Letz Zep llena de magia el Escenario Santander
Hubo una vez una banda británica que asombró al mundo con su música y logró unas ventas millonarias, batiendo récords. Algunos pueden pensar que esta frase vale para The Beatles. Sí, vale, o incluso para The Who, pero en este caso hablamos de Led Zeppelin, una banda repleta de talento para componer canciones, o para poder adaptar invenciones de otros a su estilo y convertirlas en algo exitoso, pero no simplemente por su facilidad comercial para venderlo, sino por una genialidad que raras veces se ha podido ver.
Lamentablemente, hoy en día no es posible disfrutar de una actuación en directo de este grupo. La muerte, por excesos, de su batería Jonh Bonham, en 1980, dio al traste con su carrera juntos. Sacaron un disco póstumo (Coda, 1982), pero los demás componentes consideraron, de manera muy lícita, que su compañero a las baquetas era insustituible. Casi nunca más han coincidido en un escenario.
Pero hoy en día, como consuelo, nos queda Letz Zep. Banda británica como los originales, estos cuatro músicos han sido reconocidos hace tiempo como el tributo número uno indiscutible que se puede dedicar al malogrado Bonham, Robert Plant (cantante), John Paul Jones (bajo) y Jimmy Page (guitarra).
No es la primera vez que se acercaban hasta la capital de Cantabria. Son un seguro de disfrute. Esta vez no tuvieron una acogida por todo lo alto. La región ya estaba sometida a un temporal de lluvia y granizo (nieve en cotas medias y altas) y eso se hizo notar. El no llenar la sala es una pequeña decepción para Escenario Santander, pero los que sí acudieron pudieron disfrutar de un concierto con espacio y una calidad indudable sobre las tablas.
Una música suave, sinfónica, llegó al Escenario Santander, ya con las luces apagadas. El público esperaba deseoso acordes de algún tema imprescindible. Los cuatro componentes (Billy Kulke a la voz, Andy Gray a la guitarra, Simon Jeffrey en la batería y el polifacético Shaun Herd al bajo, teclados o lo que fuera menester) saltaron al escenario y primer trallazo: ‘Good Times, Bad Times’, un rock and roll de manual con el sello guitarrero que pocas bandas como Led Zeppelin han tenido. Ya afloraban sonrisas.
La guitara tendría aún más lucimiento en los siguientes cortes. Primero ‘Heartbreaker’, un maravilloso tema para meterse más en harina, para encandilar a los amantes de este estilo setentero, a veces psicodélico, otras veces más progresivo, y después ‘Trampled Underfoot’, un tema que nadie incluiría entre los 10 mejores de la banda, pero que funciona, resulta.
Bien, los centenares de espectadores ya estaban con el calentamiento superado. Cambio. Herd abandona el bajo para sentarse en el teclado. Segundo tramo del show. Lo inauguró ‘Misty Mountain Hop’. Un tema extraño, pero sin que ese adjetivo contenga ninguna carga peyorativa. El ritmo instrumental no es lanzado, pero tampoco llega a ser contenido, y lo mismo pasa con la voz, que comienza deliberadamente apagada, con un aspecto que casi roza la monotonía, pero de repente sube, se suelta, vuelve a apagarse, pero acaba arriba. Inolvidable la aparición de este tema en la película ‘Casi famosos’, cuando el film está llegando al clímax. Sensacional canción.
Este segundo tramo continuó con ‘Since I’ve Been loving you’, una balada fabulosa, donde los sentimientos se pueden disparar, tanto cuando permanece tranquila como cuando el ritmo se permite acelerones repentinos. El público ya tiene claro que está en un concierto especial. La conexión con el grupo ya es obvia, palpable, y la voz de Kulke tiene a todos rendidos a sus pies.
Pero este segundo tramo guardaba todavía un momento aún más grande. Empezó a sonar ‘No Quarter’, un tema más oscuro, pero repleto de calidad. Ahora sí aparecía la magia en el escenario. Es una canción para no guardarse nada. La atmósfera creada en su comienzo merece que el espectador cierre los ojos y empiece a percibir las notas. Hay que dejarse llevar. De pronto lo que está ambientando el teclado da paso a un riff de guitarra sin muchas complicaciones, pero de una efectividad total. De ahí a la voz, reposada. El tema contiene una parte instrumental larga, Kulke se retiró a camerinos un momento para dejar todo el protagonismo a sus compañeros y el público quedó a merced de tres instrumentos que provocaron deleite a raudales. Cuando terminó, sólo quedaba dar la primera ovación de la noche, pero ovación de verdad.
