
Cuando juntar a Jordi Savall con Schumann crea belleza y once minutos de aplausos. Semana con bondades clásicas, modernas y un Teremín
El Paraíso y la Peri – La Capella Nacional de Catalunya & Le Concert des Nations – Sala Argenta – 19:30 horas
La ocasión de volver a escuchar a Jordi Savall (Igualada, 1941) dirigiendo en Santander, ahora con toda la experiencia y toda la música del mundo en su cabeza, era excelente. Un recorrido el suyo que empezó con cantigas y repertorios de música medieval, luego renacentista, después barroca y del clasicismo, siempre con una especial atención al patrimonio musical hispánico y mediterráneo medievales. Ahora tiene en mente a Beethoven, Mendelssohn, Brahms y Schumann, entre otros. De Robert Schumann (1810-1856) escogió su oratorio Das Paradise und die Peri (El Paraíso y la Peri, 1843) para ser estrenado en el Palacio de Festivales después de una semana de reclusión en sus salas de más de 100 músicos. Él lo llama ‘Academia YOCPA 2.0”, cantantes e instrumentistas con una media de edad joven y un 50 % de mujeres que preparan una obra y luego la graban en un monasterio, algo que ocurrirá el próximo 6 de mayo en una colegiata de Cardona.
Jordi busca conseguir con su orquesta el mismo sonido que tenía la obra en la época que fue compuesta, algo que se consigue con instrumentos de cuerda con cuerdas de tripa, cornos, trombones y trompetas naturales, flautas de madera y un oflicleido, el fagot de entonces. Y sí, suena diferente, con más matices, suavidades y respeto a lo que Schumann anotó en cada página (y fue prolijo). Este, fascinado por el Oriente, acogió a un ser mezcla de ángel y hada de la mitología persa sin sexo definido, pero que en Alemania es una mujer. La Peri suena demasiado vulgar, pero este ser lleno de misericordia y belleza es el protagonista de veintiséis movimientos divididos en tres partes. “Una obra extremadamente compleja donde se llega a lo sublime con el coro y con la orquesta. Hay una infinidad de detalles y armonías muy modernas”, dijo Jordi y lo consiguió con el coro La Capella Nacional de Catalunya y esa sobresaliente orquesta que son Le Concert des Nations. Momentos excelsos fueron el coro de las huríes en Schmücket die Stufen zu Allah’s Thron (Adorna los escalones del trono de Alá) o la conjunción del arpa con la soprano principal Lina Johnson, el cuarteto
de solistas y el coro en Sei dies, mein Geschenk (Sea este mi regalo). Un concierto que resulto bello y perfecto en cada momento, logrando dar Savall a la partitura el aroma de lo original, “donde cada parte tiene cambios de tempo y de detalle, pausas, pianísimos… una riqueza dinámica insuperable”. Una noche donde las voces, las músicas, Schumann y Savall nos llegaron directamente al corazón.
Hubo 11 minutos 11 de aplausos del público para unas agrupaciones que llenan de alegría lo que tocan o cantan (hasta un violinista lo hizo en varios momentos de animación). Larga vida a los proyectos y academias de Jordi Savall que en marzo de 2026 volverá a Santander para preparar otro oratorio (Cristo en el monte de los Olivos de Beethoven).
La Maquiné Teatro – Estación Paraíso – Sala Pereda – 5 de abril – 17:00 horas
“Mi abuela siempre decía que la vida es como viaje un tren. Al final todos nos bajamos en la misma estación: Estación Paraíso”. Una frase que refleja lo que fue un espectáculo con una única actriz y un solo escenario: una estación de tren muy humanizada donde espera un viaje una anciana sin muchas prisas al amor, a la vida y a la muerte, que de todo hay.
La ambientación musical parece ubicar la estación en medio de París, con Edith Piaf cantando en bucle sus canciones. Una de ellas será la preferida de la anciana, además de la viejuna sintonía del Cola Cao: Mon manège à moi (tu me fais tourner la tête). La actriz utiliza todos sus recursos teatrales, donde la impronta de titiritera se deja notar, con títeres de mano y trucos de magia, conectando con un público de menos y más de cinco años que interactuaba con amabilidad (algo poco habitual): – ¡Guapa! – ¡Verdad, sí! Los trenes se suceden y el que lleva a la estación Paraíso no aparece, pero sí el verdadero amor y los recuerdos. Cincuenta minutos tiernos, con humor y una gran artista al frente: Elisa Ramos. Obra delicada, con una escenografía que crea un ambiente que invita a la reflexión, incluso en gentes menudas que, aunque no lo sepan, escucharon la suite Children’s Corner (El rincón de los niños y las niñas de Debussy). Muchos aplausos agradecidos y una devolución final de una Elisa emocionada: “Este espectáculo está dedicado a nuestros mayores, porque ellos son los héroes de la vida”. Le tocó emocionarse a las abuelas y abuelos presentes.
El Teremín de Carolina Eyck – Auditorio Centro Botín – 6 y 7 de abril
Hay instrumentos nacidos en el siglo XX que pugnan por ocupar un espacio en la música clásica y contemporánea, en bandas sonoras inquietantes y en conciertos más aquietantes. Entre ellos hay uno que ha cumplido cien años con ganas de crecer entre conservatorios y clases a distancia: el Teremín, el único que se toca sin tocarlo. Su padre fue el físico ruso Leon Theremin (¡anda, como el instrumento!) que en 1920 presentó en sociedad académica su invento, válido para hacer música etérea y espiar al enemigo. Se manipulan ondas electromagnéticas moviendo las manos en el aire a partir de dos antenas conectadas a un amplificador. ¿Sencillo? No, muy complicado.
Carolina Eyck (Berlín, 1987) es una de las mejores tereministas (intérpretes del teremín, por si no se entiende del todo) con años de aprendizaje, dedicación a su difusión, manuales para su divulgación, conciertos en vivo y directo. Los que dio en Santander impactaron en gente menuda un domingo y en gente adulta un lunes. En el escenario un piano y una especie de robot con dos antenas, una recta y vertical, otra de ida y vuelta horizontal. Sus manos, sus gestos, sus dedos eran los que sacaban notas, tonos, formas y volúmenes al sonido, a ratos misterioso, a ratos poético. Parecía un violonchelo enchufado a un cable que se atrevía con sonidos que recuerdan a animales (como el vuelo del abejorro de Rimsky-Korsakov, el elefante de El carnaval de los animales de Saint-Saëns o unas deliciosas ballenas enamoradas de composición propia) o melodías cambiantes de una sonata para piano del compositor y pianista acompañante Christopher Tarnow (Leipzig, 1984). Rato agradable con una intérprete única tocando un instrumento como una hechicera moderna.