Navidades de siempre y los problemas de hoy
Hasta ahora mis navidades de siempre eran aquellas que celebrábamos en el 26 de la calle San Fernando. Allí nos juntábamos entorno a mi abuela Mave para cenar un lechazo que traía una prima desde Palacios de Goda (Ávila), lugar donde descansan los huesos de mi abuelo paterno tras ser condenado por subversión marxista y masón. Su delito real fue ser maestro. Hoy algunos niegan la rehabilitación de su memoria porque se abren heridas. Sin embargo, la suya y la de su esposa, mi abuela, siguen sin curarse. Qué más da. Ya están muertos… No, sus memorias serán restituidas en 2025.
Eran las navidades de mi infancia donde todo parecía eterno y el mayor peligro era que te cogiera el hombre del saco al atravesar el largo pasillo de aquella casa. Sí, era una vivienda construida a principios del siglo XX, hoy inaccesible para la mayoría de los ciudadanos y no digo nada si, además, eres joven. Al consejero del ramo le parece que esto no es Cuba y estoy de acuerdo con él, Cantabria debería parecerse a Viena, donde el 60 % de los residentes ocupan una vivienda subvencionada por el sector público. A ver si se lo apunta como propósito para el Año Nuevo.
Eran los días del derroche, si a abrir un par de botellas de vino y una de whisky malo se le puede calificar así. Días en que los niños probábamos el vino y encendíamos un cigarro. Y, claro, de aquellos polvos estos lodos y así está la atención primaria. Llena de baby boomers que precisamos asistencia porque en aquellas señaladas fechas nos apretábamos migas de pan con vino, chupitos de Quina Santa Catalina y encendíamos cigarrillos Celtas a nuestros tíos. Esperemos que el próximo año se reduzcan de verdad las listas de espera, que el transporte sanitario programado funcione de forma eficaz y aquellos que lo necesitan no pasen horas y horas esperando el regreso a sus casas y que se apueste, sin dudas ni fisuras, por la sanidad pública.
Y ha ido pasando el tiempo y sin darme cuenta me he convertido en futuro protagonista de “aquellas navidades de antaño”. En realidad, la culpa es de mi hija mayor al traer a este mundo a un niño, que dentro de muchos años escribirá o pensará algo como lo que usted está leyendo. Espero que con mejor estilo y arte.
Y este cambio de rol me hace pensar en el edadismo que reina en nuestra sociedad, por arriba y por abajo. Si eres joven no tienes experiencia. Si eres mayor, estás viejo para trabajar y joven para jubilarte. Un mal de este tiempo que condena a muchas personas a la frustración, a la tristeza y a la pobreza y que solo puede paliar un Estado de Bienestar fuerte y profundamente solidario frente a aquellos que pretenden desmantelarlo. Que no nos engañen con soluciones fáciles a problemas complejos, con titulares populistas que carecen de contenido fundamentado.
Bueno… Este año no me ha salido un texto muy moñas, pero dado que ya soy “Navidad de antaño” tengo que reivindicar e intentar dejar un mundo mejor para que ese niño, que marcará mis navidades de aquí a mi final, diga que por lo menos tuvo un abuelo que peleó por ello.
Feliz Fiestas y lo mejor para el año 2025.