Contra el anti intelectualismo
“Frente a la Decadencia de Occidente no está, como instancia salvadora, la resurrección de la cultura, sino la utopía, que yace, silenciosa e interrogante, en la imagen misma de lo que se hunde” (Adorno).
Quizás el hecho de que el acceso al conocimiento haya sido a lo largo de la historia algo privativo de unos pocos ha provocado esa distancia entre lo culto y lo popular como si fuera algo incompatible. Pero la Historia avanza y con ella descubrimientos que han permitido esa democratización del saber, desde la imprenta de Guttemberg a los logaritmos de internet, ¿Qué ha sucedido entonces? ¿Nos hace el acceso a las redes mas tontos? ¿En el primer paso hacia la involución?. Como si de una novela de Asimov se tratara, el mismo Asimov que reivindicaba en su pequeño ensayo “El culto a la ignorancia” donde reflexionaba como las redes sociales e internet han acaparado el espacio del saber, pero de un saber que se diluye en la facilidad de un clik, en el que puedes aparentar que sabes mucho más de lo que realmente sabes, donde el aparentar acaba sustituyendo al ser. “Soy lo que aparento” y el simulacro sustituye al original como diría Braudillard. Llegados a este punto: “Mi ignorancia es tan buena como tu saber”, como dice Asimov, y en la plaza pública en la que han convertido las redes sociales, como si de una posmoderna ágora ateniense se tratara, conviven al mismo nivel todo tipo de opiniones convertidas en saber, sin que nada las diferencie.
De la arrogancia intelectual que criticaba Adorno, en la que el saber encarnado por la figura del intelectual con privilegios, sometido al poder, generaba una mirada condescendiente, paternalista, clasista o elitista con respecto a lo llamado popular, ¿sucede ahora lo contrario? ¿se democratiza la ignorancia que pone al mismo nivel el terraplanismo que la esferidad de la tierra? ¿El fascismo o supremacismo al mismo nivel que la democracia y los derechos humanos? Todo ello bajo un principio que equipara el “Yo opino, yo siento” con el “Yo sé como consecuencia del Yo aprendo”. ¿Y el intelectual comprometido del que hablaba Gramsci? ¿Dónde está ahora que tiene todo un universo de saber y conocimiento a su alcance?
El «Sapere aude» es una expresión del latín acuñada por Horacio en el siglo I a. C. que aparece en una epístola a su amigo Lolius, tiene muchas traducciones (trata sobre los múltiples e ingeniosos procedimientos que Ulises usó en su regreso a Troya para superar las pruebas con que se enfrentó) se puede entender como “atrévete a saber»” popularizado por Immanuel Kant, en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?. Un “atrévete a saber” que parece haber quedado reducido a slogan publicitario sin mas contexto que esas palabra,sin mas esfuerzo, sin más compromiso. Si no sabes lo que significa lo pones en el buscador y si no te gusta lo que significa simplemente los ridiculizas negándolo o tachándolo de elitismo intelectual. Sustituimos la curiosidad de aprender con lo que eso supone de libertad, de independencia, de capacidad crítica y transformadora, por el fetichismo del deseo inmediato, instantáneo, vacío. Y así pasa con el conocimiento y los sentimientos que compramos y vendemos y que necesitamos validar constantemente negando a quien piensa o siente diferente, porque eso nos obligaría a ponernos en su lugar, como le dice Atticus a Scout en “Matar a un ruiseñor”, nos llevaría un tiempo que no tenemos. Recurrimos a los chats GPT y sus algoritmos, como si de sofistas posmodernos nos tratásemos, para ajustar el discurso a la medida del consumidor. Platón se ha quedado reducido a un mero espectador de una caverna en la que las sombras somos nosotros.
La intolerancia viene disfrazada de sentido común en una guerra cultural por imponer un sentido común que justifique la barbarie ¿A qué nos recuerda esto?. Discursos, readaptados a las nuevas realidades, se presentan como alternativas a los jóvenes indignados con un sistema que no les ofrece nada aparte de un metaverso donde evadirse de una realidad que les vacía, que les exige romperse la cabeza para transformarla. Así la frase de Millan Astray (Muera la inteligencia, viva la muerte) gana de nuevo a la figura de Unamuno, precisamente el 50 aniversario de la muerte del dictador cuyo éxito fue que aún haya quien diga que “Franco no fue tan malo”. Todo ello en un twit que es capaz de convencer a miles de jóvenes, y no tan jóvenes, y que pasa por encima de páginas y horas de estudio e Investigación, donde el algoritmo es “pierdes Unamuno, porque parece que también convencen”.
De esta manera Sócrates, Descartes o Kant, acaban trabajando en «negro» como programadores publicitarios a ver quien hace el slogan mas ingenioso para vender la próxima mierda enlatada a precio de oro: “Pienso luego existo” dice uno, “Solo sé que no se nada”, dice el otro” “Atrévete a saber “ dice el último. Y un becario sin sueldo llamado Marx acuña su frase de “estos son mis principios, sino les gusta tengo otros”. Pero, claro, habría que leer, profundizar, escuchar y tener curiosidad por aprender, para saber a qué Marx se refiere la frase.