Herd retomó el bajo y entonces cayó ‘The Song Remains The Same’, un cambio significativo. Vuelta a un rock directo, perfecto para volver a mover la cabeza. Alternar estas dos clases de temas es la gran especialidad de Led Zeppelin. Y Letz Zep tiene claro que sus conciertos deben quedar similares al original (sí, claro, salvando las distancias).
Pero de repente el bajo volvió a quedarse fuera de juego. Ahora la mandolina tomaba el protagonismo, mientras Gray cambiaba a la guitarra acústica. Volvía la paz, en forma de un rato largo de disfrute máximo. La implicación de los cuatro componentes es total. Led Zeppelin dio momentos acústicos sublimes, y aquí quedó recreado a la perfección. No se trataba de una sola canción, sino de lo que parecía el ‘Going to California’, con aires de otro tema magnífico llamado ‘Friends’, para acabar enlazando con una composición folk genial, ‘Bron-Yr-aur Stomp’ (y con Nerd acariciando un extraño contrabajo, como cortado por abajo). Bron-Yr-Aur es la cabaña de un pueblo galés donde la familia de Plant pasaba sus vacaciones en los años 50, y donde el grupo compuso el disco ‘III’, a la que pertenece el tema. El público acompañaba con palmas a Letz Zep, y después casi se las rompieron para aplaudir cuando acabó.
Casi apetecía un respiro, pero Simon Jeffrey (que le daba mucho juego a Kulke, quien le llamaba constantemente ‘Don Simón’ como a la marca de vino) irrumpió en la pausa con las baquetas para dar comienzo a ‘Kashmir’, una de las mejores composiciones musicales que alumbraron los años 70. Un ejemplo perfecto para ilustrar lo que significa el rock progresivo, con cambios de ritmo variados a lo largo de sus más de ocho minutos, todos los instrumentos (voz incluida) acogiendo al oyente, envolviéndole y satisfaciéndole. Magia sin parar. Cierto es que la ejecución no fue perfecta, pero es que clavar esta canción no es nada fácil.
Gray sacó a pasear la guitarra de doble mástil, un distintivo muy reconocible de Page, sacó unos acordes muy familiares, de repente lo que sonaba era ‘Tangerine’, una corta canción que rápidamente dio paso a ‘Stairway to Heaven’, el tema más conocido que parieron los Zeppelin en su carrera, y también uno de los mejores. Sobran las palabras.
Tras tanto tiempo de magia, no habíamos terminado todavía. Jeffrey merecía su momento de gloria después de mucho buen hacer al fondo del escenario. Y entonces llegó ‘Moby Dick’, la canción que contiene uno de los solos de batería por antonomasia de la historia del rock and roll. Y Jeffrey lo ejecutó de maravilla, incluido el tocar un tiempo sin baquetas, sólo con las manos. Igual que Bonham era una parte fundamental e insustituible de Led Zeppelin, el batera de los Letz Zep nos deleitó a lo grande.
Tras rematar todos juntos el tema, sonó ‘Whole Lotta Love’, quizá la gran perla rockera de esta inimitable banda británica y el tema que puso patas arriba el Escenario Santander. La comunión entre la banda y el público hace tiempo que era total, pero esta canción era para romper a sudar siguiendo el ritmo y desvariando como parece hacer la guitarra, alcanzando el clímax total cuando el interludio ambiental deja paso a unos acordes geniales para encarar la recta final del tema. Tras concluirlo, el grupo se despidió del público, muy agradecido por las constantes muestras de cariño que recibieron.
Llegó el momento de los bises. La gente tenía ganas de mucho más. Llegó ‘Rock and roll’, ese himno que homenajea a los pioneros del estilo de los años 50. Un estallido musical que no puede dejar indiferente a nadie, la furia rockera perfectamente condensada en tres instrumentos y una voz totalmente acompañada por el público.
Y con ‘Inmigrant song’ llegó el final. Otra canción de rabioso rock, corta, rápida, muy enérgica. Kulke fue muy listo. El inicio del tema tiene dos gritos muy difíciles, y en ellos dos dejó que fuera el público quien cantara para no castigarse demasiado. Pero poco importó, porque el respetable ya andaba extasiado.
Lástima que dejaran ahí el concierto. Posiblemente mucha gente esperaba que la cosa se alargara un poco más. Obviamente quedaban muchos temas legendarios por sonar, pero Letz Zep finalmente se quedó en aproximadamente una hora y 50 minutos. Hubiera sido impresionante haber disfrutado de piezas como ‘Dazed and Confused’, ‘Black Dog’ o ‘Communication Breakdown’, pero todos acabaron muy contentos con el espectáculo que acababan de vivir, y es posible que muchos repitan si los británicos se vuelven a dejar caer por Santander en el futuro.