¿Es un pájaro? ¿Acaso un avión? ¡No, es un dron!
Esa lucha contra la gravedad que hizo inmortal la leyenda de Ícaro y Dédalo sigue presente en el ser humano. La obsesión por volar, con alas o sin ellas, llevó hasta la creación de las aeronaves, y posteriormente a unos de manejo más sencillo: los drones.
Los drones, o vehículos aéreos no tripulados, pueden tener tantos tamaños y características como usos. En esta ocasión no es tiempo de hablar de los otros, los que despertaron tanta polémica por diseñarse con objetivos bélicos. Esta vez hablaremos de los pequeños, los domésticos.
Estos últimos los conoce bien Jonathan Valle, un santanderino que comenzó con ellos como aficionado y que, poco a poco, trata de abrir negocio con su uso comercial, ya sea para cortometrajes o grabaciones de celebraciones, o para investigación y desarrollo.
Su empresa, Aéreo Films Valle aún no da lo suficiente como para vivir de ello y Jonathan no ha podido dejar su trabajo como camarero para dedicarse a su gran pasión, pero vocación y trabajo no le faltan.
“Ya tengo unas cuatro empresas que me llaman siempre que hay algo”, asegura, lo que considera preferible a ir buscando clientes constantemente.
Una de ellas es Jacmedia, una de las productoras más potentes del norte de España, con la que ya ha empezado a colaborar en distintos vídeos, tanto corporativos o más lúdicos.
Este tipo de trabajos funcionan mucho por colaboraciones, por recomendaciones y también por favores. Jonathan ha realizado varios vídeos aéreos a cambio de solamente cubrir los gastos o, incluso, “a cambio de una cerveza”.
Y es que volar con un dron no es precisamente barato. Jonathan se ha hecho con un pequeño surtido de aparatos profesionales como un multicopter, un cuadricóptero, un hexacóptero, dos steady cams, etc… “de 25 o 30.000 euros no baja la cosa”, nos cuenta.
“Y ahora es un sacacuartos”, añade. ¿Por qué? Pues porque con la nueva legislación, que prohíbe en cualquier caso volar en ciudad, te exigen sacarte una licencia que cuesta 500 euros “y perder una semana en Madrid o Barcelona”.
Esta licencia solo pueden otorgarla unas pocas empresas, “amigos del Gobierno”, nos cuenta, y que de sobra son conocidos por todos los aficionados a los drones que mantienen un contacto constante a través de foros de Internet.
De todas formas, como para volar en zonas de monte o despobladas no es preciso ningún tipo de licencia es ahí donde se centra la actividad de Jonathan.
Jamás ha metido sus drones en el casco urbano (lo que supondría multas de entre 15.000 y 20.000 euros), ni grabaría en zonas protegidas, aunque alerta que el pasado mes de enero un desconocido contactó con él para que grabara planos aéreos del Polígono de Raos.
“Me negué, y le hice ver que eso era ilegal por la cercanía del aeropuerto. Me ofrecía 250 euros y me ofreció más, pero me negué. Días después se puso en contacto para decirme que lo había hecho otro incluso por menos dinero”, nos cuenta, aunque desconoce quién podría haber accedido a cometer esa ilegalidad “probablemente un chaval, que se creen que todo es un juego”.
USO EN INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS Y CATEDRÁTICAS
Él sabe muy bien lo que hace y puede ver la multitud de oportunidades que ofrecen los drones. Las celebraciones, como bodas o cumpleaños, pueden grabarse desde el aire (a una distancia corta, no superior nunca a los 150 metros), pero también son muy útiles en investigación.
Recientemente ha finalizado una colaboración con la Universidad de Cantabria (UC) sobre una investigación arqueológica previa en la zona de Reinosa y Mataporquera. Y es que hay un dato muy curioso: si se sobrevuela una zona, por el color que se percibe en la hierba y la tierra se puede saber si bajo tierra hay algún tipo de yacimiento.
Ahora está concentrado en conseguir otro proyecto con la UC, que ha ideado él mismo. Esta vez es en la zona de Juliobriga (Reinosa), donde su idea sería recrear la zona del domus con planos aéreos y la colaboración de un catedrático que explicara a los turistas toda la historia de lo que fue antaño un poblado cántabro.
Ya ha entregado una demo en la universidad, y está pendiente por si algún organismo se muestra interesado en sacar adelante este ambicioso proyecto que no se ha dado hasta ahora.
