El día que se rompió la relación entre el Puerto y la ciudad
La onda expansiva de la explosión del Cabo Machichaco, cuyo 120 aniversario se conmemora este domingo, 3 de noviembre, tuvo consecuencias impredecibles que todavía duran en el tiempo.
Están, sobre todo, las víctimas mortales y el impacto de ese recuerdo en la memoria de las generaciones de muchos santanderinos que recordarían durante décadas y décadas el día que el Puerto explotó.
En realidad no fue el Puerto, pero el efecto de la explosión de este carguero atracado frente a lo que hoy es el Hotel Bahía fue el mismo.
Primero el incendio y después LA explosión, y nada más volvería a ser lo mismo en las relaciones entre el Puerto y la ciudad, sin que en la actualidad pueda decirse que esa convivencia esté totalmente restablecida.
Una desgracia con tintes de leyenda que rescata la Biblioteca Central de Cantabria en una exposición, con motivo de su 120 aniversario, y que se complementa con actividades paralelas: un ciclo de cine, un taller de cuentos y una conferencia de Jesús Ruiz Mantilla, escritor santanderino que sitúa en esos días su novela ‘Ahogada en llamas’.
El título de la exposición, ‘Ardiendo Machichaco’, es el contenido del telegrama que el consignatario de la compañía Ybarra en Santander envió al las oficinas de la naviera en Sevilla.
Poco después y debido a la carga de dinamita que transportaba, el barco explotaba, provocando un desastre que se saldó con casi 600 fallecidos, más de 2000 heridos (el incendio se convirtió en un espectáculo que atrajo a multitud de curiosos) y las calles más cercanas al puerto de Maliaño devastadas.
La explosión del Cabo Machichaco quedó grabada en la historia de Santander y en la mente de sus habitantes, que décadas después seguían recordando detalles escabrosos del suceso; y originó una profunda renovación urbana en el área afectada, que tuvo como consecuencia el alejamiento del Puerto de la ciudad.
Entonces el Puerto estaba en el centro de Santander, y esta desgracia sirvió para que muchos intereses opuestos a esta actividad económica alertaran de los riesgos que suponía su presencia para los santanderinos, de modo que se fue alejando del entorno urbano para acabar la parte más industrial en Raos, donde está hoy, quedando en la ciudad el puerto más pesquero, que acabaría, también, poco a poco, desplazándose lejos de un centro que iba afianzando cada vez más una vocación comercial.
Sea como sea, durante décadas, y paradójicamente, Santander ha dado la espalda a la actividad portuaria y no ha sabido canalizar su relación con la actividad portuaria, con vallas constantes separando ambos mundos (en San Martín o en Calderón de la Barca) o sin saber darle valor a instalaciones portuarias como la Estación Marítima, el Dique de Gamazo o la Caseta de Bombas (estos dos frente al Palacio de Festivales.
Todavía hoy se da tan poco valor a lo que supuso el Puerto que los restos del muelle del siglo XVIII que aparecieron durante las obras del Centro Botín han sido retirados sin apenas debate al respecto.
El plan para el desarrollo del frente marítimo, que preveía devolución de terrenos a la ciudad, aprobado la legislatura pasada, sigue sin tener más desarrollo que los grandes proyectos del 2014: el Centro Botín y el Mundial de Vela, que aprovechan terrenos de espacios portuarios y en los que muchos ven una forma de reconciliar a una pareja que nunca debió estar tan separada.
FONDOS INÉDITOS
La exposición es fruto de la identificación, clasificación y descripción que de los fondos inéditos pertenecientes al Archivo Histórico Provincial se ha venido llevando a cabo en los últimos años, y en ella sus responsables sacan a la luz documentación hasta ahora desconocida sobre las explosiones del carguero.
Por ejemplo, el manuscrito de la Junta Central de Socorros, que se constituyó el 9 de diciembre 1893 con el fin de recibir y distribuir los copiosos donativos para los damnificados de la catástrofe llegados tanto de organismos públicos como de entidades y personas privadas, de España y del extranjero.
Los documentos del Archivo Histórico Provincial se complementan con documentación de la época de otras instituciones, noticias de prensa, publicaciones, imágenes y piezas que se exponen gracias a la colaboración del Puerto de Santander; del Ayuntamiento de Santander, a través del Centro de Documentación de la Imagen; y de otras entidades como la Biblioteca Municipal, el Comité Local de Cruz Roja Española en Laredo, el Archivo Central de la Consejería de Presidencia y Justicia, el Museo Marítimo del Cantábrico, la Casa-Museo de Tudanca y la Biblioteca Central de Cantabria, además de algunas colecciones privadas de Santander y Laredo.
De la segunda explosión del Machichaco se exhiben, además de documentos del Archivo Histórico Provincial y del Archivo Central de la Consejería de Presidencia, numerosas imágenes y una escafandra con las pesas que llevaban los buzos que trabajaron en los restos del vapor.
Entre los documentos de relieve aportados a esta exposición destacan además los relativos a los planos originales del barco, propiedad de la familia Ibarra, así como el expediente de su construcción, propiedad del Museo Nacional de Inglaterra.
Junto a fotos inéditas del barco incendiado frente a la plaza de las Cachavas de Santander, se ofrecen a la vista del público piezas de singular valor como restos de carga, la letra ‘C’ que daba nombre al buque, la bitácora cedida por Cruz Roja de Laredo, etcétera. Todo ello da una idea cabal de la magnitud de la mayor catástrofe ocurrida en España en el siglo XIX.
‘Ardiendo Machichaco. Memoria de la catástrofe 120 años después’ puede visitarse en la Biblioteca Central de Cantabria, en horario de 9 a 21 horas de lunes a viernes y de 9 a 14 horas los sábados.