Un año de la revolución racinguista
Estábamos sufriendo la crisis. Sniace, Teka, B3 Cable, Golden Line… Cantabria se desangraba entre promesas incumplidas y herencias recibidas. Los bancos nos habían estafado y desahuciaban a la gente. Las manifestaciones no eran tan masivas y las que eran multitudinarias parecían funerales. Eran tiempos de revolución egoísta, segmentada: la que saca a la calle a unos pocos ciudadanos afectados por un tema concreto. Los de la acera nunca bajan a la carretera. Pero el Racing es distinto.
Nos movilizamos a miles y a muerte, hasta el final. Fue increíble. El equipo en Segunda B y había colas kilométricas en las taquillas. Era un caos maravilloso. Imprentas que donaban papel para imprimir más y más entradas. Empleados que doblaban jornada aunque hacía meses y meses que no ingresaban sus nóminas. Los voluntarios no daban abasto en los accesos al campo. Llegamos a Tribuna al cuarto de hora de un Racing-Cultural Leonesa. Había un Consejo de Administración sin corbatas y una enorme pancarta cubría la Gradona: la Libertad guiando al pueblo de Delacroix, en versión verdiblanca. Un ambiente nunca visto.
El 31 de enero pasará a la historia como nuestra petite Toma de la Bastilla. Con el pinganillo en la oreja, atentos a las últimas noticias, varios cientos estallaron de júbilo mientras esperaban la llave. Pasado el mediodía llegó la orden judicial y el pueblo abrió la puerta de la Preferencia Sur para celebrar la Junta y derrocar a los indignos. Fuera chorizos del Sardinero. Ya no habría que asaltar palcos para ganar el cielo; aquellos malos malísimos que nos avergonzaban ante toda España con sus corruptelas eran historia. Se había acabado el desguace pieza a pieza de un club centenario, los intentos de amaño de partidos y las apuestas ilegales. La pesadilla, la indecencia se había terminado. Habíamos liberado al Viejo.
Todo empezó el día antes, hoy hace justo un año. En realidad varios meses antes pero eso a la memoria le dará igual. El 30 de enero de 2014 el Racing tenía que jugar el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey en los Campos de Sport. Veníamos de eliminar a dos primeras en dos partidos soberbios fuera de casa: al Sevilla, en el Sánchez Pizjuán y al Almería. Sobrados. Recibíamos a la Real Sociedad de Carlos Vela (y siempre de Xabi Prieto), equipo de Champions League aquella temporada. Nosotros de 2ª B. En la ida, la semana anterior, el último cuarto de hora del Racing nos levantó de la silla. Perdiendo 3-0 al descanso, al final fuimos ese equipo grande que muere en el área contraria. El gol de Koné se gritó en toda España. Éramos el equipo copero-simpático de la temporada.
Paco Fernández (entrenador) era Dios. Pero Dios nivel Alex Fergusson. Y Mario era el gran capitán. El partido se televisaba y la plantilla del Racing había anunciado que se iba a plantar, como medida de presión para que el Consejo de los indignos se marchara a su casa. Abrimos los telediarios desde el Hotel Ciudad de Santander. El PP anunció la expulsión de Pernía y Broseta, el abogado de la chusma, se rajó. Harry suspendió la Junta de Accionistas del día siguiente, pero teníamos a Ignacio Arroyo, que se movía como Laudrup en Las Salesas. “No se juega”, gritaba la afición a la llegada de los jugadores al Sardinero.
La Real Sociedad saltó al terreno de juego y también lo hizo el Racing. El colegiado llamó a los capitanes. Mario explicó al árbitro que no se jugaba y este le advirtió de las consecuencias. Daba igual. No se juega. Sonó el pitido inicial y la Real hizo el saque. El equipo verdiblanco se abrazó en el círculo central y el resto de la plantilla hizo lo propio en la banda. Los donostiarras tocaron el balón pero no atravesaron el centro del campo. El árbitro dejó jugar unos segundos y señaló el túnel de vestuarios. Partido suspendido. En la tribuna de prensa no podíamos contener las lágrimas. Lloraba la radio y lloraba la tele. Lloramos todos. El equipo dio la vuelta de honor, como si hubiera llegado el título que nos debe la historia. Me acordé de mi abuelo y pensé que esta historia se la contaría algún día a los hijos que no tengo.
Cosas de la globalización, el Racing dio la vuelta al mundo. Los corresponsales estaban debidamente avisados y salimos en el New York Times. Y en L’Equipe y en el Corriere dello Sport. Un ejemplo de dignidad para todo el planeta. “Oh my God”, se le oye decir a un inglés que lo está viendo a través de Sky Sport, en un vídeo que se puede ver en Youtube. El mundo entero flipó. Vino Jordi Évole a hacer un reportaje a la Albericia, Canal Plus hizo un documental y Tuto Sañudo era el mejor presidente.
Aquella temporada ascendimos. Koné era Eto’o, Mariano Luca Toni y Miguélez metía free kicks a lo Del Piero. Como aquella primavera de los 90 en Las Margaritas, un amigo de Llagostera se metió el gol en propia meta. El Racing volvía a Segunda División y parecía que podía ser viable.
Pero al caer Berlín, los rusos por el este y los aliados por el oeste, pronto empezó la Guerra Fría. Se rompió la magia. Ajusticiaron a los exjugadores, en la plaza del pueblo, a plena luz del día. Y los líderes revolucionarios se pusieron sueldo. Volvió Montalvo. Del Consejo sin corbatas se pasó a la Troika, hombres de negocios que van de ONG. House of Lies, abrazos para todos. Y nadie conoce a nadie. A la ampliación de capital han ido 2.200; a ver al Racing contra la Cultural Leonesa en 2ªB fueron 18.000.
Que viva la revolución racinguista.