EL TESTIMONIO GRÁFICO DE AMPARO
De mientras, sigue colaborando en cortometrajes, en vídeos de bodas o incluso por su cuenta haciendo vídeos de causas que no quiere que queden en el olvido.
Uno de estos casos es el de Amparo, el cual Jonathan documentó desde las acampadas en su casa, sus intentos de desahucio, la represión policial a los manifestantes durante el pasado verano, e incluso el incendio que asoló hace unos meses la Vaguada de las Llamas.
Mucha gente se ha negado a olvidar el caso de esta mujer que falleció el pasado mes de febrero después de que el Ayuntamiento expropiara su casa para construir el vial de la vergüenza, y su caso no caerá en el olvido mientras queden testimonios gráficos como el que Jonathan elaboró bajo su cuenta y riesgo.
Con las celebraciones se presenta otro mercado interesante, y es que la gente puede conseguir planos aéreos de ellas por un módico precio. Mientras que alquilar un helicóptero puede suponer unos 6.000 euros, el alquiler de un dron puede rondar los 150 o 200 euros.
Tiene limitaciones, claro, y es que la batería dura entre unos diez minutos a un máximo de una hora en drones más grandes y caros. Por ello es necesario controlar muy bien los tiempos y conocer de antemano qué tipo de tomas se quieren conseguir.
«NO ES UN JUGUETE PARA NIÑOS»
Existen unos drones, los más pequeños del mercado, que cuestan alrededor de 60 o 70 euros, y que muchos padres compran a sus hijos confundiéndolo con un juguete. En ese aspecto Jonathan es claro: “No es un juguete para niños”, e incide en ello porque hasta el más pequeño puede tener peligro.
A tenor de esto, recuerda cómo hace cosa de un año posó uno de sus drones en el asiento del coche, pensando que lo había apagado, y que al tocarlo se reactivó y le hizo un feo corte en el brazo. Nada grave, pero que podría haberlo sido, al igual que puede serlo para los niños.
Aun así, los drones un poco más equipados cuentan con todo tipo de artilugios que permiten no solo que el dron vuelve, se desplace y se estabilice en el aire, sino que también se puede añadir un GPS para que el dron no se pierda y, en caso de perder contacto con el control remoto, vuelva al lugar desde donde despegó.
Para volar un dron es necesario llevar, al menos, una batería más de repuesto. Nunca se sabe cuándo va a necesitarse.
Borf
La verdad es que encuentro varias contradicciones en las declaraciones de Jonathan. Por un lado reconoce que es una actividad moderadamente peligrosa, pero califica la licencia de «sacacuartos». Yo veo correcto que para una actividad profesional que pueda implicar riesgos a terceros se requiera una capacitación y licencia, además del correspondiente seguro de responsabilidad civil. 500€ y una semana no me parece excesivo comparado con un permiso de conducir para camión y autobús, por ejemplo.
Por otro lado indica haberse negado a filmar en Raos pero admite sin reparos haberlo hecho en los Castros y las Llamas, zona igualmente urbana y poblada. ¿Disponía para ello de los permisos correspondientes?
pata de palo
El protagonista de la historia sabe bastante poco o bastante mucho depende de por donde se mire. Legalmente no se por ese hacer uso de drones con fines comerciales aunque vueles en zonas despobladas, necesitas licencia de piloto y ser o trabajar para un operador de aesa. Tiene fotos de la uní de comillas.. No es núcleo urbano ? Su empresa es ilegal ya que no esta registrada en aesa por lo que es cuestión de tiempo y no va a tardar mucho, en que le caiga una buena multa que le haga pensar mejor las cosas. Si quiere cobrar sus trabajos perfecto, pero que gaste los «cuartos» y lo legalice todo
Stewie
La legislación obliga a todo aquel que vaya a hacer uso profesional, como es el caso del chico de éste artículo. Hay que ser operador de AESA, disponer de licencia de piloto, tener las aeronaves registradas y matriculadas con el manual de seguridad. La licencia sólo te permite volar con el o los drones para los cuales te certificas, no vale comprarte uno nuevo y usarlo, hay que homologarse para esa nueva aeronave. De todos modos un phantom 2 y on F550 con gopro no son equipos profesionales. El faradio debería informarse bien antes de publicar éstas cosas…
Stewie
Por cierto, el uso de gafas está prohibido para el piloto. Sólo podría usarlas el operador de cámara. El RPAS (que es como se denomina un dron) debe mantener siempre contacto visual sin alejarse más de 500 metros ni subir más de 400Ft (120 metros). Por eso la legislación no permite uso de gafas al piloto…