceso de envejecimiento y responsabilicen a las personas con VIH de su cuidado.
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